En este día, el tránsito al Padre de Benedicto XVI suple la ausencia de noticias. Entre muchos otros, me tropiezo con este artículo de Martin Rhonheimer, que al parecer (es de acceso restringido) denuncia los intentos de involucrar al difunto papa, como encubridor, en el asunto de los abusos a menores. Ha sido este, desde que comenzó el siglo, la manera en que el poder ha intentado, y logrado, reducir al silencio a una institución con la que uno podía, en años anteriores, contar para proclamar en voz bien alta la recta doctrina y la recta moral. Hace tiempo que son los “católicos culturales” (buenistas de Gustavo, comunicadores liberales o conservadores, desengañados del rojerío) los que dan la batalla en su lugar, lo que no deja de ser un fenómeno digno de análisis.
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Esta conferencia de Jesús
Laínz muestra hasta qué punto las políticas lingüísticas están unidas al
nacionalismo. No se preocupa uno por normalizar una lengua minoritaria si no
está buscando un objetivo político de independencia. Se ha inventado un
euskera, se ha inventado un asturiano y se está imponiendo a valencianos y
baleares una lengua que no es la que hablan los paisaninos, que dicen en Asturias. Es este, el del asturiano, el
caso más lamentable, porque no tiene raíces históricas y se reduce a un fenómeno
de imitación.
Y habrá que seguir a este David Cerdá que no cierra los ojos ante el panorama devastador, por utilizar su propio calificativo, de la enseñanza, sobre todo la secundaria, en España. Estoy a media entrevista y habrá que ver si aparte de ver los males tiene alguna posible solución en perspectiva, lo que no es fácil, claro.
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