29 octubre 2010

Profesor de Electricidad:

¡Manolita [tutora], estoy harto de tus chicas de 4º [de la ESO]...! ¡Se dedican a hacerse pulseritas de colores con los cables...!

Se imaginan la de comentarios que podría hacer al respecto, ¿no? Pues ya saben.

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28 octubre 2010

Ni santa ni tan calvo


La Inquisición ha polarizado una fortísima actitud emotiva que hace casi imposible referirse a ella en términos de objetividad. Su nombre ha llegado a constituirse en definición de uno de los más agudos matices del horror, y no hay manera de librarlo de la carga afectiva que sobre él pesa. Sin embargo, ni los procedimientos de la Inquisición eran especialmente crueles y tenebrosos en su tiempo, ni hay en toda su historia nada que alcance a las tenebrosas crueldades de que es testigo impasible el nuestro.

Francisco Ayala
, Razón del mundo

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27 octubre 2010

De los nombres de la censura

La censura, como tal, es un arma de vencedores, que pocos saben manejar con sutileza. En España se dio hasta la Ley de Reforma Política, cuando los vencidos fueron invitados a la fiesta, no de modo tan altruista como pudiera parecer, ciertamente; y no ya como vencidos, pues se trataba justamente de olvidar rencillas.

Si la censura del vencedor se hubiera aplicado con tanto rigor como en Europa, hoy seguiría siendo delito exhibir la hoz y el martillo o negar la matanza de Paracuellos. De hecho, un modo de manejar con sutileza la censura consiste en tipificar como delitos, e incluso como enfermedades (¿hay que recordar la famosa homofobia?), las opiniones que se quieren reprimir. En España aún vivimos de la explosión de libertad de la transición, pero la querencia del partido del gobierno parece apuntar en el sentido descrito.

Los curas y los militares siempre fueron muy toscos. Tenían los maestros, tenían los medios de comunicación... Un organismo de censura era perfectamente superfluo, como lo es hoy, para la imposición de una idea. Y, a la larga, ¿qué les ha traído? El descrédito. Para que aprendan.

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26 octubre 2010

Moby Dick



Lo mejor de esta novela es el primer párrafo, los parlamentos shakespearianos y le épica caza de la ballena en los últimos tres capítulos. No necesariamente por este orden. En cambio, no acabo de verles la gracia a tantas digresiones sobre las ballenas, la navegación, etc. Me pregunto si con ellas el autor pretendería inyectar un plus de heroicidad y novelería a la epopeya de Ahab, así como las ficciones tan ideales intercaladas por Cervantes en el Quijote sirven, según algunos, para comunicar más realidad a las peripecias del caballero, por contraste.

En todo caso, una de las cosas que más sorprenden en esta novela es esa ironía o ese humor que se hallan un poco por todas partes y que parecen un contrapunto a esa confrontación colosal entre Ahab y Moby Dick, como si el propio Melville (o Ismael, si se quiere) quisiera distanciarse de su creación (o de su historia). Nunca olvidaré, como ejemplo soberano de esa ironía, el comentario de aquel capitán en el sentido de que los arponeros más piadosos eran los más ineficaces, pues su religiosidad les restaba fiereza. Sabiéndolo o no, enunciaba una clave de interpretación de la historia moderna.

Nota redactada en agosto del 2009

Otras referencias a Moby Dick aquí y aquí


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25 octubre 2010

Maura, don Antonio:

Quiero a la Iglesia fuera del Estado, pero viva y operante en el seno de la sociedad.

Así de claras se pueden decir las cosas. Pongan ustedes en su lugar "muerta e inoperante" y tendremos, en dos palabras, los términos de la polémica.

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22 octubre 2010

Tremendos

Su obra [de Francisco Ayala, esposo y colega] no podía leerse ni comprarse. Ni la de Clarín. Algunas librerías secretas tenían algunos libros, pero había muchas dificultades. Los españoles deberían saber lo que pasó en esos años... Para leer La Regenta tuve que ir a una biblioteca, no se vendía. Fueron unos años tremendos.

Carolyn Richmond, en La Nueva España, 16 octubre 2010

Ya. Imagino la agonía del español medio al despertar por la mañana: "Dios mío, un día más sin leer Muertes de perro e Historias de macacos!" ¿Cómo pudieron soportarlo?

Creo que en 1976 se agotaron las ediciones.



