28 noviembre 2011

Memorias de un niño de la calle



Uno podría pensar, leyendo el prólogo, que José María Sánchez-Silva tiene una visión idealizada de la infancia, pues se trata de un fragmento de carácter casi poético sobre qué es un niño (no puedo por menos de recordar aquel Jesús Hermida de mentira preguntándole, en la parodia televisiva, a una Gloria Fuertes de mentira, justamente eso: ¿qué es un niño? Y la respuesta de la dama: "una máquina de coser, no te..."). Pero no es idealización novelera, sino pasmo reverente ante la criatura humana en ese estadio de aprendizaje y de indefensión: una imagen de Dios a merced de la perra vida. Porque al avanzar en la lectura descubres que ese niño cuyas peripecias te van a narrar es el propio autor, hijo de madre soltera hasta que su padre tuvo a bien reconocerle y crecido, sí, en plena calle, entre las inclemencias de la pobreza y de sus congéneres adultos. Poca idealización queda en el resto del libro, donde la cruda realidad se nos impone de modo casi barojiano. Asistimos al modo de ganarse el sustento por parte de José María, a base de merodear entre soldados que le daban la ración sobrante o entre jugadores "de prohibidos" de los que recibía unas monedas a cambio de avisar si venía la policía... Pero todo ello con una reciedumbre que está tan lejos de la lágrima folletinera como de la protesta social.

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25 noviembre 2011

La progresión de Orwell


Partido socialista francés: "al Estado no le corresponde imponer una forma de conyugalidad".

Entonces, custodiar un bien esencial es imponer. Y claro, destruirlo mediante la equiparación con formas degeneradas de convivencia es liberal y tolerante. Prodigios de la neolengua.

Otro prodigio. Causas del incremento de rupturas familiares según los franceses: para el 36%, "hay menos hipocresía y la gente no se siente obligada a continuar juntos". Ya sabemos el nuevo nombre de la fidelidad. Si quieres largarte con la secretaria, pon cara de dignidad y alega, como Martí: "yo soy un hombre sincero". Fabuloso.

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24 noviembre 2011

Incierta gloria


Tengo la impresión de que a Joan Sales se le han cruzado aquí dos novelas, ensambladas por la tercera parte. Desde que toma la palabra Cruells, la historia de Luis, Julio y Trini se empantana en los episodios, algo anodinos, del frente muerto, y sale luego por la tangente de los lloros de Cruells y las memorias de Lamoneda: un mano a mano que no carece de interés, sin embargo. Cruells está trazado a imagen de los cristianos atormentados de Mauriac /Bernanos, a quienes Sales tradujo. La derrota (no sólo militar) le acerca a Cristo, y su fe se aquilata en la confrontación con el inquietante Lamoneda, el pobre fantasma sumido en la vanidad y en la lujuria.

De hecho, esta podría haber sido la mejor novela católica española, si no fuera por esa falta de unidad que me parece advertir en ella. Cierto que en eso puede influir el hecho de que sea una novela compuesta en dos etapas, por así decir, aparecida primero en los 50 y con su edición definitiva en 1969. Por medio estuvo el Vaticano II, que debió de marcar considerablemente a su autor, a juzgar por la deriva de la trama. Cruells se ve inmerso en el confusionismo que siguió al Concilio y acaba adoptando conductas discutibles, como la de participar en manifestaciones clericales contra la policía o, más triste aún, gritar aquello de "queremos obispos catalanes": desgraciado destino para quien se pasa toda la novela buscando la pureza de la fe, lejos de banderías terrenas.

Lo cual, por cierto, enlaza con otro mérito de su autor: el situar la trama espiritual en plena guerra civil, tantas veces tratada de modo simplista. La guerra es aquí el telón de fondo, necesario, para otro combate, que se sitúa de modo transversal al de los dos bandos en lucha.

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22 noviembre 2011

Justicia poética


...diputados.

