29 abril 2011

Dante, poeta del mundo terrenal


Algunos datos (presentes, en concreto, en al apartado que él titula "La historia de Cristo") permiten aventurar que Erich Auerbach no es, digamos, un firme creyente en los misterios del cristianismo. Y, sin embargo, sorprende hasta qué punto conoce esos mismos misterios: bueno, hasta el punto, podríamos decir, en que es necesario conocerlos para hacer una interpretación mínimamente seria de la Comedia dantesca. Pero no en vano en Alemania la Teología ha tenido siempre un rango de honor en los estudios universitarios, aunque no se trate solamente de teología católica. Es algo de lo que harían bien en tomar buena nota los agnósticos españoles de hogaño, y sobre todo los que diseñan los planes de estudios.

El caso es que Auerbach nos dio aquí un trabajo sobre la obra de Dante perfectamente a la altura de lo que dicha obra requiere. Sin desdeñar lo que la Comedia tiene de profundización en la doctrina cristiana sobre el más allá, el autor intenta poner de relieve lo que ella (y toda la poesía dantesca anterior) nos revela sobre la humanidad tal como se encuentra aquí y ahora, en el más acá. Solamente la introducción histórica (un recorrido por la cultura europea de Homero al dolce stil nuovo) es ya impresionante.

Nota redactada en mayo del 2010

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28 abril 2011

Darles por inútiles


Como siempre, tras los primeros pasos radicales, el ambiente tras una reforma se serena. Unos de los tics de la LOGSE fue la alergia a la repetición de curso; lo que se intentaba justificar de mil modos pintorescos, e incluso oí a algún discípulo tardío e insólito de dicha ley hablar de "dejar en la cuneta" a un chaval cuando se le hace repetir. A fin de cuentas, como traía Toni Sala en su justiciero libro (Crónica de un profesor en Secundaria) todo venía a reducirse a esta explicación: "repetir no les serviría de nada". Y es el propio Toni Sala quien, como tantas veces, da la respuesta ajustada con la simple aplicación de la lógica:

-Pero eso es darles por inútiles, ¿no?

Cierto: dejar a un chaval en la cuneta es engañarle con diversificaciones, llevarle de la manita para saltar y hacerle creer que ha conseguido la medalla como los campeones. Cuando de verdad se cree en él se le da otra oportunidad y las que sean razonables. Por fortuna, las aguas parecen volver a su cauce, al menos en ese aspecto, aunque el mal que se ha hecho y el que se sigue haciendo no es despreciable.

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27 abril 2011

La hoguera, la hoguera, la hoguera


¿Por qué recuerdo esta canción de Javier Krahe al oír la historia de la modelo? Abortos hay de muchos tipos: por succión, por solución salina, por nacimiento parcial...

Pero dejadme, ay, que yo prefiera / la hoguera, la hoguera, la hoguera...

La modelo, embarazada de mucho, de casi todo, fue al abortador sin ropa interior y haciendo posturitas a lo Instinto básico. Tal vez por eso, oh distracción, el siniestro cirujano le sacó el intestino, todo, todo, en lugar de... (¿cómo llamarán los abortadores al feto?) Pero el niño, ay, siguió naciendo. Como que nació. Y allá les tienen, corriendo al hospital, el de verdad, donde le ponen de nuevo a la tipa los intestinos en su sitio, y en cuanto a la cosa... la cosa al incinerador, envuelta en pañales:

la hoguera tiene / ay qué se yo / que sólo lo / tiene la hoguera...


(La historia la cuenta la propia exdirectora de la clínica negra, en el documental Blood money, ya en DVD.)

