25 enero 2012
Oliverio Twist
No está nada mal la traducción, antigua ya, de este Enrique Leopoldo de Verneuil, que vierte al español los nombres de pila; no por eso, claro, sino porque resulta difícil encontrar una falla en la expresión. Hay excepciones a aquella regla, como los nombres de Nancy, Betty o Charley, excepciones hechas, me parece, con buen criterio. Por su lado, Andrés Trapiello pone también un excelente prólogo. Sí, esta colección de Clásicos Universales Planeta tenía calidad.
Satisface siempre colver a los clásicos, aunque hayas visto mil y una versiones cinematográficas o televisivas. En mi caso, a Sikes y a Monks los recuerdo con la apariencia que les dio un telefilm de dibujos animados. También al Astuto Truhán. Allí los ladroncillos resultaban aún más simpáticos y los malos más grotescos en su maldad, claro.
Dickens pagó tributo a su tiempo en la expresión exagerada de las penas, y esto, lo lacrimógeno, es lo que peor ha envejecido. Pero acertó de lleno al retratar humanidades. En este sentido resulta interesantísimo su propio prólogo, donde reprocha a los muy decentes su escándalo ante el vivo retrato del hampa que aparece aquí. Los hombres, en efecto, somos capaces de grandes abyecciones y a la vez de mostrar un lado simpático. Pero, por lo que parece, había ya en su tiempo Coppolas y Scorseses que se dedicaban a abultar ese lado amable, con detrimento de la verdad. Esos no han sobrevivido. Sí lo han hecho los Fagin, Nancy, Dawkins y demás, por encima de sus antagonistas buenos, tan de cartón piedra.
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