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La metáfora inacabada


Lo que me incomoda de las últimas novelas de Antonio Prieto es lo ramplón de sus personajes. Y ahora que lo escribo, pienso que la mitad (o más) de las novelas de los últimos cien años (o más) tienen protagonistas ramplones. Pero no sé, veo en los de Prieto una tendencia a someterse, de modo un tanto paleto, a los usos actuales en materia familiar-sexual, que me resulta bastante antipática. Lo que no es nuevo es que su concepción del amor, anclada en lo más superficial del mundo clásico grecolatino, vaya siempre por debajo de sus disquisiciones sobre el tiempo, la memoria y la identidad. En esta novela, esa diferencia resulta aún más acusada.

Su prosa, desde luego, no pierde puntos. Es una delicia recorrer estos párrafos llenos de una serena melancolía, que denuncian a las claras las abundantes lecturas clásicas de su autor. Cualquiera de ellos serviría como modelo para una clase de escritura literaria.

En esta ocasión nos encontramos a un tal Gabriel, fracasado en su matrimonio, que retirado en su marítimo pueblo natal busca la manera de anular el tiempo recuperando a un antiguo amor, lo que acabará revelándose como imposible, también a causa de ese cambio en los usos amorosos (o, mejor dicho, en el modo de percibir los eternos usos amorosos) dentro de un mundo que no para de "evolucionar". Son fundamentales los diálogos con dos interlocutores: el viejo Francisco y el desorientado Alberto, otro fracaso vital, cuyos interminables paseos a través de las colinas dan pie a esa metáfora de la que habla el título.

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21 noviembre 2011

El doble filo del discurso rajoyano

"Que todos estén tranquilos. Nuestros únicos enemigos van a ser el paro, la deuda, el déficit..."

Esto tiene dos posibles lecturas.

Primera: se acabó el sectarismo en esta casa. No más ganar la guerra civil, no más leyes idiotas al servicio de la ideología...

Segunda: nos han elegido para superar la crisis económica y eso es lo que haremos, ni más ni menos. Así que nada de valores, nada de tocar la educación para la ciudadanía, el aborto, las parodias de matrimonio y todo lo demás. No estamos para eso.

¿Fue deliberadamente ambiguo? ¿Lanzó un mensaje de complicidad al laicismo solapado con uno complaciente a las bases? El tiempo lo dirá.

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18 noviembre 2011

Esquinas


Con la prohibición zapateriana de fumar en los bares, no gana uno para sustos: en cualquier esquina te topas a una tía retrepada en la pared, pata flexionada y cigarrete en mano. Entre esto y la vestimenta de las jovencitas el fin de semana, las mujeres de los mil nombres no saben ya cómo ponerse, ni qué quitarse.

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15 noviembre 2011

Darío Chimeno,

director de Mundo cristiano, sobre el cese de ETA: "En términos generales, la noticia tiene un cariz positivo. La declaración -objetivamente- hace respirar con cierto alivio". Se une, pues, al coro de acción de gracias a los terroristas por perdonarnos la vida.

Sé que no lo hace por equidistancia, por que no lo incluyan en la caverna o por un qué van a pensar los buenos demócratas de nosotros, los cristianos. Por otro lado, el artículo es muy matizado y expresa serias reservas ante el dicho cese. Vamos, que no se lo cree.

Pero, entonces, ¿por qué sentirse en la obligación de celebrar lo que no hay por qué celebrar? Por mi parte, ya he expresado aquí mi opinión sobre esa chuloputez que nos deja en la posición de rehenes liberados y que no constituye sino el acto más sucio de la campaña electoral.

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13 noviembre 2011

Las aventuras del caballero Kosmas


Estas aventuras, como suele suceder en Juan Perucho, tienen poco de acción trepidante y mucho de regodeo en un culturalismo clásico y medieval que es la marca de fábrica del propio Perucho, de Álvaro Cunqueiro (a quien va dedicado el libro) y, en parte, de Antonio Prieto. El caballero Kosmas es un curioso personaje, mezcla de contable y teólogo, que vive en una alta Edad Media donde un buitre amaestrado canta baladas, las flores mutan a capricho y se han desarrollado los autómatas hasta extremos de ciencia ficción clásica. Perucho juega también con un simbolismo más fingido que real, presente en personajes que representan ideales positivos, como Egeria, nieta de la famosa peregrina escritora, y en otros de carácter diabólico como Ustania y Arnulfo. Los finales de cada capítulo son representativos en este sentido, con sucesos misteriosos que probablemente no vayan más allá de ser una broma de su autor, con la idea de jugar a los sentidos ocultos.

