29 enero 2012

La Orestea


Conviene leer la trilogía completa (Agamenón, Las Coéforas, Las Euménides) porque las tres conforman una unidad más estrecha de lo que sucede en otras tragedias griegas. Si lees Antígona o Medea has asistido a una obra completa, pero si sólo lees Agamenón o Las Coéforas te has quedado con una parte.

En todo caso, Esquilo es más primitivo que Sófocles o Eurípides y eso hace que la acción sea más exigua y que ocupen mayor espacio los fragmentos poéticos del coro. Es también más críptico y necesita mayor aparato de notas para un cabal entendimiento. Es, me parece, Las Euménides la pieza que presenta un mayor interés, al ser en ella donde se produce el desenlace. La batalla entre los viejos dioses (la Moira, las Furias) y los nuevos se hace aquí explícita, como paso de un régimen de matriarcado a otro patriarcal, y quizá con alguna otra implicación que se me escapa.

Lo que más sorprende a un hombre de la era cristiana es cómo los trágicos griegos hacen compatible la ausencia de responsabilidad personal con la conciencia de culpa. Una maldición pesa sobre la casa de Atreo, y esa maldición tiene la culpa de la muerte de Ifigenia y de la de Agamenón. Un dios, Apolo, ordena a Orestes vengar a su padre. Y, sin embargo, Orestes tilda de malvada a su madre y él mismo se vuelve loco después de acometer la venganza, mientras que las Furias le persiguen como a un delincuente. En fin, imagino que todo ello es consecuencia de la perplejidad del hombre antiguo ante la conciencia y la fatalidad.

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