Con la prohibición zapateriana de fumar en los bares, no gana uno para sustos: en cualquier esquina te topas a una tía retrepada en la pared, pata flexionada y cigarrete en mano. Entre esto y la vestimenta de las jovencitas el fin de semana, las mujeres de los mil nombres no saben ya cómo ponerse, ni qué quitarse.
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