28 noviembre 2011

Memorias de un niño de la calle



Uno podría pensar, leyendo el prólogo, que José María Sánchez-Silva tiene una visión idealizada de la infancia, pues se trata de un fragmento de carácter casi poético sobre qué es un niño (no puedo por menos de recordar aquel Jesús Hermida de mentira preguntándole, en la parodia televisiva, a una Gloria Fuertes de mentira, justamente eso: ¿qué es un niño? Y la respuesta de la dama: "una máquina de coser, no te..."). Pero no es idealización novelera, sino pasmo reverente ante la criatura humana en ese estadio de aprendizaje y de indefensión: una imagen de Dios a merced de la perra vida. Porque al avanzar en la lectura descubres que ese niño cuyas peripecias te van a narrar es el propio autor, hijo de madre soltera hasta que su padre tuvo a bien reconocerle y crecido, sí, en plena calle, entre las inclemencias de la pobreza y de sus congéneres adultos. Poca idealización queda en el resto del libro, donde la cruda realidad se nos impone de modo casi barojiano. Asistimos al modo de ganarse el sustento por parte de José María, a base de merodear entre soldados que le daban la ración sobrante o entre jugadores "de prohibidos" de los que recibía unas monedas a cambio de avisar si venía la policía... Pero todo ello con una reciedumbre que está tan lejos de la lágrima folletinera como de la protesta social.

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