Interesante reflexión del rabino Jonathan Sacks, que
explica bien muchas actitudes actuales.
Me llevó años dilucidar lo que había pasado [para que
en Occidente se perdiera la conciencia de una responsabilidad moral personal].
La moralidad se había dividido en dos y se había externalizado a otras
instituciones. Estaban las elecciones morales por un lado y las consecuencias
de las elecciones morales por otro. La propia moralidad se había externalizado
al mercado. El mercado nos proporciona elecciones, y la propia moralidad solo
es un conjunto de elecciones donde lo que está bien o lo que está mal no
significa nada más allá de la satisfacción o la frustración de un deseo. El
resultado es que cada vez nos resulta más complicado entender por qué puede
haber cosas que queremos hacer, que nos podemos permitir hacer, que tenemos
derecho legal a hacer y que sin embargo no deberíamos hacer porque son injustas
o deshonrosas o desleales o humillantes: en una palabra, poco éticas. La ética
se había reducido a la economía.
En lo que respecta a las consecuencias de nuestras
acciones, estas se habían externalizado al Estado. Las malas elecciones
conducen a malos resultados: relaciones fallidas, niños descuidados,
depresiones, vidas desperdiciadas. Pero el gobierno se encargaría de ello.
Olvídese del matrimonio y del vínculo sagrado entre marido y mujer. Olvídese de
que los niños necesitan un entorno humano de amor y seguridad. Olvídese de que
necesitamos que las comunidades nos den apoyo en tiempo de necesidad. El
bienestar se había externalizado al Estado. En cuanto a la conciencia, que
antaño desempeñaba un papel tan importante en la vida moral, se podía
externalizar a los organismos reguladores. De esta forma, al haber reducido las
elecciones morales a una cuestión económica, habíamos transferido las
consecuencias de nuestras acciones a la política.
(En Cuadernos de
pensamiento político, 52)