01 octubre 2010
Damnatio
Diferencia entre la Damnatio memoriae de Franco y la que se practicaba contra los emperadores romanos: en esta última se proscribía el nombre y la efigie del emperador non grato, y con ellos todo recuerdo público. A Franco lo bajan de los pedestales, pero su nombre no se cae del cine, los panfletos y las tribunas políticas. Lejos de proscribir su recuerdo, se le trae a colación de continuo, como metro patrón del mal, cifra de lo que no hay que ser, espantajo agitado contra el adversario.
Al mismo tiempo, se va construyendo el monstruo, un Franco de pega que la izquierda, sobre todo, necesita para legitimarse: un gran vampiro con que atemorizar al pueblo cuando no hay otra cosa a la que agarrarse. Sin él no pueden vivir.
Me inspira esto un artículo de Alberto Buela en Razón española, en el que, de nuevo, se compara la actitud de los políticos de hoy hacia Franco con la damnatio memoriae de los romanos.
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