29 marzo 2020

Cervantes y la libertad


Traía aquí hace unos días una cita del Cervantes y la libertad, de Luis Rosales, que me había entusiasmado. Se trata de una obra magna, también por la extensión, que hizo bien en reeditar Trotta en los 90. En su origen venía precedido por otro ensayo sobre la libertad en general, que luego se editó aparte.


En su mayor parte, es un estudio sobre el Quijote, sobre lo que constituye la “locura” del personaje, que para Rosales es nada menos que un proyecto vital que toma forma en la madurez, un deseo de dar sentido a una vida hasta entonces anodina. En ese proyecto la libertad es una libertad para, y en concreto libertad para el amor, ya que Dulcinea es lo que permanece en una personalidad cambiante y que al final se arrepiente de sus tonterías pero no, al parecer, de haber amado. En el Quijote de 1605 tenemos a un Quijote en busca de su identidad, y por eso se esfuerza por ir creando su mundo, a base de esas alucinaciones que todos conocemos; mientras que en el Quijote de 1615 (la culminación del arte cervantino, también para Rosales) ha logrado su objetivo, hecho protagonista de un libro y agasajado como caballero, lo que hace que renuncie a sus alucinaciones y se muestre cada vez más como la persona juiciosa y virtuosa que siempre fue.

Pero en la primera parte Rosales analiza también otros personajes cervantinos, para llegar a la conclusión de que lo común a todos ellos es, como indica el título, el afán de libertad, en unos casos químicamente pura y sin empleo, como el caso de la pastora Marcela, en otros exquisitamente volcada hacia una disponibilidad para una vida lograda, que diría Alejandro Llano, como es el caso de Preciosa, “la Gitanilla”.

Es interesante también en el libro la controversia de Rosales con otros cervantistas, contra los que ironiza con frecuencia. En concreto, a pesar de estimar como maestro a Américo Castro y de apreciar sus escritos sobre Cervantes, dedica unas cuantas páginas a rebatir la idea de este sobre la moral de don Miguel, que Castro estima como un fatalismo neopagano; capítulo que me parece uno de los más atractivos de la obra. 


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27 marzo 2020

Meditaciones del Quijote


De esta obra inconclusa y primeriza, “ensayos de amor intelectual” que no llegaron a cuajar (de hecho apenas habla del Quijote) me quedo con esto:

Hay dentro de toda cosa la indicación de una posible plenitud. Un alma abierta y noble sentirá la ambición de perfeccionarla, de auxiliarla, para que logre esa plenitud. Esto es amor –el amor a la perfección de lo amado.

Es, aplicado a las personas, lo que algunos llaman agapé, amor efectivo, diverso del eros aunque compatible. De este amor intelectual trata la primera parte, “Meditación preliminar”, mientras que la segunda, “Meditación primera”, es una reflexión sobre la novela en general, de agradable lectura, como todo lo de Ortega, aunque no aporte gran cosa.
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25 marzo 2020

Milicianos, -as


Las chicas venían pegando. Pertenecían a unas compañías formadas bajo la bendición y revista de La Pasionaria. “Pelo teñido, mucho carmín, desenfado en los ojos. Y grandes ojeras.

“--¡Desnúdense!

“Abrieron los ojos con sorpresa.

“--¡Desnúdense!

“—Con que se levanten las faldas es suficiente, comandante.

“Y ellas se levantaron las faldas. Castro [dirigente comunista] se volvió de espaldas. Y esperó a que el capitán se dirigiera a él.

“—Siete con gonorrea, comandante.

“—Siga ya solo, capitán.”

El informe que le entregaron fue desastroso: “Doscientos milicianos enfermos e inutilizados para combatir por un largo período… De doscientas milicianas reconocidas, el 70 por 100 padece de enfermedades venéreas… “¡Hijas de p…! ¡Debería fusilar a unas cuantas!”, pensaba Castro. Entonces se fue a ver a La Pasionaria, a la que llama “la santa roja”. Doña Dolores dijo que aquello era una maniobra de Castro y defendió a las chicas. Castro le hizo una buena pregunta, con el permiso de la santa: “¿Por qué entre los combatientes y las putas das preferencia a estas últimas?” Hubo portazos, pero Castro, de momento, se salió con la suya. En el cuartel reunió a la banda del gonococo. El cuartel, por eso de que el partido comunista siempre ha sido respetuoso con los católicos, ocupaba, entre otras edificaciones, una iglesia. Castro se subió al púlpito y desde allí preguntó:

“--¿Queréis saber por qué os echo?

“Silencio.

“--Por putas; oídlo bien, por putas.”