No faltan los personajes históricos en situaciones inventadas, caso de los santos Isidoro o Leandro, y el narrador esmalta de citas contemporáneas (d´Ors, entre otros) el relato. Pero los propios personajes se premiten jugar con el tiempo, hablando de cosas aún no descubiertas.

Es, en definitiva, una alegre fantasía en una época idealizada donde la barbarie que suele atribuírsele no existe, y si existe se halla supeditada al triunfo del bien, en sentido cristiano.

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10 noviembre 2011

Nuestro siglo nos ofrece espectáculos tan sensacionales

que no es posible condenar a los que son incapaces de creer que en el siglo XIX una dictadura pudiera ser simplemente un régimen no parlamentario de gente honrada y de una sociedad normal. (Steinhardt)

O sea, por si no han seguido el hilo del razonamiento, tal cosa es posible, aunque se nieguen a creerlo quienes han vivido bajo la férula del socialismo (que es el otro nombre del totalitarismo). En España, los nacidos antes de 1970 guardamos la memoria de un "régimen no parlamentario de gente honrada y de una sociedad normal", aunque lleven décadas intentando borrarla.

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09 noviembre 2011

De qué me suena


Mauricio Rojas sintetiza la idea de Burke sobre la Revolución francesa:

[...] el querer arrasarlo todo, disolver todos los órdenes y afectos, borrar la herencia de la historia y quebrar nuestras solidaridades básicas, para de esa manera poder imponer un orden nuevo surgido del designio revolucionario y plasmado en un Estado, que se arrogaba la tarea de rehacer totalmente la sociedad. Para ello, el Estado revolucionario precisaba de individuos libres de todo vínculo, de toda fe, de toda lealtad, para poder hacerlos dependientes de un solo vínculo, de una sola fe y de una única lealtad: con el Estado revolucionario.

"Por un liberalismo asociativo", en Cuadernos de pensamiento político, 32

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08 noviembre 2011

El fermento de Cristo


La eficacia del cristianismo se subtitula esta nueva* obra del gran divulgador. Y no se trata, como podría hacer pensar el subtítulo (yo lo pensé) de algo parecido a lo que hizo César Vidal en El legado del cristianismo en la cultura occidental; es decir, de ofrecer una perspectiva histórica de los cambios (a mejor) experimentados en nuestra civilización gracias al cristianismo. Más bien se trata de qué puede hacer la fe cristiana en la persona; qué diferencia personalmente a un cristiano de alguien que no lo es.

Divide Lorda su libro en tres partes, correspondientes a las tres virtudes teologales: "La luz de la fe", "El fervor de la caridad" y "La ilusión de la esperanza". En definitiva, no deja de ser un compendio (y así lo admite el autor) de sus clases de formación cristiana, perfectamente estructurado. La primera parte muestra la idea cristiana del mundo, creado por Dios y entregado al hombre, el cual pecó y hubo de ser redimido por Cristo, Dios hecho hombre. La segunda parte desarrolla el modo de vivir de los cristianos, presidido por el amor, es decir, la caridad. "Que donde haya odio, ponga amor, donde ofensa perdón..." La sencilla y sublime oración de san Francisco de Asís pone fin a esta parte. La tercera se dedica a la celebración del misterio de Cristo, reflejo de nuestra esperanza: "anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven, Señor Jesús". Pues sólo al final de los tiempos se hará patente la victoria de Cristo, aunque ya está actuando aquí, como fermento.

Nota redactada en mayo del 2003. Posteriormente Juan Luis Lorda ha publicado los dos volúmenes de Humanismo, el segundo comentado aquí.

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07 noviembre 2011

Otra de Langlois / Green

Esta vez sobre Judas.

por las calles de la nada como el viento corría Judas

mientras Jesús por él sufría más que por toda la creación
y en vano soñaba a Judas llorando a sus propios pies
en vano soñaba con perdonar su amor leproso
porque Judas arrepentido pero desesperado huía
bajo el peso de treinta monedas pesadas como una cruz
[...]
es grande tu justicia oh Judas que cuelgas de la luna llena
mecido por el viento al aire de la hueca noche
Judas el justiciero ha muerto y sus ahorcados oídos
ya no pueden oír el grito desgarrador de Jesús
que amor mío amor mío Judas ya se pierde en el infinito
como la espina electa la más dolorosa de la pasión.

