Me hace sonreír este análisis de Antonio Martín Puerta*: ¿quién de los plumíferos de ahora son mundanos y quiénes agropecuarios?
El libro de Marrero** demuestra que era un excelente y ameno escritor. Pero cabe oponerle una seria objeción: su pose. Como Ortega, Marrero también cultiva esmeradamente la suya, que es muy otra: la descalificación ad hominem y la injuria jovial. Al final, una de las muchas variantes de un cierto catolicismo agresivo. Forma esta de evangelización que sólo el Señor puede juzgar en cuanto a su bondad y eficacia, y que forma parte inevitable de lo que Laín llamaba "modos de ser cristiano". Bien es cierto que también Ortega cae en ocasiones en burlas injuriosas e irreverentes, que no se pueden considerar precisamente como lo mejor de sus escritos, pero el tono general de su obra es de una notable elegancia formal. Mas precisamente desde ese punto de vista, no deben quedar dudas acerca de lo que estéticamente es la plenitud del antiorteguismo: imitar al arriero en lugar de al grand seigneur, sustituyendo la mundanidad por las formas agropecuarias, tan positivamente valoradas siempre en España, por desgracia. Ortega manifiesta su criterio al respecto con toda claridad: "La elegancia es una faceta esencial de la especie humana -como la verdad, como la belleza, como la justicia".
*En Ortega y Unamuno en la España de Franco.
**Ortega, filósofo "mondain".
__