04 noviembre 2015

Algo que se suele olvidar

acerca de por qué el varón solía legislar a su favor.

A la sociedad natural de hombre y mujer le incumbe la preservación de la especie. Si esa unión presocial –antisocial a veces—no puede dejar de ser asociación puesto que un mínimum de connivencias tiene que haber entre los asociados, es evidente que la honestidad respecto al capital común es la primera base. Esto es lo que legisló el hombre desde el principio de los siglos, por la sencilla razón de que en cuanto a fidelidad en la administración era el hombre el que se encontraba en inferioridad de situación, el hombre es el que podía ser estafado; la mujer, no.

Rosa Chacel, "La mujer en el siglo XX. Comentario a un libro histórico". En Tiempo de historia, nº 67, 1980.

Por supuesto, cuando esa sociedad natural importa tanto como para ser pisoteada sin piedad, el hombre puede jugar a que repara viejas injusticias, con legislaciones igualitarias o positivamente discriminatorias.