Es cierto, es un pequeño código de conducta que puede
aplicarse no solo a la estrategia guerrera, sino a todo lo que puede llamarse
así por metáfora: negocios, deporte, o incluso la propia vida. Un ejercicio
ascético, incluso, que puede nutrir hasta la oración, porque uno es cobarde o
imprudente a la mínima que se descuida. De hecho podría ser también un tratado
sobre la prudencia de gobernante. A Gracián le habría encantado.