22 abril 2018

La humildad es la verdad


Mira, Mattie, hace poco he descubierto algo. He tardado mucho tiempo en comprenderlo..., años. Es esto: Dios ha concedido fuerza e inteligencia a algunos. En cierto sentido, son los afortunados. La mayoría, en cambio, son necios, timoratos o eluden los problemas. Siempre acuden a los fuertes para descargar en ellos sus pesadumbres. He llegado a la conclusión de que debo de ser uno de los afortunados que pueden soportarlo casi todo. Es el precio que tengo que pagar por lo que Dios me ha dado... Y me ha dado mucho. No lo olvides... No importa lo que me haya sucedido en la vida. Si las personas como yo huyen, eluden su responsabilidad, y si eluden su responsabilidad les ocurre algo..., algo malo y destructivo. La fuerza las abandona. Si persisten en esa actitud, se destruyen a sí mismas porque hay una ley divina o natural que así lo establece. ¿No te das cuenta de que si huyera ahora... no habría descanso para mí? Sería desdichada siempre, porque pensaría en aquello de lo que había huido y me preocuparía lo que pudiera sucederles a Janie, a Jack, a la señora Stilham e incluso al señor Amory. Janie y Jack son demasiado jóvenes para saber cómo actuar si su padre fuera a la cárcel, y ni él ni la señora Stilham son lo bastante inteligentes para saber qué deben hacer. Ellos no tienen la culpa; Dios o la naturaleza no han sido generosos con ellos. Aunque yo no les diga lo que tienen que hacer, acudirán a mi como han hecho siempre ellos y otros muchos en cuanto se encuentran en un apuro. Porque hay una especie de ley que lo manda. No podemos hacer nada al respecto.

Susie Parkington, en Louis Bromfield, La señora Parkington, capítulo 9.