Había leído la Ida en los años universitarios y una
alusión del papa, en no sé qué ocasión, me metió la idea de que no estaría mal
completar la lectura y emprender la Vuelta. No fue difícil, merced
también a la estupenda introducción de Luis Sainz de Medrano (editorial
Cátedra), recapitular los principales hechos de la primera parte, antes de que
Martín Fierro cayera preso de los indios. Qué combate el suyo con el malvado
pampa que maltrataba a la mujer y al niño. De cine. La sextilla inventada por Hernández
resulta graciosa y eficaz y convierte la lectura en una delicia, sobre todo si
haces, aunque sea en voz baja, esos diptongos de Sudamérica que aquí no lo son:
asariados (“azareados”), cuerpiada (“cuerpeada”), el Criador...
Y el encontrarte diptongaciones analógicas como ruempe o tiemple
(rompe, temple), ah, eso ya es el nirvana.
En la curiosa estructura interna de esta Vuelta
tenemos un inicio aventurero, unas narraciones que inciden en lo lírico y en lo
moralizante y, al final, una payada. Es lo que más admiro de los gauchos,
porque al parecer esto era real: esos combates poéticos entre gente ruda pero
con talento para rimar... y sabiduría popular a espuertas. Me tengo que
conformar con esta imitación literaria del Martín Fierro y con la
fenomenal parodia de Les Luthiers, pero quién hubiera podido asistir a
uno de esos combates reales.
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