Tenemos una notable tendencia a hacer de la historia un
cuento de buenos y malos, así que no vienen mal libros como este, que tratan de
hacer de abogados del diablo, es decir, de los malos. Como el autor (Jean Sévillia) es un
periodista de Le Figaro, los malos por los que se intercede son las
derechas o lo que las izquierdas han demonizado: el feudalismo, las cruzadas,
la inquisición, el absolutismo, el colonialismo, la Iglesia como supuesta
aliada del poder establecido... En definitiva, se trata de tomar conciencia de
que hay menos lobos de lo que se cree en una de las partes y más de los que se
cree en la otra; vamos, que los cátaros, los protestantes, los revolucionarios
franceses o los de la comuna de París dieron más estopa de lo que se cuenta y viceversa.
Como digo, no viene mal recordarlo, pero la conclusión es lo
de siempre: que el hombre está inclinado al pecado y en cuanto le dan la menor oportunidad
se comporta como un salvaje, católico o protestante, absolutista o
revolucionario. Que unos cortaran más o menos cabezas que los otros no exculpa
a nadie. Solo cabe exigir a los estados que dejen de tratar de imponer una
historia oficial y dejen campo libre a los del oficio.
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