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26 abril 2011

La obra de William Faulkner


Poca gente leía en España a Faulkner en 1953, época de esta conferencia. Pero existían algunas traducciones, de Santuario y alguna obra más. El propio estilo oscuro del autor contribuía a hacer de él un novelista de minorías. Pero el hecho de que se dictara esta lección en el Ateneo de Madrid en la época del primer franquismo muestra que la supuesta represión de la cultura en aquel régimen no pasa de ser, no diré ya un mito izquierdista, sino una vulgar calumnia, creída alegremente por quien está dispuesto a creerlo todo. Porque el ambiente de las novelas de Faulkner, descrito admirablemente por Francisco Ynduráin, contrastaba de modo violento con el rígido moralismo de aquella España. Desconozco cuál fue la difusión de Santuario, por ejemplo, o si sufrió algún tipo de mutilación, pero es difícil saber qué censurar en una novela plagada de perversidades como esta.

Otro asunto que me ha llamado la atención: no he leído Sartoris, pero por lo que cuenta Ynduráin debe de tratarse de algo muy parecido a Cien años de soledad: historia de varias generaciones de una familia, algunos de los cuales participan en las guerras de su país, pero cuyo espacio local (imaginario en ambos casos) se caracteriza por un singular aislamiento y primitivismo, donde lo fántástico surge de modo natural en medio de la realidad. Cada vez tengo más la impresión de que García Márquez es un buñuelo de viento hinchado por la propaganda.

Nota redactada en febrero de 1999. Es uno de esos folletos de la colección "O crece o muere" de la editorial Arbor, época de Pérez Embid, difíciles de localizar pero interesantes.

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25 abril 2011

Impresionante cierre,



por profético. El del primer volumen (1835) de La democracia en América, de Tocqueville.


El americano lucha contra los obstáculos que le opone la naturaleza; el ruso está en pugna con los hombres. El uno combate al desierto y a la barbarie; el otro, a la civilización revestida de todas sus armas; las conquistas del norteamericano se hacen con la reja del labrador, y las del ruso con la espada del soldado.

Para alcanzar su objetivo, el primero se apoya en el interés personal y deja que actúen, sin dirigirlas, la fuerza y la razón de los individuos.

El segundo concentra en un hombre todo el poder de la sociedad.
Uno tiene por principal medio de acción la libertad; el otro, la servidumbre.

Su punto de partida es diferente y sus caminos, distintos; sin embargo, cada uno de ellos parece llamado por un secreto designio de la Providencia a tener un día en sus manos los destinos de medio mundo.


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20 abril 2011

Gaudium cum pace



Es, sobre todo, eso lo que me atrae, lo que me impresiona... La alegría... Yo que he conocido a tanta gente riéndose a carcajadas, maliciosa, llena de caprichos, aparentemente con la vida más agradable que pueda soñarse... Y detrás, siempre, algo como desesperación, o vacío, o necesidad implacable de no aburrirse, de no estar sin hacer nada un solo momento, de no quedarse quietas unas horas, por miedo de aburrirse... Yo que he conocido a tanta gente que hace problemas de tonterías, y hasta fingen tragedias por encontrar algún interés a sus vidas... Yo no sé de una sola persona que estando profundamente alegre pueda disimular esto; ni tampoco de alguna que finja alegría sin tenerla, que al fin no se descubra... Yo te digo, Antonio, que la alegría de las carmelitas es algo muy sereno, profundo, verdadero, imposible de fingir... Y, pobres mujeres, yo que siempre pensé que las órdenes contemplativas eran una cosa inútil, absurda y feroz... Yo... Las he envidiado...



Tiene razón Paulina (Carmen Laforet, La mujer nueva). Yo lo he visto, aunque no recuerdo si eran carmelitas, creo que no. Fue en una visita con mi grupo de catequesis y se lo dije públicamente, por justicia y por si aquellos cenutrios no se daban cuenta.



