29 abril 2013

Los que van a misa son los peores.


Una diferencia radical entre la mera filosofía moral y el cristianismo es que los ideales morales existen para triunfar, pero el cristianismo existe para remediar los fallos. Los ideales morales se dirigen a la gente que cree tener alguna esperanza de lograr estos ideales, pero el cristianismo se dirige sólo a personas que han desesperado de alcanzar estos ideales por sus propios medios; el cristianismo viene de Cristo y Cristo "no ha venido a llamar a los justos sino a los pecadores".

Quienes no saben esto no tienen nada que ver con el cristianismo, aunque vayan a la iglesia los domingos. Quienes no saben esto asisten a la iglesia como unos estudiantes de arte que se sientan en un hospital, disfrutan de su arquitectura, pero no están allí como pacientes. La Iglesia no es un museo para santos, sino un hospital para pecadores. Profesar públicamente ante el mundo que eres cristiano yendo a la iglesia cada domingo no es decir al mundo que eres mejor que ellos, sino que estás desesperadamente enfermo.

La Iglesia es en gran medida como los alcohólicos anónimos. Lo que hay que admitir, sin olvidarlo nunca, en A. A. es que "soy un alcohólico". Un cristiano es alguien que sabe que es un pecador, que ha aceptado la cura de Dios. La más estúpida de todas las razones para no ir a la iglesia es una de las más comunes: "no soy lo suficientemente bueno". El único requisito es que se sea bastante malo. ¿Rechaza alguien ir al hospital porque no está suficientemente sano?


Tal vez la excusa en cuestión sea la más común en la América de Peter Kreeft (Cómo tomar decisiones). En la España tragacuras es más bien otra: yo no lo necesito, no tengo nada que hacerme perdonar. En el fondo, en Kreeft hay una oculta ironía, porque de sobra sabe que todo el mundo necesita el perdón, que todo el mundo es "malo". Pero el suyo es un libro de moral para cristianos y no cristianos y, por tanto, también para quien "cree tener alguna esperanza de lograr estos ideales".

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28 abril 2013

Dos pastiches proustianos


Lorenzo Villalonga no pudo ser nunca santo de la devoción de la izquierdaza hispana, que a mediados de siglo hizo con la literatura lo que haría a finales con la educación. En ese ambiente, es normal que Bearn fuese relegada al segundo puesto en el Nadal del 55 a favor de El Jarama, novela que uno puede interpretar como quiera pero que no deja de consistir en una serie de conversaciones banales entre gente banal.

En 1971, ya un poco de vuelta del neorrealismo, la editorial Anagrama lanzó estos Dos pastiches proustianos, título dado por Herralde a dos cuentos de Villalonga aparecidos antes en otro volumen. Es, en efecto, un homenaje a Proust, tanto en la forma como en los personajes. En busca del tiempo perdido era una mariconada*, sí, pero una mariconada de cuando la vulgaridad estaba del lado de los que injuriaban a los maricones, y no de estos mismos: es decir, antes del lobby gay. Alusiones al asunto homosexual hay también, por redondear el parecido, en estos "pastiches", que, sin embargo, se apartan del original en su espíritu: en lo de Villalonga hay un distanciamiento irónico que le da un aire más bien de parodia que de pastiche. En el primer relato, el propio Proust intenta vender un coche para inmediatamente echarse atrás ante el interés mostrado por el vehículo por parte de una de sus amadas platónicas. En el segundo, el barón de Charlus (personaje de la Recherche, al parecer) visita Bearn y somete a una prueba psicológica a uno de los sirvientes. Es ese aire de parodia, sutilmente jocoso, el que hace a Villalonga más soportable que Proust. Y su brevedad, claro.


*Copyright by Arturo Pérez-Reverte en una de las múltiples versiones de su artículo de siempre.

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26 abril 2013

¿Qué hay que debatir?


