La chica del oeste tuvo la desgracia de
perder a sus padres en la explosión de una mina, y la suerte de caer
en gracia al mayor Parkington y casarse con él. Así ingresó en el
gran mundo, porque aparte de militar Parkington es un emprendedor de
éxito, el héroe moderno para quien se acuñó la expresión “vicios
privados, virtudes públicas”: con corruptelas varias pero con
audacia se convirtió en uno de esos benefactores de la nación que
trajeron la prosperidad material a muchos.
El casorio le da también a Mrs.
Parkington la posibilidad de desarrollar unas virtudes mundanas que
acaban haciendo de ella la mujer admirada por todo su mediocre
cortejo de parientes y amigos. Porque, en efecto, si a pesar de las
infidelidades de Gus, su matrimonio fue feliz, ambos procrearon una
tropa de infelices a los que había que socorrer a precios variables
según la ocasión, pero con satisfacción por parte de Susie, que se
sabe superior y destinada a echar una mano a los menesterosos de
dinero o de estabilidad emocional. Gus y ella estaban muy por encima
de ese mundo de apariencias y qué dirán.
Mucho antes de que Gus muriese,
habían escogido otros mundos: él, uno alegre y disoluto poblado por
personas declassées pero humanas; ella, uno regido por la belleza y
la inteligencia. Lo que ambos escogieron no tenía nada que ver con
el dinero. Lo que consiguieron no podía comprarse; lo habrían
tenido igualmente si hubieran sido pobres. Habían escapado de la
suprema vulgaridad, que estribaba en comprar cosas. (cap. 13)
Louis Bromfield narra la
historia en contrapunto, alternando capítulos en que se nos da
cuenta del pasado de la protagonista con otros en que esta se halla
ya en la ancianidad, bisabuela rica y respetada. Aunque el relato se
hace en tercera persona, Bromfield sigue sobre todo a la
señora Parkington, de la que vamos viendo su progreso material y
moral (en el sentido más burgués posible), hasta que logra
ver el mundo como un lugar
maravilloso y fascinante en el que había tanto que gozar y conocer
que las personas inteligentes jamás se desesperaban ni se sentían
frustradas.(cap. 15)
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