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19 abril 2011

Diario de un niño tonto


El diario de un niño es sólo el pretexto formal para ensartar agudezas al estilo de La Codorniz: una visión del mundo desde el punto de mira insólito de alquien a quien no le funciona el sentido de la lógica. Puede decirse, como se ha dicho, que es la crítica a un universo lastrado por las convenciones, una ruptura con el tópico, y todo eso es cierto, pero muchas veces no es más que un intrascendente jugueteo con el lenguaje, sin ánimo de tomarse en serio cada salida de Tono, por utilizar otro juego de palabras que seguramente ha oído mucho el autor. Junto a disparates y ocurrencias más o menos graciosas, se percibe a veces un irónico despego de los idealismos, por ejemplo del amor en el sentido romántico: la caricatura que hace la última página del Diario es, en este sentido, definitiva: "comprendí que el amor no era lo que yo me había figurado, y fui y me casé con tu madre". Otro de los mejores momentos es la página 61, donde vislumbramos el secreto de la fuente de este humor absurdo: el aburrimiento, el mortal aburrimiento de la vida de nuestro tiempo: "¿qué más da vivir como una lechuga que como un hongo?", reflexiona el padre cuando el niño le dice que acabaremos viviendo como las lechugas. De todos modos, Tono no está teniendo fortuna editorial: esta colección de humor La mandíbula batiente, de Ediciones Mascarón, no es de ahora mismo y tampoco es un prodigio de esmero en la presentación, pero por lo que puede verse editó cosas de calidad, como las Memorias de Mihura o el Relato inmoral de Fernández Flórez.

Nota redactada en marzo del 2001. La portada que reproduzco no es de la edición que utilicé. Al parecer fue editado también por Temas de hoy, en la colección "Clásicos del humor"

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18 abril 2011

Jo, si no faltan.


... aunque es paradójico, no faltan legisladores que, haciendo profesión de libertinaje moral, pretenden imponer deberes morales a sus súbditos.

Álvaro d´Ors, La violencia y el orden

Claro. Toda conciencia violentada necesita un tranquilizante. Es lo bueno que tiene Berlusconi. No se inventa leyes grotescas para legitimar lo ilegitimable.

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17 abril 2011

En la vil fantasmagoría sexual en que se había convertido mi vida doméstica,


nunca había cruzado aquella línea en concreto, que sé que es la que muchos esposos mujeriegos cruzan sin el menor escrúpulo, y con esto me refiero a proyectar los pecados propios sobre la esposa injuriada, ya sea acusándola de infidelidad o de animar con sutileza una aventura autojustificadora. "Todo el mundo lo hace" te libra de la carga moral, y entonces todos podemos ser sofisticadamente depravados.

Jake Mishkin, en Michael Gruber, El libro del aire y de las sombras

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14 abril 2011

El diario de la felicidad


Por supuesto, antes de cualquier otra consideración, hay que decir que de estas páginas emerge una figura gigantesca desde el punto de vista humano. Alguien que de la honradez intelectual sabe dar el paso hacia la santidad. Aunque aquí se trasluce todo el horror del sistema represivo socialista, Nicolae Steinhardt no carga las tintas en todo lo que le hicieron sufrir, sino en cómo la cárcel le abrió las puertas de la gracia y le sirvió para unirse a la cruz de Cristo. Steinhardt era un hombre que valoraba las virtudes humnanas de la fortaleza y la prudencia (la estupidez es un gran pecado, repite con frecuencia) y ellas le facilitaron el acceso a la fe, la esperanza y la caridad.

Pero el cristianismo fue también la puerta hacia la felicidad y la alegría, para las cuales su alma estaba también preparada: alguien que llama bughi mambo rag a las conversaciones de fondo en la celda tiene que ser necesariamente un optimista incorregible. Este bughi mambo rag (una especie de etiqueta de blog) puede parecer superfluo, pero muestra cómo no sólo él, sino la mayor parte de los presos estaban dispuestos a dar un sentido a su permanencia allí.

Una especie de blog es, en efecto, este libro, donde las vivencias de la cárcel se alternan, de modo caótico, con hechos de su vida anterior y posterior a ella (antes de 1960 y después de 1964) y con abundantes y agudísimas reflexiones sobre sus lecturas, a las que sabe dar, por cierto, una interpretación cristiana que es el segundo elemento más sorprendente de este libro sin desperdicio.

