que sean famosos por un solo libro. No es tan fácil como pensaba, a no ser que te retrotraigas hacia autores enigmáticos como el Arcipreste de Hita (Libro de buen amor), o Fernando de Rojas (La Celestina). Pasando adelante, lo que hay en abundancia es gente que sería desconocida de no haber sido por una de sus obras. Si no fuera por el Ulises, Joyce estaría siendo ahora recuperado por El Acantilado o por Nórdica. Sin la Recherche, a ver quién recordaba algo de Proust. No sé si Giuseppe Tomasi di Lampedusa escribió algo que no fuera El Gatopardo, pero desde luego sólo los especialistas serían capaces de mencionarlo. Si admitimos un par de obras en vez de una, entonces tenemos a Juan Rulfo con Pedro Páramo y El llano en llamas, que con frecuencia se editan juntas.
Volvemos atrás: ¿alguien recuerda algo de Castiglione que no sea El cortesano? Claro que si nos salimos de la literatura, la cosa se amplía considerablemente. Volvamos: Sterne debe su puesto al Tristram Shandy. Sería curioso ver qué habría sido de Dante sin la Comedia, de Boccaccio sin el Decamerón, de Petrarca sin el Cancionero, de Jorge Manrique sin las Coplas. Yendo a América, tenemos a Leopoldo Marechal y su Adán Buenosayres, o a Fernández de Lizardi con El periquillo sarniento.
Seguiremos pensando. La próxima vez nos iremos a los muertos prematuros, a ver.
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