30 abril 2012

Nada de disculpas: a tomar el aire.

O mejor dicho, las dos cosas: disculpas y a la calle. He tenido que oír que el ministro del interior ha pedido disculpas por decir que las víctimas del terrorismo buscan venganza, para creerme que lo haya dicho. Que un miembro del Sindicato de Estudiantes confunda venganza y administración de justicia, es comprensible; que lo haga un ministro del interior normal (quiero decir, no del GAL) está aún por bautizar.

A veces, oyendo a los políticos, desde el proceso de paz a esta parte, se diría que el Estado es el administrador del perdón que las víctimas, como buenos cristianos, deberían otorgar a sus agresores. Lo cual, en un Estado que se precia de tan laico, resulta ya el colmo.

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29 abril 2012

Una novela mete el mundo en un frasco de cristal;

el contenido adopta su forma, pero la vasija ha de ser transparente.

Carlos Pujol, Cuadernos de escritura

Bueno, me pareció la mejor síntesis sobre realismo y no realismo en la ficción novelesca.

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28 abril 2012

El libro negro de Carrillo

Este es, en parte, un libro de circunstancias, que trata de poner las cosas en su sitio después de que Santiago Carrillo, en un homenaje a su persona, hablara de buenos y malos en la guerra civil, siendo, por supuesto, los buenos los republicanos o rojos. Esparza aprovecha también otra ocurrencia de Carrillo, cuando dijo que el personaje que le había inspirado para lanzarse a la aventura revolucionaria fue el niño Gavroche, que aparece, creo, en Los miserables de Víctor Hugo. Esto le sirve al autor como una especie de recurso literario, pues el libro está escrito en tono de divulgación y con buen arte expositivo-narrativo.

Es, en efecto, una especie de biografía negra, que resalta los procedimientos totalitarios que empleó Carrillo en su lucha contra el adversario político... y contra sus rivales del mismo bando e incluso del mismo PCE. Pues, de hecho, como el mismo Esparza no cesa de poner de relieve, los métodos de Carrillo no son otros que los del comunismo internacional. No se trata de sacar a la luz los vicios del personaje, sino de mostrar su sintonía con una ideología que lleva el crimen y la destrucción en su misma entraña.

En un libro que no revela nada nuevo, sino que sintetiza fuentes en gran parte comunistas (Líster, Gregorio Morán, Jorge Semprún), lo que más me ha sorprendido es el extremo de humillación al que llegaron los militantes represaliados, con sus actos de contrición ante el comité central, en línea también con lo sucedido en el PCUS durante tantos años.


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26 abril 2012

No podemos aquí pasar por alto

el hecho de que la América hispánica, no Norteamérica como solemos dar hoy día por supuesto, fue la primera expansión "occidental" de Europa y conserva su esencial carácter occidental -lengua, religión, derecho, medicina, estructuras institucionales, etc.- a pesar de los esfuerzos para reasignarla al llamado "tercer mundo". Durante la mayor parte de un siglo, la América hispánica ha escuchado sobre todo a quienes glorifican sus elementos aborígenes. Tal vez esté llegando el momento en que esas repúblicas reclamarán también su original destino occidental.

Harold Raley, El espíritu de España

Pues algo debemos de estar haciendo mal.

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25 abril 2012

Naranjas de la Chunghwa

Incomoda lo suyo leer a cada paso Empordà, Figueres o Girona en la traducción castellana (Destino) del Cuaderno Gris de Pla, a cargo de Dionisio Ridruejo. Resulta sorprendente que nadie le enseñara a este hombre que la mayoría de los topónimos catalanes tienen versión castellana. Imagino que en la verdulería pediría coles de Bruxelles. Lo que no sé es por qué no tituló su propio libro Cuadernos de Rossiya.

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23 abril 2012

Grandes esperanzas


La señorita Havisham es uno de los personajes más siniestros de Dickens y a la vez uno de los más dignos de compasión. "No se puede pedir a un hombre que sea justo cuando se ha destrozado su vida entera", concluía Ellery Queen una de sus novelas, en que el asesino era la novia del amigo. La atmósfera en que se recluye la señorita Havisham, con el tiempo detenido, el enmohecido pastel de boda, la oscuridad, los bicharracos, todo eso que da un aire de novela gótica a Grandes esperanzas, es secundario en comparación con el terror que inspira una mujer que dedica su vida a educar a una niña para que rompa el corazón a los hombres. El propio Dickens se adelantó a sus exegetas cuando la definió como arruinada "por la vanidad del dolor, que había sido su principal manía, como la vanidad de la penitencia, del remordimiento y de la indignidad". Su castigo es la amargura producida por la venganza.

