Entre 1915 y 1919 dictó Eugenio d´Ors estas conferencias, y apostaría a que fue de lo más brillante y original que oyeron los residentes de la institución gineriana. Y no sólo por el estilo, quizá hoy un poco altisonante pero de una elaboración exquisita. Se abre el volumen con "De la amistad y el diálogo", que expone una tesis audaz: en España adolecemos de cierta minusvalía para la amistad, porque nos cuesta acceder al diálogo. Sea exagerado o no, no estará mal tomar nota de la advertencia. Pero no es hasta "Aprendizaje y heroísmo" cuando d´Ors alcanza el culmen de su genio: la exposición, que comienza por todo lo alto con un introito digno de ser enmarcado, sigue una línea segura y fascinante para convencernos de que en el diario estudio, en el diario ejercicio de la profesión, puede y debe darse el heroísmo y que, sensu contrario, aquel que odia su quehacer cotidiano no es un hombre honesto. Los españoles, dice, hemos fiado mucho de aquel verso del Tenorio: "un punto de contrición/ da al alma la salvación"; pero importa mucho efectuar un giro y "cifrar nuestra moralidad, no en puntos de contrición, sino en líneas de heroísmo". La letra con sangre entra, pues, pero no con la sangre de los palos, sino con la de la propia disciplina. Y aquí d´Ors se muestra rigurosamente anti-logsiano, pues "es hora de rehabilitar el valor del esfuerzo, del dolor, de la disciplina de la voluntad, ligada... no a aquello que place, sino a aquello que desplace". Como se ve, palabras de plena actualidad, pronunciadas hoy por muchos en murmullos.
Nota redactada en junio del 2003.
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