“Novela sin héroe”, la subtitula Thackeray, y es
cierto que nos hallamos ante una novela picaresca en cierto modo, con un
protagonista poco escrupuloso como es esta Becky Sharp, arribista consumada con
quien su creador no tiene piedad desde su posición de narrador testigo; no
tiene piedad, ya que la ironía bien manejada es un proyectil mortífero.
En efecto, si algo distingue a La feria de las vanidades
de otros productos de su época es el arte narrativo, la manera en que el
narrador aparenta salvar la intención de sus personajes a la vez que deja bien
claros sus móviles rastreros. No sé si será eso la flema británica. Hay héroes
aquí, sí, si el héroe es la persona generosa y abnegada que representa el
capitán (luego coronel) Dobbin y que queda efectivamente salvado sobre todos
los demás; pero es algo así como el Levin de Ana Karenina, menos
caracterizado que los malvados y que tiene solo la función de servir de
contrapunto: no toda la humanidad está perdida.
Pero el título de la novela es expresivo con respecto a su
intención. Estamos en el reino de qué dirán y de las apariencias, y el narrador
no duda en ponerse del mismo lado cuando disculpa a su no-heroína: “No la
reconoció; es posible que sufriese alguna afección a la vista”; o bien:
“Contadas veces le veía o se acordaba de él su ejemplar madre”; o a otros
personajes, “personas de educación exquisita, entretenidas en desollar a sus
amigos en la forma más espiritual y deliciosa imaginable”. Y, en todo caso, no
puedo dejar de preferir este reino de sepulcros blanqueados a esas novelas
contemporáneas donde la podredumbre se exhibe como un traje de noche. Oh, aquel
señor, “dignísimo morador de la feria de las vanidades, que acostumbraba a
agraviar deliberadamente y de propósito a sus vecinos para tener luego la satisfacción
de excusarse y pedir perdón. ¿Consecuencias de su sistema? El buen señor era
idolatrado por todo el mundo; se decía de él que era de temperamento impetuoso,
pero el más digno, el más honrado de los hombres”. Era un homenaje del vicio de
la vanidad a la virtud de la humildad.
__