¿Debate? Desde mi punto de vista la aprobación de tal cosa como el matrimonio homosexual habría justificado una revuelta armada. Otra vez Aristóteles: quien niega lo evidente no merece argumentos sino azotes. ¿Qué se puede debatir? Tal vez el concepto de matrimonio. Pero eso sería si hubieran dicho claramente que querían destruirlo y edificar una cosa nueva bajo el mismo nombre, que incluyese a homosexuales, polígamos, bestialistas y necrófilos no porque huele mal. Pero también en ese caso, con la base de la sociedad amenazada de muerte, la insurrección, a sangre y fuego si fuera preciso, se habría impuesto como deber a cualquiera que no se hubiera contagiado de la degeneración ambiente.

Bien mirado, el casorio gay es (por ahora) el último paso lógico en la ruina progresiva del matrimonio. Muchas sociedades conocieron el divorcio, pero una vez que se había llegado, gracias al cristianismo, al matrimonio indisoluble como el más adecuado a la dignidad del hombre y del amor humano, cualquier retroceso implicaba una carrera hacia la nada. Si la palabra dada no vale un ardite, si el amor es como un ataque de lumbago, algo que adviene y que un buen día se va, si el derecho a una felicidad superficial prima sobre los derechos de los hijos, todo se ha perdido. Sólo la oposición del feminismo frena hoy la poligamia, y con el bestialismo todo depende de lo que progresen los defensores de los derechos de los animales.

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24 abril 2013

La fuerza de las armas

no puede crear situaciones estables, sino en cuanto sirva a abrir paso a condiciones de vida enteramente de acuerdo con el derecho y la justicia.

Francisco Franco (entrevista con A. L. Bradford, reproducida en ABC, 7-XI-44) era consciente de ello, aunque se pueda discrepar sobre el modo en que él mismo creó esas condiciones.

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21 abril 2013

Crímenes imaginarios


Esta es la historia de uno de esos matrimonios imaginados por Patricia Highsmith, que no tienen la menor idea del significado de esa palabra. Es decir, un matrimonio muy siglo XX (y no digamos XXI, pero lo peor estaba por llegar). Pero no es que Highsmith pretenda hacer una crónica de costumbres. Es, una vez más, el efecto psicológico del mal sobre personas corrientes. Con frecuencia se incluye a la creadora de Ripley en el género policíaco, pero eso sólo se puede hacer dándole a ese concepto una extensión muy generosa.

Los Sidney forman el matrimonio de una mente retorcida con un alma desorientada. El tipo es básicamente un egoísta obsesionado por su trabajo de escritor y guionista de thrillers, obsesión alimentada por el fracaso. Y le da por imaginar qué pasaría si se cargara a su mujer, una pintora que de vez en cuando "necesita" pasar una temporada sola. Y en torno a ellos teje la Highsmith su famosa tela de araña, esta vez sin compasión. La historia se mantiene por el suspense sutil que sabe crear esta mujer, pero quien espere una solución a lo Agatha Christie que lo vaya dejando. Esta es, de hecho, la antítesis de la novela policíaca clásica, con desenlace satisfactorio, o del thriller estilo Hitchcock, con final de impacto. Aquí triunfan, sin espectáculo, el mal y el sinsentido, como parece suceder en el mundo.

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18 abril 2013

Demos gracias a Dios/ que nos hizo personas/ en vez de hacernos micos/ o monas



Ese brindis jocoso lleva camino de convertirse en subversivo. Sin ir más lejos, en los libros de texto encuentro últimamente una acusada tendencia a seleccionar escritos que sugieren que los humanos somos tan animales como cualquier otro que camine a cuatro patas. El último procede de un artículo de la Revista de Occidente. Según su autor, tenemos una extraña manía que nos lleva a querer diferenciarnos del resto de los bichos. Ya Aristóteles negó a los animales el alma racional, dice. Imagino dos cosas: o que él ha encontrado indicios de racionalidad en las lombrices de tierra o que tal facultad no implica gran diferencia entre dichas lombrices y usted que tiene la gentileza de estar interpretando estas líneas. Más adelante nos habla de la gran decepción que, se supone, sufrimos los humanos cuando nos dijeron que compartíamos casi todo el genoma con los chimpancés. En todo caso, al parecer, él no estaba entre los decepcionados. Yo no conozco a ninguno ni estoy entre ellos. Tengo la superstición de pensar que no soy reductible a mi genoma y que no haber encontrado todavía ningún chimpancé que haya compuesto algo como la Quinta Sinfonía, ni siquiera como la Tarara, quiere decir algo que los genes no dicen.

