Luis Romero es famoso por La noria, novela de
protagonista colectivo al estilo de La colmena de Cela. Pero creo que lo mejor que pudo hacer con
semejante esquema era aplicarlo a algo nuevo, como hizo efectivamente en Tres
días de julio: algo nuevo, en este caso un reportaje novelado. Fenomenal
reportaje, que podríamos calificar de “novela de no ficción”, como esa que
dicen que inventó Truman Capote y cultivaron con éxito los del Nuevo
periodismo norteamericano, Tom Wolfe y demás.
Los tres días son, por supuesto, los del inicio de la guerra
española: 18, 19 y 20. Seiscientas páginas narradas en tiempo presente (como en
La colmena) desde la conciencia de los personajes secundarios del drama,
a veces ni siquiera secundarios sino comparsas que acabaron encontrando la
muerte propia o de algún allegado en aquella tragedia. La mayor parte con sus
nombres, otros con nombre cambiado. De su encuentro personal con ellos o con
quienes los conocieron nos da cumplida cuenta el autor al principio y al final
del libro.
Aquí no hay apología de nada, salvo de la humanidad, ni
alegato contra nada, salvo contra una carnicería salvaje cuya repetición hay
que evitar “a cualquier precio”, porque “cuando la máquina de matar se pone en
marcha, es difícil detenerla”. Lo dice alguien que participó en aquella guerra
y en la División Azul, seguro de actuar de buena fe, como todos (casi todos)
los personajes que aquí aparecen, cuyas razones se nos muestran con sencillez y
sin caricatura. Romero, uno de esos raros especímenes que (por lo que
deduzco) ni mantuvieron contra viento y marea sus ardores juveniles ni
renegaron cínicamente de ellos cuando no eran cool, se pone en el
corazón de la gente de izquierdas y de derechas con toda naturalidad. El
resultado quizá no tenga la sugestión de Oh, Jerusalén y puede pecar a
veces de repetitivo, pero las escenas del asalto al Cuartel de la Montaña, en
Madrid, al final de la obra, compensan lo que nos puedan impacientar otros
pasajes.
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