26 marzo 2013

Modernidad



Quien, cuando muere, puede decir: "He abarcado tanto mundo como he podido y lo he transformado en mi humanidad", ha conseguido su fin.

(Citado por Rüdiger Safranski en Schiller...)

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24 marzo 2013

Historia de la Iglesia en España 1931-1939


Este es un libro de historia, y con esto digo que no es de divulgación histórica. Se halla repleto de referencias bibliográficas y documentos que constituyen (supongo que como en todo libro de historia) lo más jugoso de los dos volúmenes, muchos de los cuales (de los documentos) aparecen en las notas, por lo que conviene no perdérselas.

Por Iglesia entiende Gonzalo Redondo no sólo la jerarquía, sino todos los que de un modo u otro se llamaban católicos, o al menos cristianos (la parte dedicada a Unamuno es amplia e interesante). Esto supone una cierta novedad pero no se aparta de lo ortodoxo, puesto que la Iglesia es la comunidad de los bautizados. Se divide, como he dicho, en dos respetables volúmenes, nada fáciles de localizar hoy día, correspondientes a los años de la República y de la Guerra Civil, respectivamente, y cada uno estructurado en capítulos que dan mucho más de lo que prometen en el título.

Pero lo más apreciable de toda la obra es la perspectiva empleada, que ve el enfrentamiento entre los españoles como la precipitación de ciertas tendencias que actúan desde que se inició la modernidad, y que podríamos cifrar en el laicismo (primero liberal, luego "democrático" o socialista) y el tradicionalismo, dos caras, para el autor, de una misma moneda. Lo curioso es que las dos tendencias sobreviven en un plano, el político, que es el más superficial, ya que a principios del siglo XX la cultura de la modernidad entra en crisis, y son los espíritus más selectos de la época quienes dan cuenta de ello al reflejar en sus obras un mundo incomprensible, carente de fundamentos. A todo ello dedica el autor una imponente introducción titulada "Iglesia, Estado y sociedad en el mundo moderno", para mí la visión más lúcida que existe sobre dicho tema.
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23 marzo 2013

"Born to be sexy"


El rótulo campeaba en un bolso de viaje portado por una adolescente que formaba parte, al parecer, de una excursión escolar. La palabra sexy, en una traducción groseramente literal, sería tanto como "sexuda" o "sexosa", es decir, que posee unos abultados caracteres sexuales secundarios. Ser sexy equivale a ser apetecible para el fornicio, "estar buena", que diríamos en español tabernario. Quien exhibe ese rótulo lo hace, imagino, porque comulga con él. Vamos, que el ideal de esta chica en la vida era provocar satisfacción en el macho. Y, sin embargo, supongo que ella, como todas sus compañeras, ha sido instruida en un feminismo políticamente impecable que incluye el odio a la mujer objeto, el rechazo del acoso sexual y de la violencia de género, y que reaccionará con un melindre de correctísimo asco ante la mera mención de esos conceptos. ¿Ustedes lo entienden?

Yo también.

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21 marzo 2013

Marta o la segunda guerra


La "segunda guerra" no es tanto la del 39 cuanto la que los protagonistas tuvieron que librar consigo mismos al término de aquella, expatriados y sacudidos por el dolor. Y Marta, violada y asesinada, es, evidentemente, el símbolo de algo, con mucha probabilidad de la patria perdida: "Eres bella como una patria", le dice uno de los personajes. ¿Quién la mató?, es la pregunta que nunca se resuelve porque no estamos ante una novela policíaca, claro.

Aquí Vintila Horia, contrariamente a su costumbre, no nos presenta un solo protagonista, sino seis, alguno de ellos (o quizá todos) trasunto poco disimulado de sí mismo. Y el problema es que es difícil distinguirlos porque los personajes de Vintila (y es uno de los reproches que puede hacerse a su novelística) no tienen carácter, sino discurso, y es un discurso muy parecido. Todos ellos parecen hallarse en una especie de Tabor, fuera del tiempo y del espacio habituales, a la espera de una revelación inminente. Esto justifica la aparición de personajes simbólicos, cuya función al servicio de las ideas del autor les hace a veces perder verosimilitud, como es el caso de Sebastían, el revolucionario que abandona sus ideales tras un encuentro agónico con Michel y el Viejo.

