27 mayo 2007

No vayan a pensar

Guadalajara. Les dan a los escolares de primaria (6-12 años) un cuento que, por lo leído, podría ruborizar a Joaquín Sabina. Fantasías sexuales de una contribuyente en el autobús. Los padres, menos mal, ponen el grito en el cielo y dicen, muy propiamente, que aquello es una locura y una brutalidad. El PP, lógico, se suma a la protesta y dice que el asunto es absolutamente reprobable. Y el colofón: "no tenemos nada contra la literatura pornográfica, pero..."

La caquearon. Una vez más.

Hombre, algo indeseable tendrá la pornografía cuando darla a los niños es una brutalidad ¿no? ¿Habrían matizado igual si se hubiera tratado de iniciar a los niños en el consumo del tabaco?

Correctísimas almas de cántaro, centristas de mis pecados, ¿hasta cuándo abusaréis de nuestra paciencia?

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