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13 abril 2011

La fe de Unamuno


De tan oscuro y debatido asunto hace Charles Moeller un buen resumen:

Unamuno sabía que su "querer creer" no era la verdadera fe, sino una lucha permanente, cuya "incertidumbre" irremediable le carcomía. Pero nunca se recreó en esta duda, como Sánchez-Barbudo parece decir a veces; pues si, objetvamente, su "fe" era "duda", para él era la antítesis de la "certeza atea", que condenaba en los racionalistas y ciencistas de su tiempo.

(En Literatura del siglo XX y cristianismo, por supuesto)

En todo caso, si no se recreaba, hizo explícita apología de la duda en más de una ocasión.

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12 abril 2011

Estado represivo y estado permisivo


La caza tiene mala imagen entre los ecologistas; la caza de animales, claro está, porque la caza de hombres les trae absolutamente sin cuidado. Un país donde el crimen tiene las manos libres tiene hoy día mejor imagen que otro país donde al crimen se le reprima como se merece. Llegamos así a una de las penas cuya abolición señala el paso de la sociedad represiva a la sociedad permisiva: la pena de muerte. Los abolicionistas de infantería, gente en su mayoría aún más ingenua que la tropa ecologista, sostienen que el Estado no puede ponerse a la altura del criminal, disponiendo libremente de la vida humana. Los que esto dicen olvidan que el Estado tiene una responsabilidad que no tiene el delincuente, que es la de proteger a sus súbditos o a sus ciudadanos contra la delincuencia. El Estado represivo -que daba más importancia a la libertad social que a la libertad política- entendía que la libertad de sus súbditos debía ser protegida con penas rigurosas, a las que atribuía no sólo un efecto disuasorio, sino algo mucho más real, un efecto de temor reverencial. El Estado es un monstruo que, cuando no infunde terror, mueve a risa. El Estado permisivo -que da más importancia a la libertad política que a la social, es decir, que le importa más la libertad en la teoría que en la práctica- pone en pie de igualdad a todos sus ciudadanos y procura, en nombre de la libertad, no hacer discriminación entre quienes cumplen la ley y quienes la quebrantan; lenifica o suprime las penas para estos últimos, y a los primeros les aconseja que se defiendan por sus propios medios, aunque, eso sí, si se exceden en la propia defensa, los castiga como si fuesen criminales. El Estado permisivo así, a primera vissta, hace estas cosas para hacerse simpático, para tener buena imagen y con ella inspirar amor, pero lo que consigue, por buena imagen que tenga de fronteras afuera, es ser el ogro de sus ciudadanos inofensivos y el hazmerreír de sus ciudadanos violentos.

Aquilino Duque, "El cazador y el libertino", en El suicidio de la modernidad

Pongan escuela donde dice Estado, y vara de avellano donde dice pena de muerte, y clavado, oigan.

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11 abril 2011

La ternura del hombre invisible


Una de dos: o esta novela va en serio o es una parodia de las filosofías de la sospecha. Si es lo primero, se ha pasado de rosca, pero no una sino varias vueltas. Si es lo segundo, resulta poco menos que genial.

El tema podría enunciarse con un título de Torrente Ballester: yo no soy yo, evidentemente. Un tío vuelve a su casa en avión y resulta que su mujer no lo reconoce. Ojo: la señora afirma que no es él porque se le parece demasiado, átame esa mosca por el rabo. A partir de ahí comienza una serie de disquisiciones acerca de la identidad que causa auténtico vértigo y que se mezcla con una técnica narrativa de planos múltiples, pues la narración principal, en primera persona, resulta ser un manuscrito enviado a un segundo narrador que se reconoce en el primero hasta en el nombre, pues le llama mi homónimo. Este pone abundantes notas a pie de página que llaman la atención sobre los puntos oscuros del manuscrito, y es autor de unas glosas que titula "Al margen", situadas al final de algunos capítulos, con parecida finalidad. Algunas obsesiones de Carlos Rojas salpican el relato: la duda de si estamos en la tierra o en el infierno, la resurrección o la vida eterna como una condena (hay alguna alusión al Lázaro que protagonizará Auto de fe)...

