Qué feliz coincidencia que Ángel Ruiz nos hable de Berceo.
Acabo de leer (por motivos que no vienen al caso) unos capítulos de una de esas
novelas sobre colegiales con indigesta moralina progre, donde aparece un
profesor guay de esos que dicen que hay que enseñar a pensar en vez de enseñar
cosas. Pensar sobre la nada, supongo. En fin, el profe guay, original el tío,
decía que él pasaba muy rápido por los autores medievales porque a ver qué les
iba a decir a los chicos un tipo como Berceo,
si él mismo se aburría con él. Donde estuvieran Kavafis o Cernuda…
Es lo que tienen estos profesores guay, que además suelen
ser profesores paletos. Recuerdo que hablamos de aquel poeta a quien Antonio Machado consideraba uno de sus
maestros, y uno de los que están en los cimientos de las prosas de Rubén Darío, por ejemplo. En fin, dejé
el libro cuando el guay se puso a contar pormenorizadamente cómo dio por el
culo a un amigote de su misma acera (porque además de guay es gay), para
olvidar el mal rato de su primera clase; pero llevaba ya mucho tiempo pugnando
por caérseme de las manos. La edad de la
ira se titula, para que no se equivoquen. Y pienso en lo que me dicen a
veces de que publicar una novela no es tan difícil, que no tengo más que
plasmar mis experiencias en la enseñanza, y tiemblo al pensar que podría parir
algo como esto aunque fuese sin orgías rectales. Dios me libre.
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