APÉNDICE I

"Las Obras selectas [de Clarín, incluyendo La Regenta, 1947], de precio relativamente alto, al principio se vendieron de manera muy moderada pero luego "se inició un incremento paulatino" que desembocó en una segunda edición aparecida en 1966... A partir de 1966 las ediciones de La Regenta en Alianza son prácticamente anuales (doce en quince años), lo cual viene a significar una media de 11.200 ejemplares por año durante tres lustros consecutivos, a los que hay que añadir los ejemplares que venden simultáneamente otras editoriales... En total, desde 1947 hasta 1981 La Regenta es publicada por cinco editoriales españolas..."

Jean-François Botrel, Clarín y La Regenta en su tiempo: actas del simposio internacional, Universidad de Oviedo.


APÉNDICE II

Algunas ediciones de Francisco Ayala:

De este mundo y del otro. Edhasa, Barcelona, 1963
El rapto. Alfaguara, 1965
El jardín de las delicias. Seix-Barral, 1971
En el monográfico de Ínsula sobre Ayala (octubre 2007) se alude a las reediciones en España de Los usurpadores y Muertes de perro, durante los 60 y 70.


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21 octubre 2010

Mientras no tengamos rostro


Emprendí la segunda lectura de esta obra con el propósito de dejarme llevar por la historia y pasar de buscar símbolos y mensajes. Pero eso resulta imposible: estamos hablando de lo más parecido a una Divina Comedia de los tiempos modernos, donde casi cada episodio tiene un simbolismo. El juego es lo suficientemente atractivo como para dejar de practicarlo. Lo que no quiere decir que la historia en sí misma carezca de fuerza.

No sabemos hasta qué punto Lewis podría decir "Orual c´est moi", como Flaubert con su personaje. Su biografía es también la de alguien que siente repulsión hacia los dioses (léase las cosas de Dios), en parte por el modo como los hombres presentamos a los dioses, y sólo él sabe si en parte por resistencia a la gracia; pero que acaba, como Orual, por sucumbir ante el empuje insistente de esa gracia. En todo caso, Orual es cada uno de nosotros; nosotros, portadores de un nombre (aquí, rostro) que, según la escritura, sólo nos será revelado al fin de los tiempos, y con actitudes diversas ante lo poco que del rostro de los dioses (léase de Dios) nos es dado contemplar aquí.

Nota redactada en abril del 2010

Otras obras de C. S. Lewis comentadas aquí:

Lo eterno sin disimulo

Cautivado por la alegría


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20 octubre 2010

Trabas, convenciones...


Leo la interpretación de La Celestina por Guillermo Díaz-Plaja:

... la España teológica de la Edad Media se cierra con un canto al amor carnal, sin escrúpulos ni fronteras... El mensaje tremendo, revolucionario, está en el hecho mismo, con toda su fuerza genesíaca y paganizante, del amor conseguido por encima de trabas y convenciones...

No me resulta nuevo, y sé que se sigue enseñando así. Lo que me pregunto es de dónde lo han sacado.

¿Trabas? ¿Quién se las pone? ¿Los padres, que no se enteran? ¿La Iglesia, que ni está ni se la espera? Y no vale decir que se sobreentienden, como el valor en la mili. Si son parte del tema, esas trabas han de estar expresas y tener un papel de primer orden en la trama.

¿Convenciones? Las únicas que aparecen en la obra son las del amor cortés, y lo hacen como cobertura hipócrita de la lujuria en boca de los amantes. Por otro lado, de unos héroes del amor libre se esperaría algo de gallardía y de independencia de espíritu... En cambio, Calisto es un triste obseso de quien sus propios criados hacen chacota. Melibea actúa conscientemente, pero inducida por una Celestina que sólo busca una victoria personal y una recompensa material... Una Celestina, por cierto, cuyo mundo dista de ser ejemplo de nada.

La Celestina es un laberinto de pasiones que abocan a la muerte violenta. Su autor no necesitaba disimular nada porque en primer lugar no tenía necesidad de escribir la obra, y si lo hizo fue con la intención que dice en el prólogo. Pocas veces se verá tal correspondencia entre intenciones y resultado. La licencia de costumbres del fines del XV no es aquí cantada, sino criticada de la manera más feroz.

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19 octubre 2010

Debió de ser un calvario inimaginable


Yo viví aquí en 1965 y fue horrible, no podías salir a la calle vestida con pantalones, te paraba la Guardia Civil.

Carolyn Richmond, La Nueva España, 16 octubre 2010

Y encima dejaban fumar en la oficina. Atroz.

