Original relato metaficcional, este de Muriel Spark,
que muestra cómo se pueden hallar nuevos cauces al realismo. "Un poco
siniestro y disparatadamente divertido", dice la solapa. Bueno, no es que
me haya partido el bazo leyéndolo, pero sí que sorprende ese jugueteo con la
muerte y con la maldad que se gasta aquí la autora, dentro de un argumento, si
bien realista, como digo, en los límites de lo verosímil. Parodia, humor negro,
diversos matices del humor están aquí presentes en dosis discretas.
Digo lo de parodia porque me parece encontrar algo de eso en
lo que tiene la novela de metaficción, tan de moda de unos años a esta
parte. Resulta que a Fleur Talbot la contratan para que supervise las
autobiografías de un club de chiflados empeñados en que quede algo por escrito
de sus tristes vidas. Ella aprovecha algo de su experiencia para la novela que
está escribiendo, y queda perpleja cuando observa que los autobiografiados
parecen estar copiando también su novela. No sé si a un Carlos Rojas,
tan aficionado a estos juegos de espejos, le habría hecho gracia o le habría
parecido, como a mí, que se toma un poco a choteo estas cosas.
Sorprende también la protagonista, (que por otra parte
parece reflejar el pensamiento de la autora en muchas cosas) de moral más bien
relajada pero capaz de apreciar a John Henry Newman, citado muchas veces
en su relato.
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