30 noviembre 2010

Amor y responsabilidad


Conozco a un señor que odia las citas "lanzadas como pedradas". Con Karol Wojtyla no hay ese problema, porque no se encuentra a lo largo del libro ni una sola frase redonda y lapidaria susceptible de ser arrojada al adversario. Lo que sí se encuentra es una argumentación sólida y profunda, que si por momentos resulta ardua, queda compensada por lo machacón de las ideas madres. Que son estas: la persona no puede ser utilizada o gozada, sino amada; sólo hay amor cuando miro al otro como persona, no como un conjunto de encantos sexuales; sólo en el matrimonio se realiza plenamente (verdaderamente) el amor sexual entre hombre y mujer. Todo ello supone una reivindicación de la continencia y la castidad como virtudes que regulan los impulsos sexuales y los integran en el amor: rehabilitación es el térmno que utiliza aquí el traductor, lo que supone que esas virtudes habían sido desechadas como inútiles en el parecer de muchos. En ese camino, como vemos a diario, queda mucho por andar, pero este libro es un jalón de mucho peso en el recorrido. Un peso que se advierte en la enseñanza de los últimos papas y en la vida real de muchas familias, cada vez más, afortunadamente.

Nota redactada en febrero del 2010

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26 noviembre 2010

Irónico, deplorable, real.


Todo el mundo comprende que, cuando una guerra termina, las operaciones de limpieza, ordenación y venganza sobre los vencidos llevan tanto tiempo y esfuerzo mental como el conflicto mismo.

Robertson Davies, Lo que arraiga en el hueso

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25 noviembre 2010

Cuentos perversos


Cuentos perversos es una obra de literatura naïf, de esas que aborrezco, pero tiene siempre el gracejo particular de Javier Tomeo. Hay mucho realismo mágico, también. Parece que no logramos desprendernos de él.

Se trata de una extensa colección de relatos breves (una media de tres páginas cada uno) con más de absurdo que de perverso, a no ser que consideremos el absurdo como perverso, que es lo que parece deducirse de aquí. De todos modos, no hay sensación de agobio kafkiano, no hay patetismo. La criatura humana y su desvalimiento son aquí solo risibles, si son algo.

Es un mundo poblado de fantasmas, que recuerda a veces al poema "Insectos", de Dámaso Alonso, pero con humor en lugar de angustia. A este respecto recuerdo la pieza en que un tipo llega a una ciudad llena de sanguijuelas gigantes, con las que los ciudadanos se han acostumbrado a convivir. La solución de un artista de entreguerras habría sido que los bichos acaban por matar al hombre; pero en Tomeo el hombre se marcha como ha venido, molesto por lo incómodo de la situación, pero nada más. Esto dice mucho del cambio de mentalidad operado en nosotros: si hay fantasmas, se procuran rehuir, y ya está.

Hay otras piezas que se acercan más al humor de Mihura, Neville y demás. Por ejemplo, aquel en que dos niñas le espetan a su abuelo: "cuéntanos un cuento de princesas subnormales". El arranque ya es genial y en su brevedad está también su eficacia.

Nota redactada en abril del 2002


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24 noviembre 2010

Payne rebautiza la ley de memoria histórica


En las democracias normales no se aprueban leyes dictando cómo se han de interpretar los conflictos domésticos.

Stanley G. Payne, en Cuadernos de pensamiento político, 28

Ley de interpretación de la guerra civil. No está mal.

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23 noviembre 2010

Ecos de sociedad

Acto de repudio del franquismo

Esta semana ha hecho su acto de repudio del franquismo doña Mercedes Eguíbar Galarza, autora de varias obras ascéticas y biográficas. El acto ha tenido lugar en la contraportada de ABC, con motivo de la presentación de su libro sobre José María Pemán, en una entrevista donde casi consigue demostrar que el escritor gaditano permaneció neutral durante la guerra civil.

La señora Eguíbar será próximamente recibida en la sociedad progresista con el desdén habitual en estos casos.

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19 noviembre 2010

El olvido de la razón


Juan José Sebreli es un humanista y un ilustrado, con las virtudes y limitaciones de esa condición. Cree en la universalidad de la condición humana y sus valores, pero le falta un puerto de anclaje para esos mismos valores, al rechazar la religión como algo externo y, diríamos, opcional a la humanidad.

