¿Cuántos otros no buscan en su rebelión contra el sufrimiento sino una
justificación más o menos disimulada de su indiferencia y de su egoísmo para
con los que sufren [piénsese, de nuevo, en la eutanasia]? ¿Cómo se explica, si no, que precisamente los
hombres que aceptan con más humildad, sin comprenderlo, ese escándalo
permanente del sufrimiento y de la miseria, sean casi siempre los que se
entregan con mayor dedicación y ternura a los miserables y a los que sufren…?
Los santos se enfrentan al misterio del dolor con todos los
resortes de su alma, no solo con la inteligencia. Son capaces de oír a Dios que
les dice:
“Perdóname. Un día tú sabrás, comprenderás, me darás gracias. Pero
ahora lo que espero de ti es tu perdón. Perdóname.”
(Aquí Bernanos se
muestra en extremo audaz, pasando del Dios que perdona, ya de por sí sublime, a
un Dios que pide perdón. No sabríamos qué tendría que decir la Congregación
para la Doctrina de la Fe, pero en todo caso entra dentro de la lógica del
amor de Dios, que rompe todo límite: una vez más, “el amor tiene esas cosas”)
Estos santos son la Iglesia invisible formada por los que
auténticamente están en comunión con Cristo.
Pero para nada esta Iglesia invisible se opone, ni quiere ella estar al margen,
de la Iglesia visible, aquella que a veces nos da tantos pesares. De hecho, es
curioso que
…los más cualificados para escandalizarse de los defectos, de las
deformaciones o hasta de las deformidades de la Iglesia –quiero decir los
santos– sean precisamente los que jamás se lamentan.
Cuanto más lejos nos hallamos de la santidad, tanto más
incapaces somos de ver más allá de los defectos. El santo no es un superhombre,
sino aquel que trata de acercarse lo más posible al perfecto hombre, es decir,
Jesucristo. Y no es casual, supongo, que los editores hayan reservado esta
conferencia para el final. Después de tantas advertencias sobre los nubarrones
totalitarios, se ofrece la solución.
Los moralistas consideran a menudo la santidad como un lujo. Pues bien,
es una necesidad […] La hora de los
santos es siempre.
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