Mira por dónde resulta que me pasé media infancia haciendo fanfics, y yo sin enterarme. El fanfic consiste, al parecer, en inventarse nuevas historias del Señor de los Anillos, de Harry Potter, Idhun o personajes similares, y colgarlas en la red.
Mutatis mutandis (mutando sobre todo la red) lo mío
era algo así. Cogía un cuaderno escolar de los de a duro, con rayas y todo, y
con un rotulador y unos lápices Alpino me montaba unas historietas de
campeonato, con héroes melenudos y villanos calvos, como los de mis tebeos
favoritos. Eso sí, sólo las veía mi momó. Y mi hermano menor, que se dedicaba a
lo mismo, qué remedio.
Lo de fan es por fan, y lo de fic por ficción.
Yo era fan de algunos personajes de cómic incluso antes de conocer más que su
nombre y su aspecto. Los de Marvel, por ejemplo, que tardaron en hacerse
asequibles a mi peculio. Pero eso no me arredraba. A La Masa (The
Hulk) lo convertí en un tipo hercúleo normal y lo monté en un barco con
tres compañeros de aventuras, como el Capitán Trueno. Los cánones realistas de Víctor
Mora pesaban.
En otra ocasión, y ya con holgura económica como para
conocer vida y milagros de cualquier superhéroe, reuní a todos los de Marvel y
los de DC (no tenía problemas de copyright) para una misión
especialmente peligrosa. Acudieron al llamado del Capitán Marvel, que era el no
va más en empresas de alcance cósmico.
Podría contar mil meteduras de pata históricas, geográficas,
de argumento, de indumentaria, de nombres propios, que se dieron cita en
aquellos cuadernos. Pero como dice Daniel Cassany en En_línea
(que es donde me entero de esto de los fanfic) sólo los tipos cerrados
de mente consideran superiores a Delibes o a Rulfo sobre estos
creadores de fanfic. Lo dice así, se lo juro, con ese aplomo. A pesar de
todo, seguiré leyéndole, porque explica muy bien todo lo referente a lectura y
escritura en la red, y para eso no necesita la sensatez.
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