Muchas concepciones erróneas sobre la naturaleza del
pensamiento derivan de concepciones erróneas sobre los ordenadores. Imaginemos
que nos las habemos [sic] con un superordenador como Blue Gene, capaz de
hacer más de doscientos billones de cálculos por segundo. Nuestro primer error
consiste en presumir que Blue Gene es un "algo", como una bacteria o
un abejorro. En el caso de la bacteria o el abejorro nos las habemos [sic]
con un agente, un centro de acción que es una totalidad orgánicamente
unificada, un organismo. Todas sus acciones están orientadas hacia las
finalidades de mantenerse en la existencia y reproducirse. Blue Gene, en
cambio, es un agregado de elementos que, conjunta o separadamente, realiza
funciones "implantadas" y dirigidas por los creadores del artefacto.
En segundo lugar, dicho agregado no sabe lo que está
haciendo cuando se realiza una operación. Los cálculos y operaciones centrales
que los ordenadores llevan a cabo en respuesta a ciertos datos e instrucciones
son, pura y simplemente, una cuestión de impulsos eléctricos, circuitos y
transistores. Los mismos cálculos y operaciones, cuando son realizados por una
persona, implican, por supuesto, la intervención de la maquinaria del cerebro,
pero son llevados a cabo por un centro inteligente que es consciente de lo que
está ocurriendo, comprende lo que se está haciendo y hace lo que hace de manera
intencional. Cuando el ordenador realiza esas mismas operaciones, no hay
conciencia, ni comprensión, ni significado, ni intención, aunque tenga múltiples
procesadores que operan a velocidades sobrehumanas. Lo producido por el
ordenador tiene "significado" para nosostros (por ejemplo, el
pronóstico meteorológico de mañana o los movimientos de nuestra cuenta
bancaria), pero, desde el punto de vista del agregado de circuitos llamado
"ordenador", sólo hay dígitos binarios, ceros y unos, que impulsan
ciertas actividades mecánicas. Sugerir que el ordenador "entiende" lo
que está haciendo es como decir que un cable alimentador puede meditar sobre la
cuestión del libre albedrío y el determinismo, o que las sustancias químicas en
un tubo de ensayo pueden aplicar el principio de no contradicción a la resolución
de un problema, o que un reproductor de CD comprende y disfruta la música que
hace sonar.
Roy Abraham Varghese,
"El nuevo ateísmo", en Antony Flew, Dios existe.
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