29 noviembre 2015

Estoy harta de ser una tonta.


Carabel no ignoraba que cuando una mujer asegura estar harta de ser una tonta, es precisamente cuando se dispone a hacer una tontería.

En Wenceslao Fernández Flórez, El malvado Carabel

Llevado al plano colectivo, el debate podría ser interesantísimo.


27 noviembre 2015

Carl Mann: "In rockabilly country"


Después de reinventarse en 1980, Carl Mann trató de aprovechar el filón con este In rockabilly country. El resultado fue, desde mi punto de vista, muy bueno, pero quizá no tanto para las ventas. En Goher Shop ya estaba entre los baratos cuando salió (nada que ver esas quinientas y pico con las ochocientas que costaba por entonces el Gideon de Kenny Rogers, por ejemplo).

Muy bueno porque la colección de canciones, entre los dos estilos que insinúa el título, son excelentes y Carl Mann y su banda las interpretan bastante bien, salvando esa dichosa manía de ondular las notas finales. En las piezas rockeras la técnica es muy parecida a la de Sleepy Labeef, con una voz grave y solos de guitarra y piano alternando. En los lentos tiene más protagonismo la steel guitar.

Como en el disco anterior, la mitad más o menos son de cosecha propia y el resto versiones. Ramona queda mejor en su voz y su guitarra que en las de los Blue Diamonds o los Tres Paraguayos, tan empalagosos ellos. Y por muy Willie Nelson que sea, prefiero este Blue eyes crying in the rain al suyo. Hasta puede resistir la comparación con la Nitty Gritty Dirt Band en Sunny side of the mountain. Lamentablemente, menos de la mitad del repertorio está disponible por la cara, y en el mercado predomina abrumadoramente el Carl Mann de los 50, que encuentro menos atractivo.

__

22 noviembre 2015

Los renglones torcidos de Dios


Voy a ser poco original, porque no voy a hacer sino alabar una novela que se ha vendido como chuches y se ha leído, no me cabe duda, hasta el punto de merecer una edición conmemorativa, creo que a los treinta años, en el 2009.

De Torcuato Luca de Tena, desde Edad prohibida, siempre me espero lo mejor. Esta vez superó todas mis expectativas. Tal vez los problemas humanos que plantea se queden al nivel de lo psiquiátrico, de lo moral y de lo social, pero el modo de afrontar esos problemas y de mostrarnos la psicología, tal vez no muy compleja, de los personajes resulta deslumbrante. De hecho es una novela psicológica, social, ejemplar, policíaca, documental, todo ello en las dosis requeridas para satisfacer a un sector amplio de público sin quedarse en las banalidades de los bestsellers habituales.

Es un bestseller, sí, y de ello da fe, de entrada, el propio glamour de la protagonista, que se une luego a otros elementos como los anabolizantes didácticos, para emplear la expresión de David Viñas; los toques de horror y de sensualidad, desde luego el suspense e incluso los momentos de emoción aventurera. Pero, insisto, todo ello se halla medido con primor y nada resulta excesivo. Y el toque de genio, como suele suceder en este hombre, está en la estructura narrativa, aquí consistente en un habilísimo jugueteo con el lector acerca del carácter de la protagonista, que nos mantiene en un constante vaivén: ¿loca?, ¿cuerda?, hasta el mejor final feliz del último medio siglo (por no pillarme los dedos).

__

19 noviembre 2015

No somos Grecia... pero nos damos un aire.


          Si hubiera entrado usted en la academia de policía en la época en que yo estudiaba, le hubieran pedido un certificado de buena conducta, jovencito—le dice—. Después de la dictadura, el certificado de buena conducta quedó suprimido y sustituido por un certificado no oficial de convicciones progresistas. Zeologuis era especialista en la entrega de certificados de convicciones progresistas. Por eso subió tan rápido en el escalafón académico.

            —De acuerdo, pero ¿y el tribunal que debía evaluar la tesis? –pregunta Papadakis.