Todo lo que sea irracionalismo le causa horror, pues. Este libro se inscribe en la línea de la desmitificación cuyo primer jalón importante, que yo sepa, es el Intelectuales de Paul Johnson. Poco títere queda con cabeza aquí: Nietzsche conduce a la nada, Heidegger es un puro experimento literario a la mayor gloria de sí mismo, Freud fue un fracaso como médico y un reaccionario en sus concepciones sexuales (ni curó ni liberó), los estructuralistas fueron unos veleidosos, tan pronto partidarios de Joselito como de Belmonte... Y he de decir que todo esto lo leo con satisfacción, ya que en efecto estamos saturados de idolatría hacia unos personajillos que personalmente valían bastante poco. Y me agrada también su crítica del relativismo, aunque no veo por qué ha de considerar "inquietante" la compañía de la teología católica en esa crítica.

Nota redactada en marzo del 2010

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18 noviembre 2010

... y no te dejen llorar.

Oigo que también se prohibirá el tabaco (es la pulsión de este gobierno: cuanto más les critican algo, más insisten en ello) en los lugares donde se forman colas; por ejemplo, en las oficinas del INEM.

Conocí a un tipo capaz de calificar de modo certero situaciones como esta: es como que te den... y no te dejen llorar.

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17 noviembre 2010

Hay generaciones infieles a sí mismas



que defraudan la intención cósmica depositada en ellas. En lugar de acometer resueltamente la tarea que les ha sido prefijada, sordas a las apelaciones urgentes de su vocación, prefieren sestear alojadas en ideas, instituciones, placeres creados por las anteriores y que carecen de afinidad con su temperamento. Claro es que esa deserción del puesto histórico no se comete impunemente. La generación delincuente se arrastra por la existencia en perpetuo desacuerdo consigo misma, vitalmente fracasada.

José Ortega y Gasset, El tema de nuestro tiempo

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15 noviembre 2010

He tenido un sueño


"La moral se la impone cada uno", dice el jefe del ejecutivo. Yo me voy a imponer una consistente en que dar una patada en el culo a los cretinos con cargo sea un acto lícito e incluso virtuoso. Puede que choque con la legalidad, pero con el tiempo hablaremos de una nueva conquista social.

Y que conste que yo no me metería ahora con este hombre si él no hubiera insultado a todo católico viviente diciendo, acerca de la visita del Papa, que "la mayoría de los españoles quiere ser libre y que no le impongan ninguna moral". Lárgate ya, despreciable inútil, y déjanos en paz.

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Ética de la procreación


Martin Rhonheimer, más que alemán, diríase británico por la flema que se gasta. Porque rebatir sin una sola burla y sin palabras mayores a gente como Peter Singer, el tío de los derechos de los monos, requiere cuajo. Pero sí, es alemán en su empleo de la razón pura. Coge las afirmaciones de este y de otros prescindiendo del juicio que nos puedan merecer al común de los mortales y las desguaza con paciencia, paso a paso, adelantándose a posibles objeciones, para rebatirlas limpia e impecablemente. Lo cual le lleva, también, a arrinconar argumentos que no sirven por más que favorezcan nuestra causa, por así decir, o que conlleven un juicio de intenciones. No hablo solo de la naturalidad de la continencia periódica frente a la artificialidad de la píldora, que es algo que se desecha ya de partida, sino, por ejemplo, de aducir supuestos egoísmos en la conducta anticonceptiva. En realidad, Rhonheimer trata a sus oponentes como a unos benditos con los que no acaba de estar de acuerdo por una simple cuestión de lógica. Lo cual, claro, le confiere credibilidad y nos admira a los ibéricos que sacamos la maza a poco que nos busquen.

Nota redactada en abril del 2008

Otras referencias a esta obra aquí y aquí.


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12 noviembre 2010

Más Manzoni


La desventurada intentó todos los caminos paa eximirse del horrible mandato [de entregar a Lucía, a quien tenía en custodia]; todos, salvo el único que era seguro, y que tenía siempre abierto ante ella. El delito es un amo rígido e inflexible, contra el que sólo se hace fuerte quien se rebela por entero. A esto Gertrude no quería resolverse, y obedeció.

Los novios, claro.

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11 noviembre 2010

Formas breves


En Anagrama han cogido la costumbre de publicar todo lo publicable de los autores que han recibido ya la confirmación de la crítica internacional. Creo que era Julián Marías el que criticaba en uno de sus artículos este proceder: que se incluyan dentro de las obras completas de tal autor hasta los autógrafos que escribió en una servilleta para dedicarlos a un admirador. Pues bien, uno coge Formas breves con la intención de ver cómo se las gasta el tal Ricardo Piglia como novelista, y resulta que son escritos dispersos de muy vario carácter. Algo así hizo la editorial también con Paul Auster en su último lanzamiento, de cuyo título no me acuerdo.