Me temo que tanto empeño en asimilarnos a los micos aspire a que, a cambio de tener con ellos ciertas consideraciones hoy reservadas a las personas (los famosos derechos de los animales), accedamos nosotros a ser tratados como animales en ciertas circunstancias: De hecho, Martin Rhonheimer ponía de relieve la necesidad de dar la batalla por la especie, si no  queremos acabar apiolados sin dolor cuando, a juicio de quien sea, dejemos de ser útiles. Que la Revista de Occidente acoja artículos como el que comento (carente, además, del menor rigor, cuando llama, por ejemplo, “nuestros antecesores en la evolución” a los chimpancés) es lo suficientemente preocupante como para darse cuenta de la urgencia de esa batalla. 

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14 abril 2013

Roncar "comme il faut"


(Un compañero de prisión le pide a Steinhardt, durante la noche, que le cambie el sitio, porque no puede soportar los ronquidos del vecino)

Me resulta muy fácil, ya que he estado en la celda 80 en Gherla con un hombre decente y culto, el general Constantinescu-Taranu, imbatible campeón de ronquidos de todos los tiempos y de todas las cárceles. El ruido que producía era tan penetrante, insoportable y terrible que ya ni te planteabas la cuestión de poder dormir con él en la misma celda. Sobre todo porque no producía un ruido uniforme y continuo, sino una inagotable serie de cañonazos, siempre distintos, siempre sorprendentes: una verdadera panoplia de un artista cuyo estilo se renueva constantemente. Después de algunas semanas de convivir con él, acababas por dar algunas cabezaditas, pero sólo a ratos, como esos capitanes de barco que ni siquiera después de muchos años consiguen librarse del mareo.


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12 abril 2013

Historia de dos ciudades


No se defendió mal Dickens fuera del proletariado inglés. De hecho, pienso que esta es una de las mejores novelas históricas de todo tiempo y lugar. No es una historia de dos ciudades, sino una historia en dos ciudades (A tale in two cities), y aquí sí que creo que habría sido pertinente la traducción del artículo a. París y Londres, en los tiempos de la Revolución francesa, son el escenario de los hechos. Así como uno nunca entenderá la Edad media, ni ninguna otra época, a base de tragarse los ladrillos de mala pasta que enguarran las estanterías de novedades, es fácil hacerse una idea de las circunstancias que rodearon la gran revolución leyendo a Dickens. Pero se trata también de una gran novela de caracteres y de una excelente trama de acción.

¿Fuera del proletariado inglés, dije? En todo caso, el autor no se desembaraza del todo de esos caracteres que le han dado fama: criaturas indefensas maltratadas por brutos de esos a los que un juez habría quitado hoy la custodia de sus hijos y alejado de sus mujeres. Todos tratados, también, con la mezcla de humor y melodrama que es otra de sus marcas.

Esta edición de Bruguera que he utilizado (¡lo que le debemos a Bruguera!) va provista de unas exhaustivas notas de Salustiano Masó que no sólo aclaran los datos históricos y da cuenta de las peculiaridades del lenguaje dickensiano que se pierden en la traducción, sino que se permite ciertas ironías. Por ejemplo: "... llegó a hablarse de 12 000 víctimas en las polémicas contra la Revolución. Comparado con los terrores de los tiempos modernos, en la Rusia comunista y China, en la Alemania nazi y en la Cuba castrista, el terror francés fue obra de unos aficionados."

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10 abril 2013

Detesto fregar


Creo que El Norte de Castilla se va a hundir a base de tópicos. Se muere José Luis Sampedro y ¿cómo cree que titulan? Efectivamente: "Muere un intelectual comprometido". Esto de ser un intelectual comprometido consiste en aprovechar que uno escribe más o menos bien para publicitar unas ideas políticas como no podría hacerlo, por ejemplo, un profesional de la albañilería. Empezó Zola y ya no lo han dejado. Ni tienen por qué, claro, pero me pregunto qué añade a esas ideas el que quien las promocione sea un novelista o un poeta. Que a veces tienen ocurrencias más bien peregrinas, y si no véase aquí don Miguel. Me pregunto cuántos de los que conocen el compromiso de don José Luis han leído Octubre, octubre o La sonrisa etrusca. El amante lesbiano creo que lo han empezado muchos.