            —El tribunal ya había decidido aprobar esa tesis, de modo que ni se tomó la molestia de leerla. —Respira profundamente y se vuelve hacia mí—: En el mejor de los casos, Zeologuis era un académico mediocre, señor comisario. Su poder no derivaba de sus conocimientos de derecho. Provenía de los sindicatos y organizaciones estudiantiles, que le seguían y le apoyaban. En la Facultad de Derecho no sucedía nada que él no aprobara.

En Petros Márkaris, Pan, educación, libertad


17 noviembre 2015

Yo soy Juana de Arco. O Charles de Gaulle


Puede que lo que voy a decir parezca una salvajada, pero el hecho es que no me llaman nada esas demostraciones colectivas de consternación que suelen organizarse tras una masacre en suelo europeo o norteamericano. ¿Ahora nos desayunamos con el misterio de iniquidad? ¿Nunca ha matado la gente, por un montón de causas, unas más explicables, otras menos? No estoy justificando nada, simplemente constatando que el ser humano, a veces, comete maldades, y no puede uno comportarse como si eso fuera cosa de la famosa Edad Media.

La gente mata y es terrible, pero en lugar de horrorizarse como niñas bobas lo que procede es que quien tiene el monopolio de la violencia en los Estados de derecho persiga a los criminales, los cuelgue de los compañones en sentido real o figurado y tome rápidamente las medidas encaminadas a evitar una repetición del acto. Por supuesto, no deben faltar las honras fúnebres, públicas y privadas, a las víctimas. Pero tal vez sobren esas solemnes representaciones de un horror por lo demás efímero, sobre todo cuando, como suele suceder, se conciben como alternativa a la represión, que se entiende como  venganza, y las anima un sospechoso espíritu de equidistancia y de compunción por la parte que se supone que le tocaría a nuestra sociedad por haber hecho actuar de modo tan espantoso a esos muchachos a quienes han idealizado los libros escolares y la grotesca clerecía instalada en los centros de enseñanza.


14 noviembre 2015

Super Country Hits


Este es el primer volumen de la serie, y por eso no lleva ordinal; o no pensaban en una continuación o no quisieron pillarse los dedos. Lo mejor, desde mi punto de vista, es el Folsom Prison blues de Charley Pride, el único negro que triunfó en el country y normalmente con temas ajenos. Este de Johnny Cash lo interpreta a un ritmo más rápido y le queda bordado. De hecho lo que más me gustaba del Young love de Connie Smith era el final, porque daba paso a Folsom.

Hay un Riders in the sky instrumental (son los mejores) a cargo de unos Pridesmen que tal vez sean los músicos de Charley Pride, no sé. Y, si Dolly Parton se carga el In the ghetto de Elvis Presley, Hank Snow cuaja un estupendo Frankie and Johnny, pieza que también interpretó el Rey con fortuna regular. A Jim Reeves siempre es agradable escucharle (aquí con I love you because, también en el repertorio de Pelvis desde su mocedad). Lo demás, cosas discretas de gente famosa en esta escena: Jerry Reed, Waylon Jennings, Dottie West, Jimmy Dean, Charlie Rich y Skeeter Davis.

__

12 noviembre 2015

Sonata de primavera


Bradomín llega a uno de esos lugares frondosos con alguna que otra ruina y llenos de colores, olores y rumores. Se entrevista con marquesas y obispos y conoce a jovencitas tan etéreas como sensuales. Alguien se muere en la cama mientras suenan las fuentes y cantan las niñas. Nadie levanta la voz salvo, tal vez, en el momento supremo, en forma de chillido. Nadie corre, salvo quizá para acudir al grito, en el mismo momento. Todo el mundo siente nostalgia. Se goza la melancolía, se saborea a veces. La santidad es una estampa conventual a la que Bradomín sueña con añadir el toque maestro de la profanación elegante. De vez en cuando el contrapunto de lo carnavalesco, a lo Venecia, claro, no a lo Tierno Galván. Pero no está ahí la estilización del pecado, sino que ha de surgir en el escenario más místico, a ser posible brotando de la virtud misma, o de su apariencia. Y tal vez acabe pagando el inocente. Todo eso y muchos más tópicos es el Valle-Inclán de las Sonatas. Algo fácil de parodiar, quizá, pero le sirvió como rodaje para lo que después fue el esperpento, una especie de negativo de todo este mundo. Y en todo caso sigue siendo una delicia.

