28 junio 2013

El espíritu de los clásicos


-No seas tonto. Me prometiste no ser impertinente, curioso ni pesado...
-Eso es lo mismo que prometer no amar...

(En La corte de Carlos IV, de Benito Pérez Galdós)
 
__

27 junio 2013

Enrique de Ofterdingen



Novalis no era de este mundo, y lo más parecido a una novela escrita por un ser celeste es Enrique de Ofterdingen. A su lado, Bécquer parece sencillamente un buen prosista empeñado en lograr algo parecido. El mundo en Novalis aparece transfigurado: qué bueno es estar aquí, dices a medida que lees, y lo más gordo es que, en un momento dado, se permite una digresión, la historia de Eros y Fábula, que es aún más fascinante que el resto.

Enrique es un trovador inspirado en un personaje real, y la novela es su peregrinaje en busca de la flor azul: la poesía como sabiduría perenne, tal como la entendían los románticos; el himno gigante y extraño de Gustavo Adolfo, el bueno de Gustavo Adolfo que con todas sus fantasías se mostraba aún tan apegado a la tierra, tan vulnerable a las traiciones de las mujeres, por ejemplo.

La narración está inconclusa: Novalis apenas inició la segunda parte; pero eso le da aún más encanto. Tieck recopiló los fragmentos dispersos, “con la devoción con que contemplaría unos jirones de lienzos de Rafael o Correggio”. Tiene mucho de fábula oriental en su modo de narrar; pero, si en estas suele haber algún objeto mágico, aquí la magia impregna objetos y personas, y la poesía irrumpe a cada paso. No deja de resultar chocante que Novalis fuese un administrador de minas. Profesión esta, la de minero, que aparece también en la novela con tintes casi místicos. 

__


21 junio 2013

Línea editorial


Se habla de un orador.  

-¿Qué impresión en el público?
-En la masa, un gran efecto. Alguna protesta en la cazuela, pero se han impuesto los aplausos. El público es suyo.
[...]
-Le falta a usted intención política. Nosotros no podemos decir que el público premió con una ovación la presencia del Licenciado Sánchez Ocaña. Puede usted escribir: Los aplausos oficiosos de algunos amigos no lograron ocultar el fracaso del tan difusa pieza oratoria, que tuvo de todo, menos de ciceroniana. Es una redacción de elemental formulario. ¡Cada día es usted menos periodista!

En Tirano Banderas, de Ramón del Valle-Inclán

__

17 junio 2013

Inquisición y confianza


Como historia de la Inquisición, este es un libro tal vez prescindible: más bien sumario y poco estructurado, o al menos esa es la impresión que me da. Sin embargo, tal vez sea uno de los pocos que se plantea desde dentro de la fe cómo fue posible la existencia de algo tan aparentemente incompatible con un credo de caridad y misericordia. En este sentido, los primeros capítulos, aunque aparentemente superfluos, son decisivos. Tras su lectura, en efecto, nos damos cuenta de lo que significaba la herejía en una sociedad que tenía en la salvación eterna su objetivo vital; una sociedad que se identificaba con una Iglesia donde la infidelidad era el peor de los males.

El autor* nos pone también delante de los ojos el conflicto que se planteó a Iglesia (al Estado, menos) durante toda la vigencia del tribunal inquisitorial: cómo conciliar la necesaria libertad que implica el acto de fe con la obligación de preservar a los fieles de las doctrinas disolventes (y por tanto fatales, no lo olvidemos). Por lo general se hallaban de acuerdo en que el punto de partida era lo de san Pablo: amonestación privada, amonestación pública y, en último caso, excomunión. Fue la consideración del daño que el hereje podía causar a la comunidad lo que llevó a plantearse la existencia de un tribunal con efectos civiles. El mismo Carlos I, en Yuste, donde se preparaba a bien morir, dejaba fe de su arrepentimiento por no haber quemado a Lutero.

En otros puntos insiste el autor: que la Inquisición nunca se planteó la conversión forzosa de judíos o moros, sino la de los herejes, que, al fin y al cabo, estaban obligados por las promesas del bautismo; y que su entidad como órgano represivo es mucho más relativa de lo que por lo general se cree, sobre todo en lo que se refiere al uso del tormento, generalizado por entonces y que el Santo Oficio fue el primero en retirar, mucho antes de su abolición definitiva.

*José Carlos Martín de la Hoz. Ed. Homo Legens

__

13 junio 2013

Tu hazaña,

tu verdadera hazaña, la que hará valer tu vida, no será acaso la que vayas tú a buscar, sino la que venga a buscarte, y ¡ay de los que van en busca de la dicha mientras está ella llamando a las puertas de su casa! Por algo se dijo lo de que las más grandes obras son obras de circunstancia. 

Miguel de Unamuno, Vida de don Quijote y Sancho

__

10 junio 2013

La calle de Valverde


Será involuntario, pero este es uno de los peores libros en que uno pueda pensar como propaganda de los hombres que hicieron la Segunda República. Todos se muestran patéticamente afanados en "aver juntamiento con fembra placentera" y, en tanto lo consiguen, se entretienen con conspiraciones que, como bien sabemos, no cuajaron hasta que el rey y sus partidarios les entregaron el mando, comidos por no se sabe qué complejos.

La calle de Valverde se desarrolla, en efecto, en los años de la dictadura primorriverista, y es una novela coral centrada en varios jóvenes aspirantes a artistas o a profesionales liberales, de eso que se ha dado en llamar ideas avanzadas. Al principio se diría una novela de Galdós escrita por Valle-Inclán, y por cierto que el propio don Ramón aparece como figurante en varias escenas, como testimonio poco velado de admiración por parte del autor; luego vemos que la historia de vecindad se abre a diversas perspectivas y la original técnica narrativa de Max Aub acaba dándole personalidad propia.


Es esta manera de contar, que resucita el conceptismo quevediano o gracianesco a base de elipsis audaces, de retruécanos y de una creatividad que aprovecha ingeniosamente el léxico castizo de la época, junto a recursos de tipo cinematográfico, lo que da valor a la historia de estos tipos mezquinos: uno comprende que, si la realidad se correspondía con la ficción, la república derivara en lo que derivó. Cuando hubo que demostrar lo que uno valía como ser humano, es decir, en guerra abierta, sólo podía haber un vencedor. 

__

08 junio 2013

¡Qué razón tienes!

Por lo que veo -pensaba- el amor es un bien que no puede existir en toda su plenitud. Tal vez los corazones que gozan de semejante bien son tímidos, se turban y se esconden, no quieren discutir con los listos que niegan su existencia. Tal vez se compadezcan de ellos; perdonan, en nombre de su felicidad, que pisoteen la flor que, por falta de terreno, puede echar profundas raíces y convertirse en un árbol capaz de cobijarles toda la vida.

Oblomov, en Oblomov, de Iván A. Goncharov

__

06 junio 2013

Sutileza

Sindicalista, en la radio:

-Los trabajadores estamos cansados, aburridos, y, sobre todo, hastiados.

Obsérvese la importancia del matiz. Para que luego digan de los sindicalistas. Lamentablemente, nadie le pidió que explicara qué diferencia existe entre un trabajador cansado y aburrido y uno hastiado, o qué porcentaje de hastío y de aburrimiento había en cada trabajador...

__