31 enero 2012

El sentido de la vara


Tenemos razón al denunciar el trabajo de los niños, su implicación en los conflictos armados, su falta de escolarización, la prostitución infantil, el incesto y las agresiones sexuales, pero no habría que omitir su abandono educativo, que es actualmente el problema mayoritario. La idea de pasar por un mal padre, de ser denunciado por profesores como consecuencia de un cachete lleva a los padres a no intervenir nunca. Ahora bien, si el castigo corporal no es un método pedagógico válido, puede ocurrir que un golpe sobre el cuerpo del niño obligue a comprender que ha franqueado un límite intolerable. Algunos, en efecto, no son capaces de entender una orden más que a partir de su cuerpo cuando son refractarios al sentido de las palabras. Al confundir todas las situaciones y al hacer pesar un descrédito sobre la más mínima reacción un poco viva de los padres, muchos adultos se mantienen en la ambivalencia: perciben lo que deben decir, pero no se atreven a hacerlo. Esta incoherencia no es estructurante para el niño y menos aún en el momento de la adolescencia en que las conductas de violencia alcanzarán una dimensión distinta.

A diferencia de Tony Anatrella (La diferencia prohibida) pienso que la razón de abstenerse de castigar a los hijos reside en la dificultad de distinguir al hijo de la mascota, a la que se mima y a la que se encierra (¿en el colegio?) cuando estorba. ¿Exagero? Sí, claro, pero tal vez venga en mi apoyo la costumbre de imponer a los niños nombres de ídolos o de vedettes en lugar de santos o advocaciones marianas, como otrora.

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29 enero 2012

La Orestea


Conviene leer la trilogía completa (Agamenón, Las Coéforas, Las Euménides) porque las tres conforman una unidad más estrecha de lo que sucede en otras tragedias griegas. Si lees Antígona o Medea has asistido a una obra completa, pero si sólo lees Agamenón o Las Coéforas te has quedado con una parte.

En todo caso, Esquilo es más primitivo que Sófocles o Eurípides y eso hace que la acción sea más exigua y que ocupen mayor espacio los fragmentos poéticos del coro. Es también más críptico y necesita mayor aparato de notas para un cabal entendimiento. Es, me parece, Las Euménides la pieza que presenta un mayor interés, al ser en ella donde se produce el desenlace. La batalla entre los viejos dioses (la Moira, las Furias) y los nuevos se hace aquí explícita, como paso de un régimen de matriarcado a otro patriarcal, y quizá con alguna otra implicación que se me escapa.

Lo que más sorprende a un hombre de la era cristiana es cómo los trágicos griegos hacen compatible la ausencia de responsabilidad personal con la conciencia de culpa. Una maldición pesa sobre la casa de Atreo, y esa maldición tiene la culpa de la muerte de Ifigenia y de la de Agamenón. Un dios, Apolo, ordena a Orestes vengar a su padre. Y, sin embargo, Orestes tilda de malvada a su madre y él mismo se vuelve loco después de acometer la venganza, mientras que las Furias le persiguen como a un delincuente. En fin, imagino que todo ello es consecuencia de la perplejidad del hombre antiguo ante la conciencia y la fatalidad.

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28 enero 2012

Espíritu gregario



Se refiere Claudio Magris a una parodia de Los novios, de Manzoni.

Muy a menudo la desacralización es un conformismo enmascarado, porque se dirige no ya a valores dominantes y temidos cuyo rechazo comporta un alto precio que pagar, sino a valores que, por lo menos en la sociedad cultural en la que vive el autor y de la que deriva su sustento y su éxito, ya han sido socavados y constituyen objeto de escarnio.

[...] Un escritor auténticamente libertario -y rebelde a los ídolos del mundo hasta su propia autodestrucción- como fue Joseph Roth proclamó en distintas ocasiones la difícil y creativa originalidad inherente a la fidelidad a una ley vivida y hecha propia con todo el ser de una persona y el desprecio por el espíritu gregario, tan a menudo inherente a la transgresión realizada sin querer pagar las consecuencias y además dándoselas de mártir cuando provoca alguna crítica, como quien tira la basura a la calle y se indigna, sintiéndose perseguido y por lo tanto gratificado, si un guardia urbano le impone una multa.

"Parodia y nostalgia", en Utopía y desencanto

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26 enero 2012

Quién perdonó

Otro ejemplo de cómo la derecha ha asimilado los esquemas de la izquierda: Javier González Ferrari (La Razón), dice que en la transición se perdonó el pasado franquista de muchos políticos.

