
Twain tiene también el don de presentar lo trágico
bajo una cara cómica, y hablo del padre de Huck, por ejemplo. Creo que Elvira
Lindo ha leído a este hombre pero no ha pillado su gravedad de fondo, o no
le interesa, claro. Pero sobre la cara trágica de la vida se impone la amistad:
esta es una de las grandes novelas de la amistad, que, como en el Quijote, se
va afianzando a lo largo del viaje. El mundo rural sureño sirve de marco a ese
aprendizaje mutuo que realizan Huck y Jim a través de su diálogo y de las
azarosas situaciones por las que atraviesan en su huida, y lo facilita,
podríamos decir. No sé hasta qué punto esta obra influyó en una conciencia
abolicionista, pero su modo de situar la humanidad por encima de
consideraciones legales y de prejuicios de todo tipo pudo ser más eficaz que
todos los esfuerzos de Mr. Lincoln y de John Brown.