Y la arenga, precisa, dura, bienintencionada, fue todavía mucho más expresiva. Castro pensaba en que su revolución empezaba a ser “seda. Sífilis. Cornudos al por mayor; y prostitutas en serie”.

Durruti no habló tanto. Cargó en Bujaraloz un tren con rameras y homosexuales. Se fue para la estación con su escolta, mandó correr, por turno, las puertas. Y disparó hasta hartar. No dejó ni una. Ni uno. Gironella lo cuenta, muy bien, por cierto.


De Rafael García Serrano, Diccionario para un macuto, s. v. "Milicianos". Las frases entrecomilladas pertenecen al libro Hombres made in Moscú, de Enrique Castro Delgado.



24 marzo 2020

La Lola se va a los puertos


“Una andaluzada de cierta dignidad”, definió Enrique Baltanás La Lola se va a los puertos. Podría decirse así. Es un homenaje al cante flamenco, encarnado en Lola, esa mujer que parece “el metro de platino iridiado” que nos dibujó Álvaro Pombo en su memorable novela: un compendio de sabiduría, esa que se nos perdió en conocimiento, según Eliot, y que es lo que se quiere que sea el cante, entre otras cosas. Tipos mediocres de diverso pelaje se enamoran de ella, incluyendo el menos mediocre de todos, el guitarrista Heredia, no en vano es el complemento sine qua non de su arte: “Sin Heredia no canta Lola”, viene a decir con orgullo el tocaor. El caso es que se la disputan un padre y un hijo y esa disputa sirve para crear una mínima trama, pero Lola no se queda a ninguno, pues es una especie de Diana del flamenco (“Mis labios se tocan pero no se besan”). El diálogo está compuesto en un verso sonoro que hay que decir, por supuesto, con acento andaluz, de Sevilla o de los puertos, a los de la Meseta nos da igual, y además la localización es incierta, creo recordar. En ese verso sonoro se destaca la esgrima verbal entre Lola y Rosario, la novia despechada que acaba, también, fascinada por la artista. Las acotaciones nos guían demasiado en la lectura, y de hecho supone un auténtico reto para el actor el reproducirlas en la representación.

Nunca agradeceremos bastante a los promotores de la vieja colección Austral que nos facilitaran obras como estas, hoy que apenas se editan, a pesar de sus autores. Que, como todo el mundo sabe, son Manuel y Antonio Machado.
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21 marzo 2020

La libertad de la Gitanilla



Siempre dije que la Gitanilla, como personaje, era la antítesis de Melibea, ésta atontada y sumisa, aquélla dueña de su persona y ejemplo de dignidad. Me alegra ver a don Luis Rosales corroborar genialmente esta mi opinión. Habla de Preciosa, pero podemos intuir a Melibea en el reverso:

Ella no cede a sus pasiones. Su libertad atiende a la virtud, no a la naturaleza. Su libertad no es espontánea, sino esforzada, creyente y voluntaria. No estriba en sujetarse a las pasiones, sino, antes bien, en sujetarlas, en liberarse de ellas. En mantener en todo instante su vida en situación de disponibilidad. Para desarraigarle de sus costumbres, somete a larga y dura prueba la continencia de su amante. Lo que pretende con ello, en definitiva, es espiritualizar la inclinación de su naturaleza y convertir su pasión en un instinto espiritualizado. La castidad puede llegar a ser para nosotros más espontánea y natural que la sensualidad. Todo depende de la exigencia de perfección y de sentido que pongamos en nuestra vida. La estimación de esta prueba –el noviciado del amor—como un rito de purificación me parece indudable.

(En Cervantes y la libertad, segunda parte, capítulo II: “La libertad de los gitanos”)


19 marzo 2020

Tierras del Ebro


“La primavera palpitaba en el aire”. Es el mejor resumen de las descripciones de la naturaleza que Sebastián Juan Arbó nos brinda en esta novela. Si no estuviera Gabriel Miró, se erigiría en el primer paisajista del siglo XX. Las riberas del Ebro cobran vida, en efecto, en cada uno de los capítulos de la obra, y una vida jubilosa compartida cada primavera por sus habitantes. Y, sin embargo, no estamos ante una novela optimista. De hecho, podría considerarse como uno de los últimos relatos naturalistas. El hombre no está a la altura. Diríamos que le agria la fiesta a la naturaleza si no fuera porque esta permanece indiferente al modo como el ser humano es capaz de destruirse a sí mismo, con sus orgullos y sus odios. Una nube de desesperanza, en efecto, constituye el desenlace de la historia, la historia de un aparcero de Amposta capaz de ser feliz, al principio, con una mujer amada y un terruño. Y un hijo. Pero basta que la mujer muera en un mal paso para que en Juan aflore lo peor de sí mismo. Incapaz de recuperarse, tiñe de infelicidad el resto de su vida y la de su hijo, con la colaboración de sus vecinos. Como en el Blasco Ibáñez de las novelas de Valencia, vemos solo el lado bestial de los habitantes de tan, en principio, agraciadas tierras. Cero esperanza, sí, al volver la última página. Y lo lamentamos por lo que podía haber sido, desde el punto de vista humano, una novela tan bien llevada en lo literario, ya que hasta sus momentos de monotonía, ante los que te ves tentado a decir aquello de “le sobran tantas páginas”, tienen su sentido.
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15 marzo 2020

