El dominico
Ramón
Hernández hace una antología de textos de
Francisco de Vitoria sobre lo que dice el título, aunque en sentido
amplio. Así, tenemos textos sobre el hombre en sí mismo y en relación con los
otros hombres; la familia, la sociedad civil, el poder (su razón de ser y sus
límites), el derecho y las leyes, el dominio y la propiedad, el poder
eclesiástico, la comunidad internacional, la guerra y la colonización. Tan
exhaustiva relación nos da una idea del saber abarcado por este jurista al que
últimamente se está reivindicando, junto con sus compañeros de la Escuela de
Salamanca (
Suárez,
Mariana…). Pero lo que sorprende son
sus planteamientos sobre los límites del poder, sobre la libertad de religión y
de pensamiento y de lo que hoy llamaríamos
autonomía
de las realidades terrenas, en una época en que se supone que todo eso solo
sería concebible si lo trajera un yanqui desde el futuro…. Por supuesto, una
cosa es lo que dijera
Vitoria y otra
lo que se practicara, pero lo cierto es que no tuvo el menor problema, que yo
sepa, con las autoridades políticas por hacer este tipo de asertos, como se
supone que debería haber tenido, de dar por buenos, claro, los esquemas sobre
el oscurantismo del siglo de oro español. Me explico:
Todo el poder del rey viene de la república, que es libre desde el
principio. El poder del rey es el mismo que el de la república.
Entre los paganos hay legítimos gobernantes… Los príncipes cristianos,
seculares o eclesiásticos, no pueden privar de ese poder a los príncipes
infieles, si no han recibido de ellos alguna injuria que no sea la infidelidad.
Los infieles no deben ser coaccionados para que reciban nuestra fe.
La diversidad de religión no es causa justa para una guerra.
La libertad es más útil que cualquier otro bien privado.
El fin de la república y de la potestad secular es solo algo temporal,
como la pacífica situación y convivencia de los ciudadanos.
Esto es necesario para la paz: que en lo que respecta al bien común el
parecer de la mayoría prevalezca y domine.
Y así. Ramón
Hernández ha puesto al frente del libro, como autor, a Vitoria, pero ocupan
casi más espacio sus presentaciones y comentarios que los textos de fray Francisco. Aun así, no sobran esos
comentarios, porque vienen a ser como un compendio del pensamiento de Vitoria que ahorra una lectura
exhaustiva de este o prepara para ella.
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