El sentimiento trágico de la vida, aspecto esencial de nuestro novelista, es también aquí central. Lo que los personajes aprenden, al cabo, es que nada pueden esperar de esta vida, que sólo "más allá de las estrellas" se halla la esperanza y que el dolor es el peaje que hay que pagar por darse cuenta. 

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20 marzo 2013

Visca el Barça

En casos privilegiados, la agresividad se desvía casi por entero hacia el juego. Por ejemplo, los nacionalismos peligrosos pueden calmarse en campeonatos deportivos. Cuando el honor nacional del deporte está satisfecho, disminuye la disposición a morir por la "patria". El honor y el orgullo, el resentimiento y el prejuicio pueden desfogarse en un terreno relativamente exento de peligros. También es la cultura del juego la que hace posible eso, y también aquí podemos decir: lo que era seriedad tiene que hacerse juego. 

Rüdiger Safranski, Schiller o la invención del idealismo alemán.

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18 marzo 2013

Pobres



A muchos periodistas se les bloquea la vejiga urinaria cuando oyen al Papa hablar de una “Iglesia pobre y para los pobres”. Como tuiteaba alguien, hay aquí muchos expertos en saber de qué tienen que desprenderse los demás. No lo digo por Francisco, que seguramente sabe muy bien lo que es el espíritu de pobreza y lo vive estupendamente, sino por todos los que piensan que los obispos se pelean por salir en Esquire con su sotana de Loewe (si Loewe confecciona sotanas, que no lo sé), que en los descansos del cónclave se enseñaban fotos de su limusina o de los espléndidos cortinones de sus aposentos y que en sus noches locas retozan con cortesanas pintadas de oro, como Goldfinger. En definitiva, el tópico del jerarca al que se le atraganta su opípara cena cuando un curita de barrio le habla de justicia social. Los que propagan esa imagen se hallan siempre a la espera de un nuevo mesías que devuelva a la Iglesia su pureza, que se supone consiste en decir misa en camiseta y con vasos de plástico de a cero veinte el pack, previa remoción de los cimientos de un establishment que se habría caído, al fin, de viejo.

Pobres pobres. Su uso como pantalla para no escuchar cosas incómodas tiene una larga tradición. Una Iglesia reducida a voluntariado sería ideal para que dejara de molestar con esas pejigueras sobre la inviolabilidad de la vida humana o la santidad del matrimonio, por ejemplo. Sí, es fácil decir de qué tienen que desprenderse los demás. Lo difícil es ver de qué tiene que desprenderse uno mismo: de qué cosas o de qué ideas, costumbres o prejuicios.

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10 marzo 2013

Las aventuras de Huckleberry Finn


El único aliciente para abandonar tus "trapos viejos" y tu "barril de caña" y regresar a una vida "aburrida, normal y decente" es que te prometan formar parte de una banda de ladrones si lo haces. Eso es Mark Twain, y eso es saber vender una verdad como un templo, a saber, que vivir siendo sencillamente decente puede estar lejos de lo que el otro llamaba la vida lograda. Como dice Huckleberry Finn al principio de su historia, "hubo cosas que el señor Mark Twain exageró, pero la mayor parte de lo que dijo es verdad".

