Ubi non est mulier, ibi ingemiscit aeger, quia est
nata ad ministrandum. (Conversaciones de sobremesa, negrita mía)
Anda que si lo dice un obispo en este año de gracia... Y,
sin embargo, es cierto. La disposición a servir (al olvido de sí, a la entrega)
forma parte de ese plus que Álvaro d´Ors atribuye a la mujer como ser
humano (aquí la exquisita glosa de Enrique García Máiquez sobre la
cuestión). Es parte de su patrimonio como potencial madre. El feminismo, al
reducir el hecho diferencial femenino a la posibilidad de ser ministra por el
sexo o a no ser nunca culpable de violencia de género, no hace sino
amputar esa cualidad en cuyo ejercicio la mujer se realiza (por emplear
un término algo desfasado) mejor que en un consejo de administración o en un
comando de elite (y ello aparte de lo que de servicio puedan tener también
estas actividades, claro).
(Y juro por Aragorn, hijo de Arathorn, heredero de Isildur, señor
de los Dunedain, que esta reflexión me viene a la mente con independencia de
que hoy Google celebre algo así como el día de la mujer o no sé qué)
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