14 abril 2011
El diario de la felicidad
Por supuesto, antes de cualquier otra consideración, hay que decir que de estas páginas emerge una figura gigantesca desde el punto de vista humano. Alguien que de la honradez intelectual sabe dar el paso hacia la santidad. Aunque aquí se trasluce todo el horror del sistema represivo socialista, Nicolae Steinhardt no carga las tintas en todo lo que le hicieron sufrir, sino en cómo la cárcel le abrió las puertas de la gracia y le sirvió para unirse a la cruz de Cristo. Steinhardt era un hombre que valoraba las virtudes humnanas de la fortaleza y la prudencia (la estupidez es un gran pecado, repite con frecuencia) y ellas le facilitaron el acceso a la fe, la esperanza y la caridad.
Pero el cristianismo fue también la puerta hacia la felicidad y la alegría, para las cuales su alma estaba también preparada: alguien que llama bughi mambo rag a las conversaciones de fondo en la celda tiene que ser necesariamente un optimista incorregible. Este bughi mambo rag (una especie de etiqueta de blog) puede parecer superfluo, pero muestra cómo no sólo él, sino la mayor parte de los presos estaban dispuestos a dar un sentido a su permanencia allí.
Una especie de blog es, en efecto, este libro, donde las vivencias de la cárcel se alternan, de modo caótico, con hechos de su vida anterior y posterior a ella (antes de 1960 y después de 1964) y con abundantes y agudísimas reflexiones sobre sus lecturas, a las que sabe dar, por cierto, una interpretación cristiana que es el segundo elemento más sorprendente de este libro sin desperdicio.
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