Twain tiene también el don de presentar lo trágico bajo una cara cómica, y hablo del padre de Huck, por ejemplo. Creo que Elvira Lindo ha leído a este hombre pero no ha pillado su gravedad de fondo, o no le interesa, claro. Pero sobre la cara trágica de la vida se impone la amistad: esta es una de las grandes novelas de la amistad, que, como en el Quijote, se va afianzando a lo largo del viaje. El mundo rural sureño sirve de marco a ese aprendizaje mutuo que realizan Huck y Jim a través de su diálogo y de las azarosas situaciones por las que atraviesan en su huida, y lo facilita, podríamos decir. No sé hasta qué punto esta obra influyó en una conciencia abolicionista, pero su modo de situar la humanidad por encima de consideraciones legales y de prejuicios de todo tipo pudo ser más eficaz que todos los esfuerzos de Mr. Lincoln y de John Brown.

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07 marzo 2013

Música



Aquello no era política, sino música, dice un personaje* de Vintila Horia evocando su militancia en el nacionalismo rumano. Es un nuevo modo de afirmar aquello tan comentado de que el fascismo es “la estetización de la política”, que a su vez hace pensar, a los españoles, en el estilo y la poesía joseantonianos. Safranski también se refiere a ello en su libro ya citado aquí, cuando analiza la huella romántica en el nacionalsocialismo, para concluir que es mejor no hacer de la política una obra de arte, sino detener el vuelo de la imaginación en el estrato de la filosofía. Pero, me pregunto, una vez instalada allí, ¿se le puede impedir seguir avanzando?

*En Marta o la segunda guerra.

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05 marzo 2013

Orwell, Quevedo, Fernández Díaz



Orwell: Hemos llegado a un momento en que defender lo obvio se ha convertido en la tarea fundamental de una persona honrada.

Quevedo: “¿No ha de haber un espíritu valiente? ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?"

He censurado al ministro del Interior cuando confundía la justicia con la venganza. Ahora es momento de alabarle por su independencia frente al más tonto de los totalitarismos. Espero que reciba como timbre de gloria los dicterios de la gleba intelectual, entre ellos los del amortizado presentador de “Es la mañana de Federico”. El paladín de la libertad, ya saben.

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03 marzo 2013

No, don Francisco Sevilla.


No es lo mismo el derecho al error que el derecho a no ser molestado aunque se esté en el error. Hay que jorobarse, ¿para qué queremos las conjunciones concesivas?

En "Reflexiones sobre la enseñanza de la religión en las escuelas y la declaración conciliar sobre la libertad religiosa" (Razón española, 177), Francisco Sevilla enmienda la plana a la Dignitatis humanae y en concreto al párrafo que dice: "El derecho a esta inmunidad permanece también en aquellos que no cumplen la obligación de buscar la verdad y de adherirse a ella". En el contexto de la declaración, esto significa que el Estado, a quien no le compete definir ninguna verdad, carece también de legitimidad para juzgar las conciencias. Definir esto como derecho al error, como lo hace don Francisco reiteradamente, es abusar del lenguaje.
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01 marzo 2013

O muerte


El lema de la Revolución francesa (conservado por la República), tal y como lo conoce hoy el mundo (libertad, igualdad, fraternidad), es falso y está truncado. El lema íntegro de la revolución era otro -y la diferencia es como del día a la noche-: libertad, igualdad, fraternidad o muerte.

Las dos palabras escamoteadas representan la deplorable mutación desde el valor y el sentimiento trágico y heroico de la existencia hacia la formulación burocrática de un vago principio por el cual nadie está dispuesto a jugarse la vida. El camino, dice Péguy, va siempre desde la mística a la política.

Libertad, igualdad, fraternidad es un simple eslogan y la Revolución francesa fue una catástrofe; libertad, igualdad, fraternidad o muerte es algo muy, muy distinto...; es una decisión ante la cual cualquier adversario se inclina con un respeto admirativo.

Es posible que los escépticos sean más elegantes y atractivos que los fanáticos, pero, cuando irrumpe la peste en Burdeos, el alcalde -llamado Michel Eyquem de Montaigne- se va de la ciudad; en Milán, en 1576, en la misma situación y casi en el mismo periodo, el arzobispo, san Carlos Borromeo, vuelve corriendo de su viaje. 

Nicolae Steinhardt, El diario de la felicidad 

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