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18 octubre 2010

Maestro Huidobro


"Está viejo y melancólico", dice de sí mismo Jiménez Lozano en el capítulo de este libro que remeda el escrutinio de la librería de Alonso Quijano. Esa puede ser la razón por la cual se pone a escribir narraciones naïf, como dice el solapista. Viejo y melancólico, añora la visión ingenua de la infancia, y escribe una redacción escolar sobre mi pueblo, como lo hubiera hecho un chico de cinco años pero sin su torpeza, claro. Personalmente me crispan los nervios esos cuentos, o novelas, que te empiezan "Pepín lo pasaba muy bien en el corral de su tío, donde había un perro que se llamba tal, y unos conejos, y tía X salía con su delantal y nos llamaba a merendar, y entonces el perro ladraba, guau guau, y Pepín se ponía muy contento..." ¡Qué peste, señor! Es lo que odio del autor de los Grandes relatos (ni puñetera gracia la ironía), que, en sus peores momentos, no es más que un discípulo del Delibes de Viejas historias de Castilla la Vieja. Espero que, en un futuro, siga la línea de Teorema de Pitágoras, novela mucho más consistente. En fin, a lo que iba al principio. Es un relato contado adrede con un punto de vista infantil, donde junto al regodeo con los detalles cotidianos aparece el toque mágico: muñeco que habla, jardín encantado, el Tigris y el Eúfrates en la provincia de Ávila, Etiopía y París a la vuelta de la esquina, nostalgia de la inocencia, en suma. Dije discípulo de Delibes y podría decir también de Jorge Guillén en su reduccionismo optimista. Sólo la guerra ("una guerra que hubo") ensombrece el panorama, pero poco.

Nota redactada en abril del 2000

Otras obras de Jiménez Lozano comentadas aquí:

Carta de Tesa
El viaje de Jonás

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15 octubre 2010

Porque él amaba a Shakespeare


Una vez la escuché dar una conferencia. Mickey me llevó, una conferencia titulada algo así como: "El privilegio del texto en las comedias tardías: la teoría del discurso teatral y la formación discursiva en Shakespeare". No entendí ni una palabra, y se lo dije a Mickey, y él me intentó explicar a autores como Foucault, Althusser y Derrida y la revolución en el estudio de la literatura de la que Marilyn era un ornamento, pero vi que su corazón no estaba por la labor. El problema de Mickey, comprendí, era que si bien podía hablar con la jerga de la crítica actual, y lo hacía sorprendentemente bien, su corazón en realidad no estaba en ello, porque él amaba a Shakespeare, y amar algo era, en apariencia, una afectación burguesa que ocultaba las maquinaciones del opresivo patriarcado. Marilyn creyó que podría cambiarlo, que podría insuflar un poco de aire fresco en su visión paternalista y burguesa de la literatura, pero no.




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14 octubre 2010

Y comieron rosquillas

Los protas envejecen enamorados, ven colmadas sus ansias (oh, la democracia en España), comen rosquillas. La amiga que se equivocó de bando, burguesa, católica ella, aburrida de su marido, se echa un amante, se confiesa con la prota, se consuela con los comunistas, que son normales, ay, y yo que pensé...

Almudena Grandes nos ha escrito un cuento moral y edificante como los de antaño. ¿Quién lo iba a decir?

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13 octubre 2010

Los sufrimientos del joven Werther


Indudablemente, aquí está todo el Romanticismo. No sólo porque uno parezca descubrir al Bécquer de "olas gigantes que os rompéis bramando..." en párrafos como este:

Una escena terrible, ver caer, desde las rocas abajo, las ondas enfurecidas a la luz de la luna... dejando el ancho valle, arriba y abajo, como un solo mar bajo el zumbar del viento... Ante mí corría el río con reflejo espléndido y temible, resonando: ¡entonces me invadió un escalofrío y, de nuevo, un anhelo! ¡Ay, con los brazos abiertos me detuve ante el abismo y respiré, sintiendo lo hondo, y me perdí en la delicia de precipitar allí mis tormentos, mis dolores, de perderme mugiendo como las olas!

Es también la creencia de que el mundo gira alrededor de uno. O, mejor dicho, que debería girar. si eso no se produce, el mundo está de más o yo estoy de más. Si Carlota no puede ser mía, yo he de desaparecer del mundo. Porque, como diría Nietzsche, ¿cómo podría soportar yo, cómo podría soportar Werther no ser Dios?