Uno se pierde entre los múltiples episodios que parecen pretender una significación propia cada uno de ellos, y abundan los diálogos kafkianos junto a las detalladas impresiones del pasado y del presente del narrador. Un conjunto desconcertante al que salva la indudable calidad de la escritura de Rojas.

La novela es de 1963 y hoy se ha hecho, ella misma, invisible, salvo para algunos que tenemos la suerte de disponer de biblioteca escolar con algunas de estas rarezas.

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08 abril 2011

2001 Odisea del espacio, revisitada


Y lo que son los tiempos: el vértigo espaciotemporal del astronauta Dave, volando de Júpiter al infinito, me pareció en su día el non plus ultra de la fantasía audiovisual, de modo que el resto de la película quedaba como un relleno. Hoy, saturados todos de este tipo de espectáculos, no me ha entusiasmado más que unos fondos de pantalla de ordenador.

En cambio, me ha gustado el suspense que Kubrick sabe imprimir a una trama tan metafísica, he disfrutado como una tonta con el ballet de las naves espaciales, casi lloro con la muerte de HAL y, por supuesto, no pierden su magia el mono y su tranca pegando el salto evolutivo a los compases de Zaratustra. Y siempre pienso en lo que dice Clarke como conclusión del prólogo de la novela: "la realidad, como siempre, será mucho más extraordinaria". Aunque quizá no tan espectacular.

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07 abril 2011

Dolabella


Antonio Prieto, está claro, no se conforma con una visión superficial del arte narrativo. Su palabra trata siempre de penetrar hasta la última motivación, el último movimiento del alma. Es la suya una narración interiorista, y de sorprendente belleza.

Su afición a la Roma clásica le hace tener un concepto pagano del amor. Nada de compromisos firmados, nada de hijos. Y eso hace que la relación entre la voz narrativa y Dolabella tenga un final tan amargo, tan de retirada a tiempo. Ese parece ser el sentido de la ruptura llevada a cabo por la amante: quizá debamos acabar esto en el mejor de sus momentos, para conservar un buen recuerdo. Pero todo acaba diluido en el vacío, en el absurdo.

Es audaz Prieto al plantear en su obra una correspondencia, un cóctel entre el amor al estilo ovidiano (o properciano, pues es Propercio el mentor amoroso de nuestro protagonista) y la peripecia histórica de la transición española. Ahí tenemos a nuestro hombre, dividido entre su papel de cronista de Lot (nombre de Felipe González en la ficción de Prieto) y su papel de amante a la romana, haciendo ceder siempre el segundo a favor del primero. Desconozco si el novelista ha querido sacar alguna conclusión de esta mezcolanza, pero me es difícil imaginar dos mundos tan distintos, quizá porque todo lo relacionado con el Partido Socialista Obrero Español me ha resultado siempre atrozmente vulgar.

Nota redactada en marzo del 2002

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06 abril 2011

En democracia no hay censura.


