De Benedicto XVI me interesa tanto su magisterio como
sus opiniones, como me sucedía con Juan Pablo II. Se trata de dos
cabezas de primer orden, tan grandes como sus corazones. En Luz del mundo se
transparenta además una gran sencillez, que es virtud tanto más estimable,
justamente, en cuanto que se transparenta en vez de ostentarse. Y como la
sencillez, o la humildad, es la verdad, no niega el hoy papa emérito los logros
de su pontificado. Tampoco su dolor por esa sombra que le tocó afrontar, la de
los abusos sexuales por parte de curas, a la que dio respuesta contundente en
el documento que aquí se agrega como apéndice.
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