Y este es el mérito fundamental de esta obra, me parece; el de dar fe de esta nueva sensibilidad, o cosmovisión, o como se llame. Por lo demás, acostumbrado ya a todo esto desde las alturas del 2004, no encuentro gran cosa de meritoria en una novelita epistolar que me recordó de modo inmediato a Pepita Jiménez y que me ha hecho ver a esta como un trasunto burgués de aquella: con fasón, con complimán, con seremoní, la chica es mía.

Nota redactada en agosto del 2004

Otras obras de Goethe comentadas aquí:
Las afinidades electivas
Fausto

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12 octubre 2010

Es nuestra madre, ¿comprendes?


Es la Madre del género humano, la nueva Eva. Pero al mismo tiempo es también su hija. El mundo antiguo y doloroso, el mundo anterior a la gracia la acunó largo tiempo en su corazón desolado -siglos y más siglos- en la espera oscura, incomprensible, de una virgo genitrix... Durante siglos y siglos protegió con sus viejas manos cargadas de crímenes, con sus manos pesadas, a la pequeña doncella maravillosa cuyo nombre ni siquiera sabía. ¡Una pequeña doncella, reina de los ángeles! Y no hay que olvidar que lo sigue siendo aún. La Edad Media lo comprendió, como comprendió todo [...] Pero presta ahora atención, pequeño; la Virgen Santa no ha tenido ni triunfos ni milagros. Su Hijo no permitió que la gloria humana la rozara siquiera. Nadie ha vivido, ha sufrido y ha muerto con tanta sencillez y en una ignorancia tan profunda de su propia dignidad, de una dignidad que, sin embargo, la pone muy por encima de los ángeles. Ella nació también sin pecado... ¡qué extraña soledad! Un arroyuelo tan puro, tan límpido y tan puro, que Ella no pudo ver reflejada en él su propia imagen, hecha para la sola alegría del Padre Santo, ¡oh, soledad sagrada!...

Cura de Torcy, en Georges Bernanos, Diario de un cura rural

Otra referencia a esta obra aquí

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10 octubre 2010

A ver, los de Hazte Oír

Habrá que lanzar una alerta para pedir a los presentadores de Intereconomía que dejen hablar a sus entrevistados. Una antología con las caras de estos en el momento de ser interrumpidos podría hacer furor en la próxima edición de ARCO.

Lo que está haciendo Intereconomía es muy meritorio, pero la bisoñez de muchos de sus presentadores se pone de manifiesto en cosas como esta.

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08 octubre 2010

La humanidad perdida


Estamos acostumbrados a los análisis pesimistas del siglo que acaba. Alain Finkielkraut abunda en ellos, hasta el extremo de considerar a nuestro siglo como aquel en que entra en crisis el mismo concepto de hombre. ¿Ha sido inútil el siglo XX?, se pregunta al final del libro. Desde una perspectiva cristiana, sabemos que no es así, porque existe un "arte de aprovechar nuestras faltas", de las que se puede extraer un bien mayor. Pero preguntrse si sería mejor que cien años de historia no hubiesen existido dice muy poco a favor de quienes los protagonizaron.

Dos taras fundamentales en el siglo XX considera Finkielkraut: la limitación de la dignidad humana a un solo grupo racial (cuya expresión política es el nacionalsocialismo) y la apreciación de la humanidad en abstracto por encima del hombre singular (que hallaría concreción en el comunismo). Como consecuencia, enormes masas de desplazados, que convierten a esta figura, el desarraigado, en la más característica de la época. No entra el autor a analizar con detenimiento las causas de todo ello, pero añade una nota que convierte el asunto en más patético aún: sería el resentimiento, según Finkielkraut, la nota definitoria del hombre del siglo XX.

Nota redactada en agosto de 1999

Otra referencia a esta obra aquí.


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07 octubre 2010

Utopía y desengaño


El sentido de pérdida es connatural en nosotros, y es sólo en estos siglos en los que venimos padeciendo la doctrina de la perfectibilidad humana mediante sus propios esfuerzos, cuando la visión de lo grotesco en la literatura resulta tan perturbadora. El personaje grotesco en la literatura contemporánea suele parecernos perturbador porque nos impide olvidar que participamos de su condición. La única ocasión en la que debería perturbarnos es cuando se presenta como si fuese un hombre completo.

Flannery O´Connor, "La enseñanza de la literatura", en Misterio y maneras

Lo que daría por saber en quién estaba pensando cuando decía esto último...