__

09 noviembre 2015

Psoadas


Sánchez esgrimió el divorcio como una conquista social, al atribuir la ley española a su propio partido, en una nueva muestra de esa tendencia del PSOE a considerar que ellos inauguraron la democracia. El divorcio, sin embargo, no es sino regresión a épocas de cabezas duras, según la conocida sentencia evangélica, y su regulación legal, tal como se viene practicando, un atentado del Estado contra la sociedad. En efecto, pues, si el matrimonio (y la familia, por tanto) es el pilar de la sociedad, establecer por ley la disolubilidad del primero es torpedear la línea de flotación de la segunda. Aunque una pareja pueda decidir no disolver su matrimonio, ante el Estado el suyo será siempre un matrimonio disoluble. Nadie tiene derecho a contraer, en estas circunstancias, un matrimonio indisoluble, aunque pueda mantenerlo indisoluto.

...

Y otra vez Franco. La consigna no ha variado: hay que seguir agitando el espantajo. Que lo saquen del Valle de los Caídos, es esta vez el pretexto. Y la misma trampa saducea de siempre: a ver, señores de la derecha, defínanse. Si acceden a condenar el franquismo, con el gesto que sea, reconocen que ellos eran los malos de la guerra y los socialistas los buenos; si no acceden, vean, señores: todo eso del centro reformista y tal y cual esconde al franquismo de siempre. ¿Se acabará con eso la crisis, el paro, la amenaza separatista...? Ca: todo eso importa relativamente. Lo esencial es que se quiten los otros de en medio. Hablamos de los que inauguraron la democracia, según Sánchez.


04 noviembre 2015

Algo que se suele olvidar

acerca de por qué el varón solía legislar a su favor.

A la sociedad natural de hombre y mujer le incumbe la preservación de la especie. Si esa unión presocial –antisocial a veces—no puede dejar de ser asociación puesto que un mínimum de connivencias tiene que haber entre los asociados, es evidente que la honestidad respecto al capital común es la primera base. Esto es lo que legisló el hombre desde el principio de los siglos, por la sencilla razón de que en cuanto a fidelidad en la administración era el hombre el que se encontraba en inferioridad de situación, el hombre es el que podía ser estafado; la mujer, no.

Rosa Chacel, "La mujer en el siglo XX. Comentario a un libro histórico". En Tiempo de historia, nº 67, 1980.

Por supuesto, cuando esa sociedad natural importa tanto como para ser pisoteada sin piedad, el hombre puede jugar a que repara viejas injusticias, con legislaciones igualitarias o positivamente discriminatorias.

                                                  

02 noviembre 2015

Crazy Cavan´n´The Rhythm Rockers: "Live at the Rainbow"


Había en las estanterías de Simago, impregnados de olor a palomitas, muchos casetes del sello Charlie, distribuidos aquí por Auvi, que solo esperaban el oído que supiera apreciarlos, el mío, claro. De hecho me divertí como un enano durante muchos años con el directo de estos tipos: doce ráfagas de sonido nervioso al servicio de ese vértigo que tanto demoniza Alfonso López Quintás como opuesto al éxtasis que toda buena música debe causar. A lo mejor tiene razón, pero no me preocupa.

Ya he hablado aquí de Crazy Cavan y su banda: rockabilly británico, con estética de teddy boy. Esta cinta fue mi primer contacto con ellos, primero y decisivo. En el escenario de este Rainbow sueltan versiones y cosas propias, como es habitual en toda banda de estas características. De las versiones, la más curiosa es la de Ol´Black Joe, por tratarse de una pieza del siglo XIX, de un tal Foster, un clásico del folklore norteamericano. Constituye el principio del fin del concierto, por decirlo así: un broche de oro que se continúa con una de las más conocidas piezas de su autoría, My little sister´s gotta motorbike (aquí junto con la anterior), en la que Cavan no se corta en hacer el burro imitando el sonido de la moto, que en la versión de estudio aparece sintetizado. Y culmina con Real gone lover, original de Fats Domino, dentro del cual incluyen la despedida, antes de que acabe la canción con un berrido, cosa que me resultaba emocionante, ya ve usted.

__