Pues no, mireusted. Porque la transición la inició el propio régimen franquista. Lo que se perdonó fue el pasado criminal del PSOE y el PCE.

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25 enero 2012

Oliverio Twist


No está nada mal la traducción, antigua ya, de este Enrique Leopoldo de Verneuil, que vierte al español los nombres de pila; no por eso, claro, sino porque resulta difícil encontrar una falla en la expresión. Hay excepciones a aquella regla, como los nombres de Nancy, Betty o Charley, excepciones hechas, me parece, con buen criterio. Por su lado, Andrés Trapiello pone también un excelente prólogo. Sí, esta colección de Clásicos Universales Planeta tenía calidad.

Satisface siempre colver a los clásicos, aunque hayas visto mil y una versiones cinematográficas o televisivas. En mi caso, a Sikes y a Monks los recuerdo con la apariencia que les dio un telefilm de dibujos animados. También al Astuto Truhán. Allí los ladroncillos resultaban aún más simpáticos y los malos más grotescos en su maldad, claro.

Dickens pagó tributo a su tiempo en la expresión exagerada de las penas, y esto, lo lacrimógeno, es lo que peor ha envejecido. Pero acertó de lleno al retratar humanidades. En este sentido resulta interesantísimo su propio prólogo, donde reprocha a los muy decentes su escándalo ante el vivo retrato del hampa que aparece aquí. Los hombres, en efecto, somos capaces de grandes abyecciones y a la vez de mostrar un lado simpático. Pero, por lo que parece, había ya en su tiempo Coppolas y Scorseses que se dedicaban a abultar ese lado amable, con detrimento de la verdad. Esos no han sobrevivido. Sí lo han hecho los Fagin, Nancy, Dawkins y demás, por encima de sus antagonistas buenos, tan de cartón piedra.

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23 enero 2012

"Se trata de una tarea de urgencia"


Continúa Gómez Pérez:

A causa de la diferencia de tempus entre la institución familiar y el conjunto de las transformaciones sociales, el peligro de que el aumento de familias "desintegradas" se transforme en una sociedad decadente puede parecer algo remoto. Pero se olvidaría, en este caso, que el tempus de las transformaciones familiares, que al principio es lento, se hace más tarde prestissimo. Es, según el viejo aforismo, motus in fine velocior, un movimiento que, a partir de un determinado momento, se acelera. En una generación, en unos treinta años, puede crearse una cultura en la que se haya olvidado el significado de realidades como entrega, generosidad, sinceridad, para conjugar sólo la vieja combinatoria del vicio.

Esto se escribió, como digo, en el 83. Los treinta años están a punto de expirar. Juzgue cada cual.

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21 enero 2012

No cabe esperar,


en la situación europea de finales del siglo XX, actitudes decididas de los poderes públicos en apoyo de la indisolubilidad del matrimonio, del derecho a la vida, o en contra de la degradación de la sexualidad en pornoincultura. La alimentación del circuito ha de ser tarea privada de cientos de miles de familias. Esta tarea privada tiene, como se señaló al principio del capítulo, una indudable trascendencia pública.

Lo que no sospechaba Rafael Gómez Pérez en 1983 (El desafío cultural) es que pronto habría que poner en segundo lugar la indisolubilidad del matrimonio para dar prioridad a la defensa del matrimonio mismo. Y, aunque lo que dice es cierto, no está de más la presión sobre el poder político. Creo que eso es parte de lo que llaman democracia.

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19 enero 2012

Necesidad del mito


El mito es necesario porque el mito es la Palabra, así, con mayúscula; es la verdad. Con lo cual, Luis Alberto de Cuenca pasa por encima de aquella dicotomía que aprendimos en las clases de Filosofía, según la cual el mito se oponía al logos, siendo este propio de una sociedad, digamos, adulta, mientras que aquel sería patrimonio de culturas en minoría de edad.

Pero, si el mito es la verdad, sólo cabe concluir que, o bien todos los mitos vienen a ser el mismo, o bien cada pueblo tiene su verdad. Cuenca no llega a definirse en este aspecto, pero sí que insiste en las similitudes de personajes, hechos... que observamos en los mitos. Así, por ejemplo, la muerte y resurrección del dios. Uno ya suponía que Cuenca iba a adoptar una perspectiva de indiferentismo religioso, muy snob por otra parte, aunque no para negar lo religioso sino para afirmarlo, en una especie de globalización de lo sagrado. No distingue, pues, la Revelación cristiana de los mitos, pero, eso sí, la afirma como la más prodigiosa síntesis de todos los mitos precedentes. Sin explicarlo mucho, ni poco.