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06 octubre 2010

Informe sobre la televisión


Esparza subtitula este libro del mismo modo que sus crónicas en El Correo: "El invento del maligno". Y nos hace saber en el prólogo que la frase es de Fernando Sánchez Dragó, aunque cualquiera, en honor a la verdad, podría haberla dicho. No cabe duda de que hay algo de ironía en su utilización por el joven intelectual condenado a la crítica televisiva: Esparza no es un hombre dado a las condenas en firme ni a las declaraciones apocalípticas.

Pero lo que parece claro al terminar la lectura de este Informe es que la televisión no es el medio más adecuado para adquirir esa virtud que Cervantes llamaba discreción, y mucho menos aquella otra de la excelencia, tan ponderada por Gracián. Es verdad que lo que se dice aquí no es nuevo; antes al contrario, se ha oído muchas veces. Pero no es menos cierto que Esparza lo adereza con su buen hacer de ensayista y con un buen surtido de referencias culturales. Sin embargo, hay una aportación que espeluzna: siempre se han achacado a la televisión dos cosas: una, que inhibe la capacidad de reflexión y de crítica; otra, la basura que son la mayor parte de sus espacios. No obstante, esto último se consideraba como algo contingente, algo que se podría arreglar con una mínima carga de responsabilidad. Para Esparza, en cambio, el medio es así. Su naturaleza le obliga a ser mediocre, condicionado como está por su receptor y por la competencia. Esto nos hace abandonar toda esperanza. Al menos, por unos siglos.

Nota redactada en febrero del 2003


Otras obras de José Javier Esparza comentadas aquí:

El final de los tiempos. El dolor

Ejercicios de vértigo

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05 octubre 2010

Lo que el magisterio llama "cultura de la muerte"


no es un conjunto de objetos malignos. Es un uso perverso de los mismos objetos que la "cultura de la vida" usa bien... El diagnóstico prenatal fue inventado por el profesor Lejeune para cuidar del niño disminuido lo más precozmente posible, pero nos servimos de él para eliminarlo in utero, porque una vez fuera somos demasiado sensibles para ahogarlo mirándolo de frente. El En busca del tiempo perdido de Proust ha llegado a ser un florón de los gay & lesbian studies, pero puedo arrancarlo a esa reducción segregativa y reabrir las páginas del libro a la luz trágica de un tiempo reencontrado para volver a perderse. Mil autos de fe no equivaldrían a un solo acto de fe. Más vale una relectura crítica. Un fuego que purifique más que un fuego que consuma. Tanto más cuanto que hay obras sulfurosas que esconden diamantes bajo su ganga y obras que exhalan incienso que no son más que bisutería barata. Examinadlo todo (panta) y quedaos con lo bueno (1 Ts 5, 21). Considerando esa forma de examinar al fuego, el Anticristo de Nietzsche es más cristiano que todo lo que uno pueda sacar alguna vez de un catecismo de los años setenta.

Fabrice Hadjadj, La fe de los demonios

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03 octubre 2010

Una coma

Hay una plegaria, de las previstas para la Oración de los Fieles en la misa, que me suena extrañamente anacrónica:

Por los laicos comprometidos en la acción misionera de la Iglesia...

Esa frase está clamando, de momento, por una coma detrás de laicos. Eso, a la espera de que llegue el base y fundamento de, el columna vertebral de o el vanguardia de. A ver si hay suerte y me lee Rouco.

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01 octubre 2010

Damnatio


Diferencia entre la Damnatio memoriae de Franco y la que se practicaba contra los emperadores romanos: en esta última se proscribía el nombre y la efigie del emperador non grato, y con ellos todo recuerdo público. A Franco lo bajan de los pedestales, pero su nombre no se cae del cine, los panfletos y las tribunas políticas. Lejos de proscribir su recuerdo, se le trae a colación de continuo, como metro patrón del mal, cifra de lo que no hay que ser, espantajo agitado contra el adversario.

Al mismo tiempo, se va construyendo el monstruo, un Franco de pega que la izquierda, sobre todo, necesita para legitimarse: un gran vampiro con que atemorizar al pueblo cuando no hay otra cosa a la que agarrarse. Sin él no pueden vivir.


Me inspira esto un artículo de Alberto Buela en Razón española, en el que, de nuevo, se compara la actitud de los políticos de hoy hacia Franco con la damnatio memoriae de los romanos.


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