24 noviembre 2018

La progresión de Aquitania


Al hablar de El cero y el infinito me referí a esas novelas que contaban conspiraciones fascistas en un mundo donde el comunismo era la mayor amenaza. En realidad no sé si hay muchas, pero una de ellas es esta de Robert Ludlum, con la que he pasado buenísimos ratos, a pesar de la ingenuidad de sus planteamientos. En efecto, se trata de una entente de militares prestigiosos de varios países que buscan la instauración de una especie de globalización fascista. Para neutralizarla, un solo hombre, un James Bond sobrevenido, al que recluta otra entente de buenos aprovechando que en Vietnam tuvo que soportar las tropelías del jefe de la trama, general George Marcus Delavane. Joel Converse se llama el galán, y es abogado. Tendrá que ir contra reloj, pues la trama, por nombre en clave Aquitania, progresa (de ahí el título) minuto a minuto. Ludlum maneja estupendamente los resortes de este tipo de relatos, y nos mueve por escenarios internacionales de alto copete, alternando diálogos tensos con acción galopante: la parte central es realmente agotadora, con un Converse tratando de abandonar Alemania entre enemigos invisibles que se materializan de repente y de los que se libra por pelos, como está mandado, mientras los buenos van muriendo y los malos nos muestran cada vez más su fea cara: un depravado francés, un fanático israelí, un criptonazi alemán y un torturador sudafricano que acabarán, por supuesto, recibiendo lo suyo gracias a las buenas artes del prota, un auténtico todoterreno. Que, por cierto, acaba rehaciendo su vida con su ex esposa, la gentil Valerie Charpentier, cosa que a los carcundas nos encanta.

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