Pero Estella, la niña cruel, es para Pip lo que aquel aguijón o ángel de Satanás que afligía a san Pablo para que no se enorgulleciera. El amor de él y los desdenes de ella consiguen que Pip no se convierta en un engreído insoportable al estilo Drummle. Ya podían haberle enseñado al traductor que cuando unos ingleses se llaman por el nombre de pila se están tuteando. ¡Qué agonía, oírles llamarse de usted todo el rato!

Grandes esperanzas: el título más irónico de Dickens, probablemente. Bien es verdad que queda abierta la puerta de la felicidad. Mucho tenía que haber cambiado Dickens para que sucediera lo contrario.




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22 abril 2012

Una barbaridad

En España hemos idealizado a los intelectuales más de lo que los hemos leído. Por lo que se oye a veces, se diría que son los abanderados de la civilización frente a la barbarie, y con frecuencia olvidamos la parte que tuvieron en nuestras violencias, por acción o por pensamiento. Es fácil citar a Alberti o a Miguel Hernández, pero el propio Unamuno, que tanto lamentó la guerra incivil y que murió desolado por aquella matanza, escribió cosas como estas:

Una vez, ¿te acuerdas?, vimos a ocho o diez mozos reunirse y seguir a uno que les decía: "¡vamos a hacer una barbaridad!" Y eso es lo que tú y yo anhelamos: que el pueblo se apiñe, y, gritando: "¡vamos a hacer una barbaridad!", se ponga en marcha.
[...]
¿Qué se teme? ¿Que se trabe pendencia y se encienda la guerra civil de nuevo? ¡Mejor que mejor! Es lo que necesitamos. Sí, eso es lo que necesitamos: una guerra civil... Una nueva guerra civil, con unas u otras armas... ¿No oís hablar de paz, de una paz más mortal que la muerte misma, a todos los miserables que viven presos de la mentira?... ¡Paz, paz, paz!, croan a coro todas las ranas y los renacuajos de nuestro charco. ¡Raza de víboras la de esos que piden paz! Piden paz para poder morder y roer y emponzoñar más a sus anchas. (en Vida de don quijote y Sancho)

Y comenta con acierto su editor, Alberto Navarro:

Unamuno, al actualizar el violento embestir impremeditado de don Quijote, no sólo acentúa la peyorativa deformación del prójimo, sino que, en ocasiones, incita a un brutal embestir que poco, o nada, tiene que ver con el generoso y compasivo embestir del loco Hidalgo Manchego para acorrer menesterosos, castigar opresores y enaltecer a Dulcinea.

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19 abril 2012

Pedir peras al olmo

se parece bastante a pedir perdón a quien desconoce ese concepto. Lo tomará como una victoria y como una ocasión de humillar al enemigo. Como bien indica el Trasgo, son los herederos ideológicos de la KGB y los responsables de la ruina moral y económica de España quienes más han clamado contra la real cacería en Botswana. Me traen sin cuidado Juan Carlos y la monarquía, pero si el asunto de los elefantes es para pedir la república, los despilfarros y las corruptelas, no solo monetarias, de los últimos treinta años serían más que suficientes para reivindicar el nacionalsindicalismo.

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18 abril 2012

El mar


Junto al mar (lo más parecido a Dios que sale aquí) transcurre esta novela intimista de este hombre al que todo el mundo alaba su capacidad de hacer prosa intimista. Max Morden se retira a Los Cedros, una casa en la costa irlandesa, después de haber perdido a su mujer como consecuencia de un cáncer. Allí está la señorita Vavasour, su patrona, y el coronel Blunden. Y la narración transcurre entre presente y pasado, pero el pasado es el remoto de la infancia de Max y el reciente de la enfermedad de Anna. Esta lleva bastante bien su enfermedad, o al menos así se lo hace ver a Max. Ni que decir tiene que resulta el personaje más simpático, en sus breves apariciones. En cuanto al pasado remoto, se centra en un verano en el que Max conoció a la familia Grace: los padres, los hijos (Chloe y Miles) y la asistenta Rose. Estos, aunque omnipresentes, resultan más distantes, tal vez por ser percibidos a través de una mirada de niño.

¿Intimista, dije? En realidad, Max nos habla bastante poco de sí mismo y mucho de las cosas que va viendo. En ese sentido tal vez le vendría mejor el calificativo de impresionista. Y ahí, en efecto, Banville es un maestro. Casi al final descubriremos que hubo otro drama, correlato tal vez del de Anna, y lo que se nos cuenta es la conciencia de Max conectando ambos episodios. Resignación e ironía son las notas dominantes en este flujo de conciencia, junto con la presencia del mar, ya digo, como un Dios inescrutable en sus designios.

