Cervantes cabalga de nuevo en este relato donde se nos presenta como verdadera la figura de un ente de ficción a través de un narrador también inventado. Solo que este ente de ficción se parece mucho a alguien llamado Vladimir Nabokov, lo que hace que el procedimiento literario resulte irónico. El Cide Hamete Benengeli de Sebastian Knight es su propio hermano, y teje la historia al estilo de Ciudadano Kane, recogiendo testimonios de unos y de otros, aparte de los suyos propios. Al final, la visión del personaje resulta intencionadamente difuminada, lo que no deja de ser un ejercicio de escepticismo respecto a toda biografía, más teniendo en cuenta que esta se nos presenta como la alternativa a otra llena de falsas y perversas atribuciones. Son también las reglas cervantinas del juego.
Pero también hay de Borges,
aquí. En concreto, en ese seductor ejercicio de reseñar libros irreales, los
libros de Knight. Hasta qué punto tienen su correlato en otros de Nabokov, no sé, pues habría que conocer
mejor su obra. [destripe] Muy borgiano es también el final, donde se produce
una identificación entre el biógrafo y su biografiado [fin del destripe].
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