05 julio 2018

La señora Parkington


La chica del oeste tuvo la desgracia de perder a sus padres en la explosión de una mina, y la suerte de caer en gracia al mayor Parkington y casarse con él. Así ingresó en el gran mundo, porque aparte de militar Parkington es un emprendedor de éxito, el héroe moderno para quien se acuñó la expresión “vicios privados, virtudes públicas”: con corruptelas varias pero con audacia se convirtió en uno de esos benefactores de la nación que trajeron la prosperidad material a muchos.

El casorio le da también a Mrs. Parkington la posibilidad de desarrollar unas virtudes mundanas que acaban haciendo de ella la mujer admirada por todo su mediocre cortejo de parientes y amigos. Porque, en efecto, si a pesar de las infidelidades de Gus, su matrimonio fue feliz, ambos procrearon una tropa de infelices a los que había que socorrer a precios variables según la ocasión, pero con satisfacción por parte de Susie, que se sabe superior y destinada a echar una mano a los menesterosos de dinero o de estabilidad emocional. Gus y ella estaban muy por encima de ese mundo de apariencias y qué dirán.

Mucho antes de que Gus muriese, habían escogido otros mundos: él, uno alegre y disoluto poblado por personas declassées pero humanas; ella, uno regido por la belleza y la inteligencia. Lo que ambos escogieron no tenía nada que ver con el dinero. Lo que consiguieron no podía comprarse; lo habrían tenido igualmente si hubieran sido pobres. Habían escapado de la suprema vulgaridad, que estribaba en comprar cosas. (cap. 13)

Louis Bromfield narra la historia en contrapunto, alternando capítulos en que se nos da cuenta del pasado de la protagonista con otros en que esta se halla ya en la ancianidad, bisabuela rica y respetada. Aunque el relato se hace en tercera persona, Bromfield sigue sobre todo a la señora Parkington, de la que vamos viendo su progreso material y moral (en el sentido más burgués posible), hasta que logra

ver el mundo como un lugar maravilloso y fascinante en el que había tanto que gozar y conocer que las personas inteligentes jamás se desesperaban ni se sentían frustradas.(cap. 15)

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