Al hablar de El cero y el infinito
me referí a esas novelas que contaban conspiraciones fascistas en un
mundo donde el comunismo era la mayor amenaza. En realidad no sé si
hay muchas, pero una de ellas es esta de Robert Ludlum, con la
que he pasado buenísimos ratos, a pesar de la ingenuidad de sus
planteamientos. En efecto, se trata de una entente de militares
prestigiosos de varios países que buscan la instauración de una
especie de globalización fascista. Para neutralizarla, un solo
hombre, un James Bond sobrevenido, al que recluta otra entente de
buenos aprovechando que en Vietnam tuvo que soportar las
tropelías del jefe de la trama, general George Marcus Delavane. Joel
Converse se llama el galán, y es abogado. Tendrá que ir contra
reloj, pues la trama, por nombre en clave Aquitania, progresa (de ahí
el título) minuto a minuto. Ludlum maneja estupendamente los
resortes de este tipo de relatos, y nos mueve por escenarios
internacionales de alto copete, alternando diálogos tensos con
acción galopante: la parte central es realmente agotadora, con un
Converse tratando de abandonar Alemania entre enemigos invisibles que
se materializan de repente y de los que se libra por pelos, como está
mandado, mientras los buenos van muriendo y los malos nos muestran
cada vez más su fea cara: un depravado francés, un fanático
israelí, un criptonazi alemán y un torturador sudafricano que
acabarán, por supuesto, recibiendo lo suyo gracias a las buenas
artes del prota, un auténtico todoterreno. Que, por cierto, acaba
rehaciendo su vida con su ex esposa, la gentil Valerie Charpentier,
cosa que a los carcundas nos encanta.
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