El caso es que no lamento haber leído esas "Tesis sobre el cuento" que prácticamente cierran el libro, porque, por muy opinables que sean, proyectan un poco de luz sobre ese género nuevo y todavía no muy delimitado que se llama el cuento contemporáneo. Dos historias que se entrecruzan, y la labor del cuentista es ofrecernos el punto exacto en que se produce el encuentro, velándonos más o menos una de ellas. Es sugestivo, y Piglia tiene la originalidad (muy propia de un escritor manierista) de plantearse cómo hubiera escrito Kafka un cuento de Borges, o viceversa. Es lo mejor del volumen, repito, porque el resto me parece eso, un ejercicio manierista.

Nota redactada en junio del 2001

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10 noviembre 2010

Así se pierden las colonias


Hacia las cinco de la tarde el elemento militar rugía alrededor de los aperitivos, toda suerte de licores que en el momento de mi llegada acababan de sufrir un aumento en el precio. Una delegación de clientes iba a solicitar del gobernador una disposición oficial que prohibiera a los bares hacer lo que les daba la gana con los precios corrientes de la absenta y del cassis. Según ciertos habituales, nuestra colonización se hacía más y más penosa por culpa del hielo. Es un hecho: la introducción del hielo en las colonias fue el principio de la desvirilización del colonizador. Desde entonces, soldado por costumbre a su aperitivo helado, el colonizador tuvo que renunciar a dominar el clima con sólo su estoicismo. Los Faidherbe, los Stanley, los Marchand, digámoslo de pasada, tuvieron en gran estima la cerveza, el vino y el agua tibia y dudosa que sin quejarse bebieron durante años. No es más que eso. Así se pierden las colonias.

Louis-Ferdinand Céline, Viaje al fin de la noche

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09 noviembre 2010

Dos observaciones de Manzoni sobre la pasión


En el mismo párrafo de Los novios se refiere a:

...esa funesta docilidad de los ánimos apasionados ante el afirmar apasionado de muchos...

y a

...esa cosa demasiado frecuente en el bien, que sus partidarios más ardientes resultan un impedimento [lo cual, dice, gracias al cielo, también sucede a veces en el mal]

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08 noviembre 2010

Mal de escuela


Haber sido zoquete (esta es la palabra que emplea reiteradamente el traductor) da una gran ventaja a la hora de comprender a este tipo de alumnos, tan maltratados por los malos profesionales de la enseñanza, en dos sentidos: el de quien los desdeña como casos perdidos y el de quien quiere engañarlos dándoles títulos porque sí (estilo este último el de la pedagogía socialista, como bien sabemos). Daniel Pennac(chioni) consiguió salvar su negro porvenir gracias a esos buenos profesores que no dan nunca por perdido a un alumno, a pesar de que "no tenían la menor preparación para ello", como dice el autor en uno de los párrafos más memorables.

La clave de todo, que está aleteando en todo el libro y que uno espera que el autor declare tarde o temprano, está al final, cuando, hablando Pennac con su yo zoquete, este le menciona el amor como principio fundamental de toda educación. Ese amor lleva también a no quedarse en la queja estéril: la grosería, el desorden, todo eso existe y hay que decir que es malo y enmendarlo, pero no es aún el fin del mundo. Un libro edificante y delicioso.

Nota redactada en diciembre del 2008

Otras referencias a este obra aquí y aquí.

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05 noviembre 2010

El alma

Es una de las facultades singulares e intransferibles de la religión cristiana, poder guiar y consolar a quienquiera, en cualquier coyuntura, cualesquiera que sean los términos en que se acuda a ella. Si para lo pasado hay remedio, esta lo prescribe, lo suministra, da luz y fortaleza para ponerlo en obra, cueste lo que cueste; si no lo hay, procura el modo de hacer real y efectivamente, como dice el proverbio, de necesidad virtud. Enseña a proseguir voluntariamente lo que se ha emprendido por ligereza; inclina el ánimo a abrazar con buena disposición lo que se ha impuesto con la violencia, y da a una elección que fue temeraria, pero que es irrevocable, toda la santidad, toda la sabiduría, digámoslo francamente, todos los goces de la vocación. Es un camino tal que, fuera cual fuese el laberinto, el precipicio, desde los que el hombre llega hasta él, y en él da un paso, puede, a partir de entonces, caminar con seguridad y de buena gana, y llegar felizmente a un lugar feliz. Por este medio, Gertrude habría podido ser una monja sana y dichosa, sin importar cómo había llegado a serlo. Pero la infeliz se debatía en cambio bajo el yugo, y así sentía con más fuerza su peso y sus sacudidas. Una nostalgia incesante de la libertad perdida, el aborrecimiento de su estado presente, un vagar fatigoso tras deseos que nunca serían satisfechos, tales eran las principales ocupaciones de su ánimo. Rumiaba aquel amargo pasado, reconstruía en su memoria todas las circunstancias por las que se encontraba allí, y deshacía mil veces inútilmente con el pensamiento lo que había hecho con las obras; se acusaba a sí misma de cortedad, y a otros de tiranía y perfidia; y se reconcomía. Idolatraba y a la vez lloraba su belleza, deploraba una juventud destinada a consumirse en un lento martirio, y envidiaba, en ciertos momentos, a cualquier mujer, de cualquier condición, con cualquier conciencia, que pudiese libremente disfrutar en el mundo de aquellos dones.