Le Monde, en su sección de libros "Le Monde des livres", otorga buenas o malas notas a los autores en función de la medida en que reflejan lo que cierta crítica ha dado en llamar las coordenadas "culturales trotskistas". El comité editorial de este periódico apoya abiertamente la supresión de las ideas que tiendan a promover la insensibilidad hacia el pasado de Vichy o hacia cualquier reminiscencia de los colaboracionistas, que participaron en el gobierno de Vichy. La ley Gayssot, introducida en julio de 1990 por un diputado comunista, y aprobada con el abrumador respaldo de los socialistas, propone castigar los delitos de opinión, actos criminales consistentes en negar el holocausto nazi o en efectuar manifestaciones de odio hacia grupos religiosos y étnicos. Esta ley fue elaborada y aplicada para prevenir o inhibir la crítica a la inmigración y a la creciente presencia islamista en Francia, y las respuestas a los ataques a la identidad católica francesa. Le Monde, Liberation, Le Point, Nouvel Observateur y la mayor parte de la prensa francesa abogaban por la supresión de las ideas reaccionarias, y las coaliciones de centroizquierda de Europa central y occidental han introducido legislaciones similares a la Ley Gayssot. En julio de 1993, Le Monde, a instancias de Plenel, publicaba a la cabeza de un listado de nombres de famosos académicos y periodistas, incluido el semiólogo y novelista italiano Umberto Eco, un "Llamamiento a la vigilancia" dirigido contra la "alianza rojiparda" que se suponía una amenaza a la democracia europea. Los signatarios expresaban su preocupación por el hecho de que, a menos que fuera amordazada, esta creciente oposición a una Francia multicultural, incluida la izquierda disidente y la derecha nacionalista, podría poner en peligro la sociedad que los progresistas estaban intentando construir.

Paul Edward Gottfried, La extraña muerte del marxismo

Oh, no. Ni conspiraciones judeomasónicas. Hay "llamamientos a la vigilancia". Y "alianzas rojipardas".

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05 abril 2011

El negro artificial y otros escritos


Los "otros escritos" son pequeños ensayos, junto con otros siete cuentos, y la mezcolanza se justifica teniendo en cuenta que Flannery O´Connor es aún poco conocida en estos pagos. Llegar a los ensayos (sobre todo a los dos primeros) fue una delicia, porque rara vez he visto reflexionar con tanto seny sobre la narrativa y sobre el novelista católico. Por contraste, resulta irritante la postura cerril del que piensa que "un católico tiene el cerebro lavado", como cita la propia O´Connor de uno de estos tipos. De hecho, uno va a cualquiera de los cuentos de este volumen y no se ve el lavado de marras por parte alguna. Podría (en apariencia) haberlos escrito cualquier no católico, aunque sólo cuando lees el comentario de la propia autora te das cuenta de que en ellos aparece un factor añadido, que es la gracia, la gracia de Dios, claro. Hablo por mí, ojo, cuando digo eso de "sólo cuando lees el comentario..." Un lector inteligente puede captarlo por sí solo. Y, desde luego, se capta en "El negro artificial", donde la autora cede a la tentación de explicar el final, explicarlo en el mismo cuento, digo. Los tíos obtusos que sin embargo gustamos de la narrativa le hubiéramos agradecido que lo explicara en una nota aparte.

Nota redactada en noviembre del 2007

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04 abril 2011

Ir delante


Muchas veces recuerdo una frase ingeniosa y aguda de Quevedo: "Para que se anden tras ti todas las mujeres hermosas, ándate tú delante de ellas." Cuando se dice a las gentes lo que les gusta oír, lo que se espera que se les diga, es fácil que vayan detrás de uno, pero poco vale ese seguimiento. La misión del que habla a sus hermanos, especialmente la misión del sacerdote, no es decir lo que gusta o se espera de él, no es ir delante de los deseos de los demás; es decir la verdad: la verdad revelada y lo que humanamente se cree, la verdadera interpretación de esa verdad.

Julián Marías, Sobre el cristianismo

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01 abril 2011

Me suena. Yo también los he visto


Nicolae Steinhardt coincide en un hotel con un grupo de cristianos que asisten a un congreso.

Por muy mundano que seas, no es posible no sentirte atraído por estos hombres, todos tan limpios. Mucha ingenuidad, teología sumaria, en la mayoría de los casos una cultura general reducida y unas concepciones a menudo cándidas. Pero también frescor, encanto, una impresión de habitación bien aireada, sin huella de subterfugio, engaño, escepticismo o fermentación.

(En El diario de la felicidad)

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