10 enero 2023

La Nardo

Es una historia “galante” convencional pero iluminada por el ingenio verbal de Ramón: es como si fuese una historia contada en otro idioma, el idioma de las greguerías o ramoniano, a veces deslumbrante, otras veces menos, algunas pretencioso, pero que no cede nunca terreno a lo convencional. Aurelia, la Nardo, es una Margarita Gautier proletaria, nada dada a la melancolía como la de Dumas, antes al contrario, ambiciosa en su trepar por su triste mundo arriba, que en la ficción de Ramón no es nada triste. La que fue vendedora del Rastro se deja seducir por el buscavidas Samuel y emprende una carrera triunfal por el mundo de la liviandad [destripe] hasta que es vencida por una fuerza superior a la de la “voluntad de poder” (estamos en eso, en el fondo) cual es la de Eros.  La historia termina románticamente, con una doble inmolación en aras del amor-pasión: [fin del destripe]

Vieron, unidos en su abrazo de juramentación, que la vida tenía gesto de acantilado y que todos eran enemigos del amor que al fin se encuentra y que no es culpable de llegar a deshora ni de que haya otros compromisos hechos cuando llega. Si el verdadero amor ha llegado, todo pierde sentido menos su existencia, todo debe caducar en vez de pedir que caduque él, que es lo único vivo y supremo.

Claro que, tratándose de Ramón, es difícil decir si esto va en serio o si estamos haciendo malabares con los tópicos, una vez más…

__