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16 abril 2012

Desatada


Un dirigente local del PSOE, recién estrenado, dice que espera lograr que el partido se convierta en una verdadera alternativa de gobierno frente a una derecha desatada. Y esto, como dice Eulogio López, es bello e instructivo. El término sugiere, como habrán deducido, que lo normal es que la derecha esté atada. En la fraseología socialista, la derecha es algo irracional, una especie de tsunami o de jauría desbocada a la que hay que frenar, verbo este también muy frecuentado en sus campañas: hay que frenar a la derecha.

En suma, la derecha tiene que estar ahí, faltaría más, para eso estamos en democracia; pero gobernando lo justo. Se la tolera, pero atada, como los perros. Lo peor es que eso fue asumido por la derecha ya desde 1933 y, salvo excepciones, no parecen haber cambiado mucho.

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12 abril 2012

Arturo Pérez


Bien, ya estamos otra vez, que si Pérez-Reverte ha dicho o ha dejado de decir. Y ya debería valernos, porque Pérez-Reverte lleva veinte años escribiendo el mismo artículo con este tema: he aquí yo. O, mejor dicho, mi yo promocional, porque hay plumíferos que se venden a sí mismos junto con sus libros. Lo hicieron Cela y Umbral, lo hacen Sánchez Dragó y Almudena Grandes. Y, en Pérez-Reverte, el insulto forma parte de esa imagen: porque yo me he curtido entre gente de mal vivir, ruda y elemental, y se me ha pegado su lenguaje y su desprecio por las hipocresías de la civilización. Es un personaje políticamente incorrecto ma non troppo para quien el clero, y los cristianos en general, son una diana fácil, porque no responderán con pólvora sino con argumentos, y yo me río de los argumentos, que tan poco tienen que ver con la puñetera vida. Sí, pero también pesa en él la tradición del jaque hispánico, del miles gloriosus (del chuloputas, que podría decir él mismo). Pero este valentón no repudia a los homosexuales, sino que se erige en su primo de zumosol: yo he conocido a muchos de esos maricones que toman por el culo como quien aborda un bergantín o juega a la ruleta rusa; son más auténticos que toda esa clerigalla venenosa. La música es vieja y ya empalaga. No hablemos más de él, sino míralo y pasa. Y si te gustan sus novelas, las lees y en paz.

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11 abril 2012

La muerte de una dama


La que se muere es Obdulia Montcada, viuda de Bearn. Y su agonía (que no tiene mucho de tal, pues pocos han pasado este trance con la tranquilidad de este personaje) viene a ser una especie de macguffin de la novela, si he entendido bien lo que significa este terminillo: ese motivo que pone en marcha la trama pero que no constituye lo esencial de ella ni la modifica gran cosa, aunque esté ahí constantemente. En ese sentido, esta novela se parece a la Miss Giacomini de su hermano Miguel, en la cual la llegada de la acróbata desencadena un sinfin de reacciones que nos sirven para revelar la catadura de los personajes, sin que lleguemos a conocer a la Giacomini en cuestión.

Como en esta, en La muerte de una dama hay numerosos flashbacks: es en realidad un contrapunto entre pasado y presente que, como digo, nos va retratando a las personas que forman el entorno de la dama; retratándolos bastante desfavorablemente, por cierto, aunque no se trate de criminales ni de gente de mal vivir. Bueno, para decirlo ya, se trata de la típica sátira de vicios de las clases pudientes, esos vicios que rara vez suelen decir en confesión porque no piensan que los tienen: vanidades, envidias, junto con algún libertinaje cuidadosamente celado. El personaje más original es quizá el de Aina Cohen, la poetisa local, que ejerce de hacedora de versos en plan regionalista reprimiendo quizá algún talento más personal y que nos descubre (a mí, por lo menos) a una curiosa casta como es la de los chuetas, tan desconocida en otros pagos.

Por cierto: el autor es Lorenzo (o Llorenc, vale) Villalonga.

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09 abril 2012

Mirar por un canuto.


Resulta lamentable ver cómo nuestros críticos empequeñecen a los autores españoles, reduciendo su alcance a lo meramente local o circunstancial y (sobre todo si se trata de la posguerra) haciéndolos portavoces de una oposición política solapada. Carme Riera, hablando de los cuentos de Carmen Laforet:

...cuya lectura considero altamente recomendable no sólo para los interesados por la obra de Laforet y la literatura de posguerra sino también para los estudiosos de nuestra historia, ya que en ellos se refleja extraordinariamente la situación social de aquel entonces, la de un país gris, pacato y pobre... etc. etc.