Su distinción entre mito, leyenda y cuento es más seria que todo esto, y algo superficial quizá (aunque muy propia de un mitómano) su idea de que los viejos mitos perviven en los actuales héroes del cine y del cómic. Más de acuerdo me siento con su visión de las ideologías del siglo XX, nacionalsocialismo y marxismo, como nuevos mitos; no porque sean verdad, sino por constituir una interpretación total del mundo con pretensión de verdad, incluyendo héroes individuales y colectivos.

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18 enero 2012

Cultura de la muerte


En el local se vendían, sobre todo, papelería y reproducciones de cuadros... La habitación estrecha, profunda y en penumbra, me recordó una antigua caverna con pinturas; pero la mayoría de los cuadros modernos colgados de las paredes no mostraban tanta vida como las pinturas de las cavernas.

En Ross Macdonald, El martillo azul

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16 enero 2012

Lo de "acompañamiento espiritual"

es uno de los grandes partos de la cursilería engendrada por el orgullo. En su libro (excelente, por cierto) sobre lo que toda la vida se ha llamado dirección espiritual, Francisco Fernández-Carvajal sustituye este último término por ayuda, lo que tampoco me convence porque me recuerda a una irrigación o enema, que también se llama así, y además tiene la rara virtud de convertir al director en ayudante. En fin, no sé si todos estos eufemismos atraerán más fieles, pero lo que es seguro es que alejarán a todos los que saben que la belleza (y con ella la propiedad y la discreción en el decir) es uno de los nombres de Dios.

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14 enero 2012

La cosa y otros artículos de fe


El título lleva la marca del traductor y prologuista, Enrique García-Máiquez, que sería capaz de hacer juegos de palabras en una escritura de propiedad, si le hubiera dado por notarías. De fe tratan, en efecto, estos artículos y la fe es "la cosa" del título, que lo es también de una recopilación original de Chesterton. No deja de ser oportuna su lectura en estos momentos en que Benedicto XVI ha anunciado un año de la fe.

Sabemos bien que nadie ha brillado a tanta altura como Chesterton en apologética durante el siglo que se acabó. Y lo hizo por su ingenio a la hora de trastrocar los argumentos de sus rivales. Por ejemplo: no es que el catolicismo defienda ideas viejas, sino que ha pechado con la carga de abrir paso a ideas nuevas que luego han llegado a ser comunes. Así, san Roberto Belarmino y Suárez batallaron por la idea de la democracia en un siglo XVI en que se afianzaba el poder absoluto de los reyes. No deja de ser una formulación alternativa de aquel famoso pensamiento chestertoniano: libertad, igualdad, fraternidad, son ideas cristianas que se han vuelto locas. En "¿El Humanismo es una religión?" aborda el mismo tema, haciendo ver cómo en manos modernas (de la Modernidad) ciertos puntos de vista cristianos quedan lamentablemente desvirtuados.

Chesterton es una lectura imprescindible, lo que no quiere decir que sea una lectura cómoda; para mí no lo es, al menos. Su sutileza y su ironía le convierten en lo que Vicente Marrero llamaba un mondain, pero en el sentido positivo en que Antonio Martín Puerta interpretaba este término: un polemista de guante blanco al que hay que seguir con atención para no perderse lo mejor.

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11 enero 2012

Vidas ejemplares


[Joseph] Frings era más hombre del pueblo que los demás eclesiásticos que habían conseguido sus laureles oponiéndose a la política de Hitler. Había sido objeto de las críticas junto con los mejores de ellos. En junio de 1943, una bomba había hecho saltar por los aires el refugio donde se encontraba, matando a dos monjas e hiriendo a otras cinco. Frings se remangó y ayudó a rescatar a los heridos. Su propia casa familiar había sido destruida y en ella había muerto una de sus hermanas; un hermano perdió la vida durante un ataque aéreo contra Magdeburgo; otro falleció en un campo ruso.

