09 marzo 2023

La libertad, ¿para qué? (II)

La segunda de las conferencias es la que da título al volumen. Libertad, dice Bernanos, es la palabra más prostituida en todas las lenguas. En nombre de ella se ha destruido demasiado, y lo menos que podemos esperar es que esa destrucción sirva para algo. El totalitarismo, dice siempre acecha, y el monopolio de la economía es el escenario más propicio para su avance, ya que “puede ser hoy todavía más o menos difícil el pasar de una dictadura política a la dictadura económica, pero el pasar de la segunda a la primera no es más que un juego de niños”. Otro monstruo el acecho: la igualdad. “La democracia significa mucho menos libertad que igualdad”, y “de cada victoria de la igualdad, todo ciudadano podía sacar algunas ventajas y una cierta satisfacción de su amor propio, pero el beneficio real no iba sino al Estado… Los regímenes totalitarios son los más igualitarios de todos. La igualdad total en la servidumbre total”. El progreso, otro que tal: si el Estado toma las riendas del progreso y se dispone a arreglar la vida a sus ciudadanos, entonces,

La libertad, ¿para qué? ¿Para qué, imbéciles? Dejadme un poco de tiempo, trabajad duro, y en seguida me ocuparé de vosotros por entero, os aseguraré contra toda clase de riesgos (excepto el de la pérdida de la libertad, claro), os casaré, educaré a vuestros hijos, ¿qué más podéis pedir? La libertad, ¿para qué? Ya que soy yo el que tomaré el trabajo de pensar por vosotros, podría ser muy bien libre en lugar vuestro.

Nos parece oír hablar a los diseñadores de ciudades quince minutos, a los ministerios celestinescos, a las secretarías de menús ecológicos o los ayuntamientos que acotan ciudades. “Está claro que quedan por todas partes focos de infección totalitarios en el mundo”, observa Bernanos. Más que quedar, empezaban a prender. “¿Está hecha esta civilización para el hombre, o pretende hacer al hombre para ella, a su imagen y semejanza…?” Pregunta retórica, claro. Por cierto, no se priva Bernanos de hacer tampoco aquí profesión de su ya acreditado chauvinismo, al referirse a Francia como “la más alta y pura expresión histórica” de la “tradición universal”. En fin…

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