Alessandro Manzoni, Los novios, capítulo X

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04 noviembre 2010

La cara


Su aspecto, que podría aparentar veinticinco años, producía a primera vista una impresión de belleza abatida, ajada y, casi diría, descompuesta. Un velo negro, suspendido y extendido horizontalmente sobre la cabeza, caía a ambos lados, un tanto separado de la cara; bajo el velo, una blanquísima venda de lino ceñía, hasta la mitad, una frente de distinta, pero no menor blancura; otra venda plisada rodeaba su rostro, y terminaba bajo la barbilla en un cuello que se extendía algún tanto sobre el pecho cubriendo el escote de un hábito negro. Pero aquella frente se fruncía a menudo, como por una contracción dolorosa; y entonces dos cejas negras se aproximaban, con un rápido movimiento. Los ojos, muy negros también, se clavaban a veces en el rostro de las personas, con inquisitiva soberbia; a veces se bajaban apresuradamente, como buscando un escondite; en ciertos momentos, un observador atento habría argüido que pedían afecto, comprensión, piedad; otras veces habría creído sorprender en ellos la revelación instantánea de un odio inveterado y reprimido, un no sé qué de amenazador y feroz: cuando se quedaban inmóviles y fijos en el vacío, algunos habrían imaginado una displicencia orgullosa, otros habrían podido sospechar la pesadumbre de un pensamiento oculto, de una preocupación familiar al espíritu, y más fuerte en él que los objetos circundantes. Las mejillas palidísimas descendían con un contorno delicado y gracioso, pero alterado y desdibujado por una lenta extenuación. Los labios, aunque apenas coloreados por un rosa desvaído, resaltaban, sin embargo, en aquella palidez. Sus movimientos eran, como los de los ojos, repentinos y vivos, llenos de expresión y de misterio. Las proporciones bien formadas de su alta figura desaparecían en cierto abandono de su porte, o aparecían desfiguradas en ciertos ademanes repentinos, irregulares o demasiado resueltos para una mujer, cuanto más para una monja. Incluso en el vestir había aquí y allá algo estudiado o descuidado, que anunciaba una monja singular: el talle estaba ceñido con cierto esmero mundano, y de la venda sobresalía cayendo sobre una sien un mechoncito de pelo negro; cosa que demostraba olvido o desprecio de la regla que prescribía llevarlo siempre rapado, desde que había sido cortado en la ceremonia solemne de la toma de hábito.

Alessandro Manzoni
, Los novios, capítulo IX

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02 noviembre 2010

La gota de mercurio


El peso concedido a la circunstancia española en las historias de la literatura es lo que ha hecho olvidar novelas como esta de 1953, ambientada en México y con una problemática que nada tiene que ver con lo social. Hay que decir ante todo que resulta admirable el modo en que Alejandro Núñez Alonso sostiene una trama psicológica, con pinceladas a veces deslumbrantes, sin parecer pretencioso, o rara vez, y con una buena asimilación de las técnicas narrativas puestas en marcha desde principios del XX, sin abusar de ellas.

Eso sí, tal vez el personaje sea más hipotético que real, como lo son los héroes de Tirso o de Unamuno, por ejemplo. Este Pablo Cossío nos hace partícipes, a lo largo de las trescientas y pico páginas, de los motivos por los que va a suicidarse inminentemente. Lo curioso es que Núñéz Alonso lo trata con cierto despego: hay un contraste llamativo entre la gravedad de los monólogos del personaje y su final, un tanto chusco, no sólo por no conseguir su propósito de suicidio, sino porque, a pesar de que él insiste en que no es el amor la "causa", no dejamos de intuir lo contrario, y la aparición última de su ex-amante lo confirma.

Nota redactada en octubre del 2009

Otras referencias a esta obra aquí y aquí


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