28 abril 2013

Dos pastiches proustianos


Lorenzo Villalonga no pudo ser nunca santo de la devoción de la izquierdaza hispana, que a mediados de siglo hizo con la literatura lo que haría a finales con la educación. En ese ambiente, es normal que Bearn fuese relegada al segundo puesto en el Nadal del 55 a favor de El Jarama, novela que uno puede interpretar como quiera pero que no deja de consistir en una serie de conversaciones banales entre gente banal.

En 1971, ya un poco de vuelta del neorrealismo, la editorial Anagrama lanzó estos Dos pastiches proustianos, título dado por Herralde a dos cuentos de Villalonga aparecidos antes en otro volumen. Es, en efecto, un homenaje a Proust, tanto en la forma como en los personajes. En busca del tiempo perdido era una mariconada*, sí, pero una mariconada de cuando la vulgaridad estaba del lado de los que injuriaban a los maricones, y no de estos mismos: es decir, antes del lobby gay. Alusiones al asunto homosexual hay también, por redondear el parecido, en estos "pastiches", que, sin embargo, se apartan del original en su espíritu: en lo de Villalonga hay un distanciamiento irónico que le da un aire más bien de parodia que de pastiche. En el primer relato, el propio Proust intenta vender un coche para inmediatamente echarse atrás ante el interés mostrado por el vehículo por parte de una de sus amadas platónicas. En el segundo, el barón de Charlus (personaje de la Recherche, al parecer) visita Bearn y somete a una prueba psicológica a uno de los sirvientes. Es ese aire de parodia, sutilmente jocoso, el que hace a Villalonga más soportable que Proust. Y su brevedad, claro.


*Copyright by Arturo Pérez-Reverte en una de las múltiples versiones de su artículo de siempre.

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