(Libro de la Pasión)


Jesús amaba a Judas. Y aunque traicionar a Jesús era un gran pecado, era a pesar de todo perdonable. El error de Judas fue creer que no lo era, y se ahorcó. Imagínese que todo hubiera ocurrido de otra manera, Judas ayudando a Jesús cuando éste tropieza y cae bajo el peso de su cruz. Entre gritos y lágrimas, el traidor cae de rodillas, pide perdón a su víctima, le coge por la orla de su túnica, le suplica, a pesar de los puntapiés de los soldados romanos. ¿Qué mirada cae entonces sobre él? Piénselo. ¿Una mirada de odio? No lo creo. Una mirada de amor, Wilfred, una mirada de amor. Hubo en la Pasión un minuto en el que el único que podía consolar a Jesús era Judas pidiéndole perdón. El escándalo es que ese minuto pasara sin que Judas estuviera allí. Es así como yo veo las cosas.

(Cada hombre en su noche)

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05 noviembre 2011

Viejas


De chico uno suele ser injusto con las viejas que rezan en la iglesia, "como los conejos comen hierba", que decía Ramón. Por eso me gustó la reivindicación de José Miguel Ibáñez Langlois (Libro de la Pasión):

Y qué sería del mundo qué de la Iglesia
si no fuera por esas viejecillas enfermas abandonadas que suspiran en la oscuridad
dulces clavos dulce cruz
dulce nombre de Jesús.

En Julien Green (Cada hombre en su noche) leo ahora algo parecido:

Había tres o cuatro ancianas que oraban de rodillas, esas tres o cuatro viejas que se pueden ver en todas las iglesias del mundo, esas sobre las cuales se apoya el cielo.

Y, por cierto, también habrá que agradecerle a Martin Provost esa Séraphine, que reza con el mismo candor con que pinta la creación.

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02 noviembre 2011

Discurso a las juventudes de España


En realidad es un Discurso y unas Digresiones, que ocupan prácticamente el mismo espacio. Me place que Ledesma, en lugar de ensayo, utilice el término clásico español, aunque tal vez lo haga por darle un aire más de disertación, de arenga. Y tiene un estilo mucho más digerible que el de Onésimo, aunque también cueste masticarlo, sobre todo cuando habla de su programa.

Porque lo más atractivo es la parte ocupada por el análisis de los fenómenos europeos de la época: fascismo, nacionalsocialismo, comunismo ruso, crisis de la democracia. En esto último es en lo que se equivocó, él y todos los jóvenes (las juventudes) ardorosos que se alistaron en la Falange. La democracia política sobrevivió a su crisis de los años 20-30 y los proyectos totalitarios sólo cuajaron en Rusia, sostenido éste por el inmenso poder militar soviético.

Su propio proyecto, su revolución, qué duda cabe que resulta atractiva, justamente por lo que tiene de juvenil, de savia nueva, de ímpetu fresco. Pero nace ya enemiga de la libertad, y eso da pánico cuando uno piensa en su futuro.

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01 noviembre 2011

¿Cuántas veces lo han hecho?



... Hemingway creía que era él quien manejaba a los camaradas, y amenazaba a Dos Passos en París, diciéndole: "Estás acabado, destrozado. Los críticos de Nueva York te crucificarán. Esa gente -y Hemingway se refería a los comunistas que manejaban por entonces las guerras culturales del Frente Popular y de toda la cultura occidental- saben cómo convertirte en un número atrasado. Yo los he visto hacerlo. Y, si lo han hecho una vez, pueden hacerlo de nuevo.

(En José Jiménez Lozano, Los cuadernos de Rembrandt)

Sí, cuántas veces... Y me refiero no sólo a convertir a alguien en "número atrasado", sino a otros en productos de primera. A lo mejor hay mucho de baladronada en Hemingway. Pero a lo mejor no.

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