Pero además, en páginas de reportajes a color, entrevistan a una famosilla y plantan como titular: "Detesto fregar". Pero hombre, por favor. Eso (o algo con similares implicaciones) es lo que dice cualquier celebridad femenina en cuanto le arriman el micrófono. No vaya usted a confundirme, caballero. Claro que aparte de eso y de algo sobre sus preferencias sexuales, no dan mucho más de sí estas entrevistas. Tal vez una nota de compromiso. 

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06 abril 2013

Poder inmenso y tutelar


Es posible que Aldous Huxley hubiese leído a Tocqueville. Lo que este pronosticaba de modo teórico lo ilustra aquel en forma de novela, si bien exagerando en lo anecdótico.

Por encima [del hombre y su familia] se alza un poder inmenso y tutelar que se encarga exclusivamente de que sean felices y de velar por su suerte. Es absoluto, minucioso, regular, previsor y benigno. Se asemejaría a la autoridad paterna si, como ella, tuviera por objeto preparar a los hombres para la edad viril; pero, por el contrario, no persigue más objeto que fijarlos irrevocablemente en la infancia; este poder quiere que los ciudadanos gocen, con tal de que no piensen sino en gozar. Se esfuerza con gusto en hacerlos felices, pero en esa tarea quiere ser el único agente y el juez exclusivo; provee medios a su seguridad, atiende y resuelve sus necesidades, pone al alcance sus placeres, conduce sus asuntos principales, dirige su industria, regula sus traspasos, divide sus herencias, ¿no podría librarlos por entero de la molestia de pensar y del trabajo de vivir?

(La democracia en América, vol. II, parte IV, capítulo VI)
                                                  
Con todo, Tocqueville fue optimista al pensar que el individuo quedaría aislado con su familia. Huxley (más contemporáneo, al cabo) vio mejor que una de las prioridades del poder en el futuro sería acabar con la familia. Las prioridades sociales de los últimos gobiernos en Europa y América no van en otro sentido.

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04 abril 2013

Momo


Momo es una niña que sabe escuchar, lo que está muy bien, coincidiremos todos. Así que desde el principio el carácter ejemplar de la fábula queda claro. Y Momo tiene el aspecto de las pobrecitas niñas de cuento de hadas, estilo Cenicienta, o de los menesterosos de Dickens. Sabe escuchar, y eso hace que todo salga bien junto a ella, que los conflictos se resuelvan y que los juegos resulten de lo más guay.

Y llega el malo. La bruja, o la madrastra, es aquí un personaje colectivo: los hombres grises, seres fantasmagóricos que sólo existen si las personas les dejamos, y existen para robarnos el tiempo, haciéndonos creer que lo aprovechamos: clara personificación de algunos de nuestros vicios, en este caso vicios tan contemporáneos como la profesionalitis o la vacacionitis. Donde están ellos, con su odioso aspecto de capitalistas, no hay calor humano, ni del otro, pues de hecho exhalan un frío atroz.

Cuando todo parece perdido, surgen las hadas: la tortuga Casiopea y el maestro Hora, administrador del tiempo. Pero será Momo quien tenga que administrar la salvación del género humano, cuyo buen suceso, como siempre, estará asegurado sólo por la fidelidad a la misión recibida.

La imaginación de Michael Ende brilla a su altura habitual, en este caso sin el exceso de La historia interminable. Aquí la historia termina, y termina bien, como en todo cuento de hadas, siempre tan realistas.

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02 abril 2013

Por qué los políticos nunca entenderán al Papa


Cuando se hacen opciones morales, la única consideración importante es hacer la opción correcta, no la opción de la derecha o de la izquierda. El mundo ha inventado la derecha y la izquierda; Dios inventó la justicia.

"No os acomodéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, de modo que podáis discernir cuál es la voluntad de Dios: esto es lo bueno, lo agradable, lo perfecto". (Rom 12, 2)


Tal es la norma para que los cristianos tomen decisiones.


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