Es un personaje de El capitán Alatriste, un tipo siniestro
con aspecto de Fu-Manchú capaz de helar el aire cuando menciona al Santo
Tribunal de la Inquisición y que hace su aparición espectral, diríase que
imitada de la de su homólogo del Don Carlos de Schiller, para
encargar al protagonista un par de magnicidios. Sin embargo, leemos en María
Elvira Roca Barea que el hecho en que se basa la novela
...sucedió en 1623, y en este momento había naturalmente un
presidente del Santo Oficio. Hay que buscarlo debajo de las piedras para
encontrarlo, pero no es imposible dar con él. Su presencia hubiera destrozado
por completo cualquier complot fanático o tenebroso. Don Andrés Pacheco de Cárdenas
era extremeño y franciscano, no dominico. Doctor en Teología por la Universidad
de Salamanca, dedicó su vida al estudio y la caridad. Su gran cultura y
conocimiento de lenguas hicieron que Felipe II lo nombrara preceptor de su
sobrino Alberto de Austria, quien más tarde sería soberano de los Países Bajos
desde 1598. Después fue obispo de Cuenca, donde se destacó por su empeño en
mejorar las condiciones de vida de los más humildes: “Singular prelado por su
rara virtud y santidad y por la eminencia de letras... En tiempo que gobernava aquella
sede no supieron los pobres que avia falta de frutos en la tierra”. Murió con
fama de santo y no consta que firmara una sola sentencia de muerte.
(En Imperiofobia y Leyenda negra, parte II, capítulo
6)
Si no hay que dejar que la verdad te estropee un buen
reportaje, imagínense una novela...