Si abrimos a René Albères (Panorama de las literaturas europeas), el horizonte se ensancha:

Después de haber acusado al universo de absurdo, el hombre se acusa de mentira y cobardía. Sabe que está encerrado en sí mismo y se le confiesa también. En 1944, la novela Nada, de la joven española Carmen Laforet, cercana de Julien Green, es la expresión de esa soledad. "De nada sirve correr si hay que seguir siempre el mismo camino, encerrado entre las paredes de nuestra personalidad".

No sé si me explico.

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07 abril 2012

"Incomparablemente superior a los acentos más inspirados de Sófocles o de Píndaro"


Así dice Charles Moeller que es el pregón de la Vigilia Pascual, que se oirá esta noche.

La alegría, en esos momentos, alcanza acentos inenarrables, culminando en la inolvidable y santamente audaz felix culpa quae talem ac tantum meruit habere Redemptorem. Este canto del pueblo que ha sido salvado de la muerte debería saberlo de memoria todo el pueblo cristiano.

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04 abril 2012

Cristianismo y laicidad


Martin Rhonheimer se explica como un libro, y le entenderá mal quien quiera entenderle mal; pero he de reconocer que a veces me saca de quicio: esa entronización de la democracia liberal como el no va más de las realizaciones humanas en política, junto al empeño de disuadirnos de deslegitimar cualquier decisión tomada de acuerdo a las reglas del juego democrático, nos da en el rostro a quienes, por las circunstancias históricas españolas, hemos conocido a tantos beatos de la democracia, a tanto personajillo que se adornaba con esas flores como si se tratase de un expediente de limpieza de sangre, mientras personalmente no le llegaba a los tobillos a cualquiera de los ministros de la dictadura.

De hecho, una lectura superficial podría llevar a pensar que Rhonheimer considera la democracia como un apriori que se antepone a la propia Revelación. Eso no demostraría más, sin embargo, que la profundidad con que ha arraigado en nosotros la confusión entre el orden espiritual y el temporal, entre moral y política. Sí, la democracia sería un apriori, como lo es un buen campo para que florezca lo que queremos sembrar. Es el mejor de los sistemas (interpreto a Rhonheimer) porque no es más que un espacio de libertades, donde todos se la juegan con los puños desnudos, sin apoyo institucional, donde los fieles cristianos actúan con plena responsabilidad, con las mismas armas que sus rivales. Algo así como cuando los héroes de mi niñez arrojaban las armas para luchar cuerpo a cuerpo con el malo (o, viceversa, despojaban a este de las suyas -¿pongamos el estado laicista?-: "ahora estamos igualados").

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03 abril 2012

Una característica del estado permisivo

frente al represivo es que, lo que este gastaba en fustas, lo invierte aquel en epítetos. Es notoria la retórica vana que se ha derrochado durante cuarenta años para calificar la maldad de los etarras, mientras estos circulaban alegremente por la calle pavoneándose ante sus víctimas. Estos días, resultaba patético el esfuerzo de ciertos locutores de radio por adjetivar adecuadamente al imán que instruía sobre cómo zurrar a las mujeres o al tipo que cometió el atentado de Toulouse. Pensaba yo que si el castigo fuese proporcional a la contundencia verbal, la vida en Europa sería mucho más segura.

Y eso en todos los ámbitos. Haga usted plantos y palinodias para lamentar la pederastia en el seno de la Iglesia, para después tener que leer (aún no me lo creo) que un cardenal de la Santa Madre califica como "estilo de vida que no cumple en su totalidad con los ideales de la Iglesia" lo que el Catecismo Mayor de san Pío X llamaba "pecado que clama al cielo", y deja a uno de sus párrocos con el culo... bien, mejor haremos otra metáfora, lo deja a los pies de los caballos metiendo en el consejo parroquial a un gay que vive con su pareja. Y aquí clamando porque no salen las procesiones.

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01 abril 2012

Por qué el hombre moderno ha de ser religioso.


Por el hecho de que el hombre ha conquistado un poder inimaginable hasta entonces sobre la naturaleza, el hombre se ha cargado también al mismo tiempo de una responsabilidad insospechada hacia sí mismo y hacia la naturaleza. Y esta responsabilidad no puede soportarla sino como el que es siempre y a la vez: sujeto individual y totalidad social. Únicamente dentro de esta tensión el hombre es verdaderamente hombre. Esta responsabilidad es pesada, pero está también de tal modo regulada, que no la puede llevar él solo. Pero, como no puede compartirla con la naturaleza, no le queda más que compartirla con el Creador. En la oración, en el don de sí mismo, en el contacto con aquel que no es un elemento de la naturaleza y que no presenta al hombre ninguna receta para descargarle de su responsabilidad de ser libre.

Hans Urs von Balthasar, Dieu et l´homme aujourd´hui, citado por Charles Moeller, Mentalidad moderna y evangelización

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