Frings había sido nombrado arzobispo de Colonia en mayo de 1942, tras la muerte de su predecesor, Schulte, en el curso de otra incursión aérea. Los nazis habían expresado ya su opinión sobe Frings al atacarlo en su parroquia, y Peter Winkelnkemper, el alcalde "pardo" de Colonia, había arrojado un cenicero contra el sacerdote dejándole una cicatriz de recuerdo en la cara. Debido, quizás, a que había sido testigo del sufrimiento provocado por ambos bandos en el conflicto, Frings pudo hablar en favor de las víctimas. Promero se enfrentó a los nazis; luego, a los aliados, rechazando la idea de "culpa colectiva". Desde su púlpito hizo un llamamiento a los conquistadores en favor de la justicia y el amor cristiano; exigió la liberación de los prisioneros de guerra, habló en alto contra la hambruna y contra las expulsiones en el este y pidió que se procediera con justicia en la desnazificación. También abogó por las vidas de quienes habían sido condenados a muerte por los tribunales de los Aliados. En la Navidad de 1945 lo explicó con claridad a sus feligreses. La guerra había concluido, pero la situación del momento era de sufrimiento generalizado:

Considero mi deber aliviar vuestro dolor lo mejor que pueda [...] mediante la palabra y la escritura. Siempre he dejado bien claro que la nación no es culpable en su conjunto y que muchos miles de niños, ancianos y madres son completamente inocentes; y ellos son quienes soportan ahora los mayores sufrimientos en medio de esta desgracia general.

Giles Macdonogh, Después del Reich

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10 enero 2012

Miseria de la equidistancia


Escribe un libro sobre el tratamiento médico de la homosexualidad y dedica su última parte a la "homofobia", cómo curarla y tal. No les ha bastado a los lobbies gay esa declaración de equidistancia, y se le han echado encima, justamente por alentar la homofobia. Ya ven, otra vez lo de Julián Marías: es inútil tratar de contentar a quien no se va a dar por contento.

No digo que me alegre, pero espero que escarmiente. El concepto de homofobia y, en su formulación radical, el considerarla como algo que hay que curar, forma parte de la retórica de los movimientos gay, y asumirla es dar una victoria al enemigo. Quien odia a las personas es una mala persona; pero la reacción de asco ante la conducta homosexual no sólo no es una anomalía, sino que revela una perfecta normalidad psíquica y moral. "Algunos tendrían que pedir perdón de rodillas a los homosexuales", dice. Sí, claro. Es lo que nos faltaba.

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08 enero 2012

La abadía de Northanger


Con ese título uno puede esperar una novela gótica, digo, claro, si no conoce a Jane Austen. El caso es que por ahí van las intenciones de la autora, que quiere burlarse, todo lo que le permiten sus exquisitos modos y su britanidad, de los novelones de misterio que hacían furor en su tiempo. En la abadía de Northanger, Catherine imagina encontrar misterios y crímenes, como los que pueblan su admirado Udolfo, título también claramente paródico. Pero no: sólo va a hallar amores y desamores, amistades y desafecciones, y todo envuelto en el mundo de refinada cortesía y fina elocuencia que es el contexto habitual de las creaciones de Austen.

Sorprende ver lo alargado de la sombra de don Quijote en la formación de la novela europea. Jane Austen quiso aquí poner en la picota un dererminado tipo de narración, y para ello nos presenta a una quijotesa nada loca, por cierto, pero sí con un punto de fantasía muy normal, por otra parte, dados sus diecisiete años. Es la narradora quien constantemente nos hace referencia a los tópicos novelescos de su tiempo, sobre todo en lo que se refiere a las heroínas, para contrastarlos con la figura de Catherine: "Nadie que hubiera conocido a Catherine Morland en su infancia habría imaginado que el destino le reservaba un papel de heroína de novela".

Si uno es lo que lee, sus modales, desde luego, saldrán mucho más pulidos después de una experiencia con Jane Austen. Amores y desamores, amistades y desafecciones... todo ello sin una palabra más alta que otra, con una retórica de la cortesía que llamaríamos versallesca si no fuera tan inglesa. Bueno, es la diferencia que va del balneario y la abadía a la playa o la casa rural, escenarios de nuesrreas actuales expansiones.

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07 enero 2012

Examen de conciencia



Sabía que los dos la querían. Cada cual a su manera. Pero ninguno la quería del todo. Jim la amaba en la medida en que Daisy correspondía a la concepción que él se había hecho de la mujer ideal. Su madre la quería como si fuera una proyección de ella misma, pero exigiendo que la imagen proyectada no tuviera ninguna de las imperfecciones que tenía el original.

En Margaret Millar, Un extraño en mi tumba

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