Hay obras analíticas
(páginas y páginas) sobre el infierno soviético, como El vértigo de Evgenia Ginzburg
o Archipiélago Gulag de Solzhenitsin. Otras son sintéticas, como esta de Georges Simenon, el novelista belga que
es mucho más que el padre de Maigret. En 160 páginas uno palpa el hielo del
último círculo dantesco: la sospecha continua, la ocultación de sentimientos,
la prostitución cotidiana. El homo
sovieticus es el principal personaje de este relato inquietante, donde solo
progresa la sensación de agobio y el temor de ser despachado a la tumba en
cualquier instante; el homo sovieticus
como antagonista de este Adil Bey muy siglo XX, desorientado e inseguro ya
antes de aterrizar en Batum como cónsul de Turquía. El ojo del Gran hermano se
llama aquí la ventana de enfrente,
que es otra de las traducciones que se ha dado al título, Les gens d´en face. Tras esa ventana viven los parientes de Sonia,
la secretaria, tan hecha a vivir en la mentira como todos sus conciudadanos. Un
“rastro reluciente” en su mejilla abre una esperanza a Adil Bey, pero Sonia no
quiere llorar, ni hablar. Ha perdido toda esperanza hace tiempo (Contra toda esperanza se titula otra de
esas obras voluminosas sobre el mismo asunto, la de Nadiezhda Mandelstam) y sin
ella acabará la novela, aunque Adil Bey escape materialmente de aquella
desolación donde uno solo puede subsistir a base de cinismo, como John el de la
Standard.
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