Una abogada de don Plácido, veinte años antes


"Los obligatorios ejercicios respiratorios y vocales de todos los días, los ensayos con el acompañador, con los compañeros, con la orquesta, las reuniones con los agentes, las grabaciones (repetidas mil veces hasta que todo sonaba bien), las probaturas con el vestuario o esas entrevistas durante las que siempre se ha de tener mucho cuidado. Y de nuevo todos esos hoteles, cualquiera de ellos calcado a los cien anteriores, de tal manera que al final uno no sabe dónde diablos se encuentra. No estoy segura de que alguien pueda acabar convirtiéndose en un auténtico playboy en esas circunstancias. El aún joven y atractivo Domingo, durante su estancia de poco menos de un año en Tel Aviv, actuó en más de doscientos espectáculos y se aprendió de memoria más de cincuenta papeles operísticos. Si con todo ese duro trabajo hubo en algún momento un resquicio para el tiempo libre, dudo mucho que por él se colase alguna modelo con sus grandes pechos de silicona. Después de una actuación hay que dormir como es debido, porque al día siguiente aguarda otro concierto y otro ensayo antes del mediodía para una nueva ópera. Así pues, los rumores sobre las conquistas amorosas de estos, por otra parte, interesantes individuos se reducen a la mitad. Si no a las tres cuartas partes [sic ¿por la cuarta parte?]…"


Wislawa Szymborska, comentando el libro La vida privada de los Tres Tenores, de Marcia Lewis (1999), en Prosas reunidas


07 marzo 2020

Marcelino Pan y vino y otras narraciones


Estoy hablando del volumen de Biblioteca Básica Salvat, colección llamada también “Libro RTV”, una colección de los años 70 que llevó obras fundamentales a los bolsillos modestos y asequible aún a unos cuantos que tenemos acceso a bibliotecas escolares. Si “Marcelino Pan y Vino” y “La primavera” son relatos infantiles (aunque no solo, ni mucho menos), las otras narraciones nos acercan a un autor sumamente interesante en el campo de la narrativa breve para adultos. Hay trozos de realismo crudo (“El traje negro”) junto a abundantes notas de ternura (en el mejor de los sentidos), como en “Tal vez mañana” o “Tres rosas rojas”. Por lo que puede verse aquí, el autor tiene cierta preferencia por los personajes considerados “tontos”, que, como en otras ocasiones, suelen estar dotados de una visión más penetrante de las cosas y resultan, al final, los preferidos de Dios. La pura fantasía está presente en “Pesinoé”, relato algo previsible pero delicadamente resuelto. “Un tal Francisco” es, sencillamente, emocionante. Pero, desde luego, de todos ellos, me quedo con “La tregua”, relato original por el tratamiento de un espacio, muy característico del realismo social por otra parte (una cantera y el campamento donde viven los que trabajan en ella), pero que se eleva a lo simbólico y a lo religioso cuando el protagonista decide convocar esa “tregua” y que se vuelve a ratos inquietante a medida que el desenlace se hace cada vez más incierto.


No lo he dicho, pero el autor es José María Sánchez-Silva

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06 marzo 2020

Pemán


Leo las razones de los que critican la retirada de los bustos y demás iconos de José María Pemán. La mayoría me parecen tan lamentables como la propia decisión sectaria del ayuntamiento gaditano. Que no era franquista. Oh, no. Pues va a ser que se opuso al alzamiento con todas sus fuerzas y que sufrió cárcel y destierro durante el régimen, si os parece. ¿Franquista cien por cien? ¿Quién lo fue, salvo Carmen Polo, quizá?

No, por Dios, Pemán no era franquista, era católico y monárquico y discutió algunas decisiones del generalísmo. A parecer, si hubiese sido franquista hasta la reverencia habría derecho para quemarlo en efigie y prohibir hasta la mención de sus obras. Así llevamos cuarenta y dos años, preparando el terreno a las leyes mordaza de la actual gobierna. Enhorabuena.