Es curioso lo que estos argumentos del
agente estalinista Ivanof (El cero y el infinito) se parecen
en su cinismo a los del criminal Harry Lime en El tercer hombre:
Anualmente mueren varios millones de
seres humanos sin ninguna utilidad, por epidemias y otras catástrofes
naturales. ¿Y nosotros vamos a retroceder por el sacrificio de
algunos centenares de miles en pro de la experiencia más prometedora
de toda la historia? Esto sin decir nada de las legiones que mueren
por la mala alimentación y la tuberculosis en las minas de hulla y
de mercurio, en las plantaciones de algodón y de arroz. Nadie se
preocupa; nadie pregunta por qué ni para qué; pero si nosotros
fusilamos a algunos millares de personas objetivamente nocivas, los
humanitarios del mundo entero espumarajean de indignación. Sí,
nosotros hemos liquidado la parte parasitaria del campesinado y lo
hemos dejado morir de hambre. Era una operación quirúrgica,
necesaria de una vez por todas; y en los buenos tiempos anteriores a
la Revolución morían otros tantos en un año de sequía; pero
morían sin cuenta ni razón... La naturaleza es pródiga en sus
insensatas experiencias, aunque el objeto de ellas sea el hombre.
¿Por qué no va a tener la humanidad el derecho de experimentar
sobre sí misma?
Solo que, aquí, el desprecio por el
hombre se disfraza de tributo a la humanidad.