Cada vez que leo a pensadores alemanes pienso que habitan
otra galaxia, desde Jünger hasta los lingüistas. Otra galaxia
intelectual desde donde las cosas se ven de modo diferente, alternativo
diríamos hoy, y en términos que a los mediterráneos nos resultan totalmente
ajenos. He tardado en comprender, por ejemplo, que cuando Eric Voegelin
habla de símbolos se refiere sencillamente a conceptos, o así creo
haberlo entendido, a no ser que sus símbolos tengan un alcance mayor que el
mero concepto. También puede ser cosa de la traducción, no sé...
Y es curioso, porque parte de la obra se dedica a la
diferencia y la interacción entre la idea que una sociedad se hace de sí misma
y la que de ella dan los politólogos. Pero si la obra es famosa es por su
teoría, que se hace visible a partir del capítulo IV, según la cual la
modernidad europea está definida por el predominio del gnosticismo, siendo
gnósticos tanto el Renacimiento como la Ilustración y las formas políticas
derivadas de ella, liberalismo y socialismo. Y son gnósticos por haber tratado
de redivinizar el mundo, es decir, situar lo divino aquí abajo,
absolutizar lo terreno, podríamos decir. Pero, por eso mismo, lejos de ser
realistas, dibujan un mapa ideal del mundo en el que se mueven (como los
pensadores alemanes, je, pero de otro modo) y mueven a los demás. Así,
...las sociedades gnósticas y sus líderes reconocerán los
peligros que amenazan su existencia cuando estos aparezcan, pero no se los
abordará con acciones apropiadas en el mundo de la realidad. En lugar de ello,
se les hará frente con operaciones mágicas en el mundo soñado, tales como la
desaprobación, la condena moral, declaraciones de intención, resoluciones,
apelaciones a la opinión de la humanidad, caracterización de los enemigos como
agresores, proscripción de la guerra, propaganda a favor de la paz mundial y un
gobierno mundial, etc. La corrupción intelectual y moral que se manifiesta en
la incorporación de tales operaciones mágicas puede invadir a la sociedad con
la atmósfera extraña y fantasmal de un manicomio, como lo experimentamos en la
crisis occidental.
Suena, ¿eh?
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