dice Ignacio Sánchez Cámara… Estoy de acuerdo en lo fundamental. De hecho el artículo me parece tan bueno como todos los suyos. Y es cierto que el feminismo fue, en cierto modo, necesario, porque los usos sociales tienden a anquilosarse y el rol familiar de la mujer fue siempre tan apreciado y protegido, como es natural que sea, que verla en otras actividades pudo resultar chocante a muchos, hasta el punto de dificultarles el acceso a ciertos ámbitos profesionales, al arte, a la participación política…
Sin embargo, no deja de producirme resquemor el hecho de
que, históricamente, las defensoras de los derechos de las mujeres hayan sido
con frecuencia personas fracasadas en su matrimonio o incluso de sexualidad
dudosa… No me acordaré ahora de todos los nombres, pero recuerdo siempre los de
Emilia Pardo Bazán o Mercedes Formica, por ser las que más
cercanas me resultan en cuanto a creencias o ideas. Estas no eran de sexualidad
dudosa, por supuesto, pero sí que naufragaron en la cuestión familiar. No las
condeno por ello (“quién soy yo”, y todo eso), pero me inquieta, digo, que el
feminismo surja siempre como en confrontación a la vida familiar y conyugal, o
que al menos lo parezca…
Por eso, el feminismo, así, tout court, necio o inteligente, no puede menos de resultarme
antipático. Siempre nos quedará doña Concepción
Arenal, claro…